Diario de León

ENTREVISTA

Miguel Ángel Castro: «Traer hijos al mundo es éticamente problemático»

El filósofo y escritor presenta mañana su nuevo libro en el ILC

Miguel Ángel Castro Merino, es psicólogo y filósofo. MARCELINO GARCÍA MORENO

Miguel Ángel Castro Merino, es psicólogo y filósofo. MARCELINO GARCÍA MORENO

León

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Miguel Ángel Castro Merino (León. 1965) presenta su nuevo libro El maldito regalo de nacer. Un ensayo antinatalista el miércoles 19 de abril a las 19.00 horas en el Instituto Leonés de Cultura (ILC), en la calle Santa Nonia, 3. Estará acompañado de su madre, Begoña Merino, y de Pedro Trapiello. Se apoya en corrientes filosóficas que van desde Homero a la psicoanalista Corinne Maier, autora de No kids.

—¿Qué le ha movido a hacer este ensayo antinatalista?

—Mucha gente, con razón, puede malinterpretar nuestro ensayo. Es lógico. No se suele leer y solo nos quedamos en titulares. Mi libro tiene una pretensión moralizante, en unos tiempos difíciles. Estudiar filosofía y observar el sufrimiento humano, en mi caso, fueron fundamentales. Es un texto actualizado que considera uno de los temas candentes del presente. Se puede mirar hacia otro lado o analizar el valor de la vida humana.

Desde que me mostraron las Coplas de Jorge Manrique en el colegio noté la profundidad del pensamiento que se cuestiona el hecho de vivir. Por no hablar de Baltasar Gracián, Calderón de La Barca, Rubén Darío y decenas de escritores que la escuela enseña. Mi contacto con pacientes y familias en un Psiquiátrico en Suiza y mis primeros pasos como psicólogo en Salamanca con ciertas patologías incurables aumentaron mi sensibilidad.

—¿No considera alternativas a este postulado tan drástico?

—Sí. Cambiar drásticamente nuestra forma de vivir para cuantos estamos en este mundo. Es muy difícil porque estamos yendo en sentido contrario. Mi obra pretende ser un revulsivo para tomar conciencia de la malicia y acoso vitalicio con los que estamos habituados porque los condicionamientos son brutales desde los medios de conformación de la opinión.

—¿Hasta qué punto no choca el antinatalismo con la libertad individual?

—Cuando estudiamos biología, física, química y ciencias del comportamiento, la noción de libertad conviene ponerla en cuarentena por eso que dice Spinoza de que «somos conscientes, hasta cierto punto, de lo que hacemos, pero ignorantes de las causas que nos llevan a actuar de tal modo».

Conviene analizar la conducta tal y como la vemos y no apelar a la ilusión de la libertad. En todo caso, siempre habrá conflicto entre «sociedad» e «individuo». El estudio de las condiciones que constantemente controlan nuestro comportamiento debe ser tema principal de la materia de la filosofía académica.

Es decir, a riesgo de simplificar, decirse «libre» supone desconocer las determinaciones de todo tipo que nos influyen a cada instante. Ese es el peligro de los idealismos. Por eso es preciso ejercer contra- control hacia las continuas estimulaciones que nos aguijonean para escapar de ciertos controles.

Acaso, el antinatalismo contestara con toda su potencia, por el contrario, que, si queremos que los no nacidos no sean esclavos de todo, lo mejor sería ¡no hacerlos! Por eso de que el nacimiento conlleva condicionamientos totales «ex ovo».

—Aborda muchos temas que van desde las contradicciones del feminismo al socialismo o el fascismo intelectual. ¿Cómo engarza todo esto con su postulado?

—Pues lo más filosóficamente que he podido hacerlo. Las mentiras son tantas que da cierta pereza provocar cambios en nuestras sociedades anestesiadas, pero nos han puesto en el mundo y, como dice Simone de Beauvoir, una vida apolítica apenas tiene existencia.

—¿No teme escandalizar con esta propuesta que presentará acompañado de su madre?

