Diario de León

ELENA FRANCIS, LA ‘INFLUENCER’ DEL FRANQUISMO

Acompañó a las mujeres en su soledad con consejos que hoy sonrojan. Lo hizo durante 10.000 programas, desde 1950 hasta 1984, año en el que finalizó sucumbido ante la pérdida de audiencia e influencia y por su incapacidad de reacción ante una España moderna que quería dejar atrás los años oscuros del franquismo

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Una mujer escribe una carta en la que relata el infierno que vive en su hogar desde el primer día de matrimonio. Cuenta las maneras «tan bruscas» y las agresiones que sufre por parte de su marido, que también pega al hijo de cinco años que tienen en común. Ella dice que sigue queriendo al maltratador y confiesa que está aterrada ante la idea de que el hombre pueda arrebatarle al niño. ¿Su petición? Pide consejo a Elena Francis para que su esposo se convierta «en una buena y cariñosa» persona. La aludida, responde: la mujer está en esta vida «para sufrir», el matrimonio «es un lazo de unión tan grande que es imposible romperlo» y recomienda que comente su caso a un sacerdote porque «los maridos suelen tener respeto a los hombres con hábito».

Esta es una de las cartas que recibió ‘El consultorio de Elena Francis’ durante uno de sus 10.000 programas emitidos desde 1950 hasta 1984, año en el que finalizó sucumbido ante la pérdida de audiencia e influencia y por su incapacidad de reacción ante una España moderna y ambiciosa, que quería dejar atrás los años más oscuros del franquismo. Sin embargo, durante su mejor época, el programa recibía al mes hasta 20.000 misivas de mujeres anónimas que confiaban en la sabiduría enciclopédica de un personaje femenino que jamás existió.

Fue una insignia de la radiodifusión española, que sirvió para difundir la moral imperante durante la dictadura franquista y fue utilizado para adoctrinar a la mujer.

El origen del espacio radiofónico surge a raíz de un acuerdo comercial entre el Instituto Elena Francis y Radio Barcelona para vender productos de belleza. Estaba orientado a oyentes de clase alta y solo se hacían consultas sobre estética. Pronto, el consultorio se abrió al gran público para atender las dudas humanas de mujeres que no tenían a quién consultar.

«Ellas estaban ligadas al hogar, al matrimonio y a sus padres. De forma anónima, y siempre con seudónimos, aprovecharon este espacio para tener una ventana. Se convirtió en un desahogo para muchas mujeres que tenían una vida bastante miserable y pobre», explica Mónica Artigas.

Cada tarde, sobre las 19:00 horas, la sintonía de Indian Summer se colaba en los patios de vecinos. El programa se convirtió en un fenómeno social que duró 34 años. En 1966, la emisión saltó a Radio Peninsular, perteneciente entonces a Radio Nacional de España (RNE). Se comenzaron a recibir cartas de todo el territorio nacional, especialmente de mujeres adolescentes y jóvenes, emigrantes de clase baja e infelices, que huían del pueblo buscando una vida mejor. Escribían a Francis para pedirle consejo a una persona que no conocían pero que idolatraban. Compartían sus secretos e intimidades más profundas para recibir consuelo, apoyo o pautas de comportamiento. Todo era clandestino y algunas de ellas ponían en el remite la dirección de una tercera persona para no ser identificada.

Marcadas por la ‘R’

Las confesiones se recibían en la sede del Instituto Francis, donde se clasificaban las cartas según la temática. Las que iban en la lista ‘R’ saltaban a la radio, pero las que abordaban asuntos más escabrosos como abusos sexuales o la homosexualidad eran respondidas en privado por un conjunto de contestadoras externas contratadas mediante anuncios de prensa. Las que llevaban asterisco rozaban temas prohibidos y jamás saldrían a la luz.

El control del régimen franquista sobre el contenido del programa era absoluto y se censuraban temas que no encajaban con la moral cristiana, como aborto, homosexualidad, divorcio, las relaciones incestuosas o la política. «Algo positivo que tuvo el consultorio fue que generó sororidad. La mujer que hacía una consulta escuchaba los problemas de otra y no se sentía sola. Se creó una comunidad», destaca Artigas, quien aclara, no obstante, que este espacio radiofónico fue «un instrumento del régimen franquista para adoctrinar» a las mujeres.

«Las respuestas de Francis estaban alineadas con la ideología del franquismo y con la imagen que tenía de la feminidad. La mujer tenía que ser dócil, paciente y debía saber perdonar. Estaban subordinadas al marido. Desde ese lado, la valoración del consultorio no puede ser positiva», argumenta.

La ideóloga fue Ángela Castells, miembro activa de la Falange. Elena Francis jamás apareció públicamente. De hecho, fueron varias las voces que encarnaron a la presentadora, pero Maruja Fernández, quien trabajara como cantante en las orquestas de Antonio Machín, se convirtió en la locutora que durante más años preservó la identidad.

Juan Soto Viñolo, un crítico taurino, se hizo cargo del espacio como guionista del programa de radio, siempre en la sombra. Él respondía a las cuestiones planteadas por las mujeres a través de libros, enciclopedias o consultas que hacía con sus amistades. Se decía que, en el equipo, había algún cura o terapeuta, pero no consta el nombre de personas.

El consultorio sufrió una «muerte lenta» y «agonizó» hasta el final de sus días, según explica la directora del documental. La democracia fulminó este espacio ultraconservador, pese a los intentos de modernización en sus últimos años de emisión. Tras la muerte de Franco, caen el número de cartas recibidas y la influencia es residual.

«Las mujeres ya tenían otros mecanismos y organismos a los que recurrir para solucionar sus problemas», destaca Artigas. Sin embargo, las revelaciones en 1982 del escritor Gerard Imbert en un libro fulminaron la credibilidad del consultorio: Elena Francis nunca había existido. «Se cayó un mito», incide la directora. El Instituto Francis intentó contratacar las afirmaciones con informaciones en prensa, donde publicaba la imagen de una mujer que supuestamente era la dueña del consultorio. «Nunca reconocieron la mentira», apunta Artigas.

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