La pintura que plantea preguntas
l Óscar Martínez indaga en el ensayo ‘El eco pintado’ en 23 obras maestras
alfredo valenzuela
Velázquez, Vermeer, El Greco, Van Gogh y Picasso fueron algunos de los maestros que reprodujeron en sus cuadros pinturas o dibujos ajenos que, a manera de mensajes solo aparentemente explícitos, plantean preguntas que aún pueden permanecer sin respuesta, según revela Oscar Martínez en El eco pintando (Siruela).
Este análisis de 23 obras maestras de la pintura de todos los tiempos no es un ensayo académico sino un libro híbrido, un ensayo vivencial que mezcla narraciones con reflexiones personales, un alarde de erudición y un ejemplo de sensibilidad con el que su autor, según ha dicho en entrevista con Efe, aspira a que «el lector no vuelva a ver estos cuadros de la misma manera».
«El arte no es sólo alimento para el alma, sino que nos interpela con cuestiones que, aún planteadas hace varios siglos, siguen vigentes en el día de hoy; una obra clásica es la que perdura porque sigue siendo capaz de contar algo a quien se pone delante de ella», ha señalado Martínez, también autor de «Umbrales», otro libro erudito sobre arquitectura y monumentos que ha acabado convirtiéndose en una guía involuntaria de lectores amantes del arte. «Me interesan las obras que abren puertas y plantean preguntas aunque no responda a todas; obras que plantearon un misterio en su época y que son capaces de imbricarse con cuestiones que hoy en día nos siguen afectando a todos», ha dicho el autor para poner dos ejemplos paradigmáticos, «Las Meninas» de Velázquez, y «El Guernica» de Picasso.
‘LAS MENINAS’ ESTÁN SIN ESTAR
Curiosamente, ninguno de esos dos cuadros figura entre los 23 seleccionados por Martínez, por varios motivos: «Nunca pretendí hacer ‘los cuarenta principales’, sino que traté de ser original y no dedicar un capítulo a la obra que cualquier lector esperaría encontrar en un libro como éste; y , por otro lado, Las Meninas siguen estando presentes, son citadas cada veinte o treinta páginas y sobrevuelan todo el libro».
Sí que está incluida en estas páginas —y sirve de Epílogo— otra obra paradigmática, El matrimonio Arnolfini, de Jan van Eyck, un cuadro que fue considerado una joya por los Reyes de España, que siempre lo tuvieron cerca hasta que desapareció en la Guerra de la Independencia para ser rescatado posteriormente en Londres, y un cuadro que vieron y admiraron todos los pintores de la Corte, desde Velázquez a Goya, y cuyo espejo es un antecedente del de «Las Meninas».
El asunto de los espejos dentro de los cuadros, también como sistema para «meter dentro» de la obra al espectador, «daría para un libro aparte», pero Martínez insiste en que, aunque con distintos niveles de lectura según el bagaje intelectual de cada lector, ha querido hacer un libro accesible para cualquier interesado por la pintura, y por eso lo ha dividido en cuatro bloques.
Esos cuatro epígrafes son Estampas, carteles, mapas y fotografías, Tejidos y textiles, Cuadros dentro de cuadros, dentro de... y Espejos, sus reflejos y sus hechizos. El que puede antojarse menos interesante de esos apartados, quizás el de textiles, es tan apasionante que incluye el análisis del «El entierro del señor de Orgaz» de El Greco -uno de esas obras, apunta el autor, que se convierten en más importantes que el lugar que las acoge-, el del uso de la bandera estadounidense efectuado por el expresionista abstracto Jasper Johns, el de las reproducciones de la Santa Faz y la relación de Las Hilanderas de Velázquez con la mitológica fábula de Aracne —una relación no detectada por los estudiosos hasta mediado el siglo XX—.
«Sólo Las Hilanderas daría para varias tesis doctorales, durante siglos pasó por ser una escena de género más o menos costumbrista, pero su comprensión pasa por la imagen del tapiz del fondo, un claro ejemplo de metapintura que aúna los conceptos de materia y objeto, entre otros sugerentes asuntos, además de la figura de Aracne; es una pintura muy misteriosa, también ensombrecida por el fulgor de Las Meninas».
La frase del cantautor Quique González «El misterio dura más que la certeza» la ha tenido Martínez muy presente en la investigación y escritura de El eco pintado pero «sin caer en lo mistérico, sino enfocando las zonas de sombra, esos lugares en los que no se cuenta todo.