—En un mundo tan desolador en que se come con las guerras de otros países, con la violencia estructural, con los índices de agresividad tan elevados, mi libro es un bálsamo. Me escandaliza más que los educadores no salgamos a la calle a protestar para conseguir mejores sueldos e igualdad social.

Me aterroriza mi pasotismo. No mi compromiso. Por ejemplo, los sueldos de los futbolistas me escandalizan tanto como los de un tenista famoso. Me da rabia como se trata a los obreros y a pequeños y medianos empresarios. Con mi madre filosofo sin límites. Es anciana y la trato como a una sabia.

—¿Por qué estar destinados a morir o nacer con la pulsión de muerte, como dice Freud, es una justificación para no traer hijos al mundo?

—Porque, según él, siempre habrá guerras y asesinatos. Lo dice en una carta a Einstein, «El por qué de la guerra».

—¿No sería tediosa una vida eterna?

—Para millones de personas ya lo son todos sus días. La eternidad sería para Ortega lo peor que nos pudiera pasar.

—¿Cree que en León hace falta más política antinatalista con las tasas de natalidad más bajas?

—Nuestras tesis no van destinadas a resolver los graves problemas políticos existentes, pero, ¿por qué no hacer que España esté más y mejor distribuida? ¿Por qué el Estado no hace políticas para reducir los hacinamientos tan impersonales de las grandes urbes? Esta pregunta no es para decir algo en dos líneas. Si yo fuera un ejemplo, adoptaría hijos, como amigos míos que lo han hecho que para mí son modelos de virtud y amor.

—¿Ha perdido toda esperanza en que el ser humano pueda mejorar el mundo?

—Hay una parte al final del ensayo que rezuma compasión y amor. Yo no soy indiferente al sufrimiento de nadie. Si escribo es para, en la medida de mis posibilidades, activar un mundo congelado y que ya no hace sino esperar. La esperanza no es virtud. Creo, no obstante, que traer hijos es éticamente problemático porque estamos en una verdadera imposibilidad moral de portarnos bien con todos.

Esta es la tragedia que no se quiere ver porque la vida es muy dura, lejos de las fábulas utópicas. Es necesario trasformar la realidad social tan devastada. Los burgueses, como yo, poco hacemos por denunciar la mafia que nos aprisiona. Con todo, no sólo estamos asediados por los males humanos. La vida sin problemas de ese tipo nos llevaría a otros, también, graves.

—¿No cree que vivimos mejor que hace un siglo, por ejemplo?

—Depende quienes. Ver la pobreza, las guerras, la política real de la llamada democracia americana y los nuevos problemas que plantearán las nuevas tecnologías no me permiten tener respuesta clara.

—La tendencia a procrear es tan fuerte que hay quien compra vientres para poner sus óvulos o espermatozoides en una criatura. ¿Qué opina de esto que llaman gestación subrogada?

—En los seres humanos esa tendencia se ha reducido de modo notable. La educación es fundamental. Me parece que debemos ser seres morales y plantearnos si no es mucho más ética la adopción, etc. Me parece que los seres humanos hemos perdido el norte.

—El aborto, que las mujeres han tenido que pelear y siguen en ello, es un tabú. ¿Qué le parece que este fin de semana movimientos feministas de CyL y de España se hayan manifestado para que se practique en la sanidad pública?

—Me parece que hemos de apoyar estas acciones y seguir mejorando la educación sexual. La educación sexual es necesaria para nuestros jóvenes.

—¿Cómo se ejecutaría su filosofía antinatalista?

—En el libro se contemplan los enormes problemas que plantea. Es ingenuo llevarlo a la práctica. Nuestra obra está hecha para repensar el valor de la vida. Yo, como no puede ser de otra manera, pretendo lo mejor para los demás. Incluso para la cantidad de gente con vidas pésimas. A mí me mantiene la mirada de los demás y espero ser entendido porque filosofar es muy complicado y todos podemos errar.

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