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1893: así llegó a León la asignatura de gimnasia

Profesores como Antonio Uriarte y Francisco San Blas Nimisguir impartieron las primeras clases

Caballo del gimnasio del Instituto Padre Isla en León. P. V. FERNÁNDEZ

Publicado por
Pedro Víctor Fernández  | Catedrático de instituto
León

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Mi profesor decía que somos herederos legítimos del s. XIX; mucho antes que esclavos de la informática, internet o el móvil que llevamos atado a nosotros como una bola de presidiario. La educación pública, la programación de materias para formar ciudadanos capaces de ejercer como tales forma parte de un empeño que empezó hace dos siglos; allí se fraguaron las bases del presente. Y salvo matices o destellos tecnológicos, no hemos avanzado mucho más. Algunas de las corrientes pedagógicas de entonces buscaban la formación integral del ser humano, al estilo clásico, el mejor referente que se podía encontrar en la historia: Mens sana in corpore sano. Eso sí, existió el mismo baile de leyes educativas que ahora, a gusto de quien se apoderaba en cada cambio político del sillón ministerial. 

Un siglo que tuvo casi cien gobiernos deja pistas de lo efímero que han resultado los diferentes planes educativos. Tal vez por eso hemos criado costras en algunos rincones de nuestra alma colectiva. Aquel siglo pasó por monarquías y regencias de escándalo clamoroso, pronunciamientos de espadones en cada primavera, revoluciones e involuciones, guerras civiles y coloniales… Rémoras que no impulsaron la creación del Estado-Nación. Pero quedó espacio —muy estrecho— para empezar a cultivar el cuerpo, tal vez porque aquella sociedad ya no se fiaba de la regeneración integral del país. 

En 1883 se creó la Escuela Central de Profesores de Gimnástica. Aquel carro comenzaba a rodar por la capital, aunque a provincias llegó más tarde. Mientras se preparaban los primeros profesores en Madrid, en León se estudiaba Historia Sagrada, Retórica y Poética, Geografía e Historia, Aritmética y Álgebra, Geometría, Psicología, Lógica, Ética, Física y Química e Historia Natural. No había Gimnasia. Pero en 1877 asistimos al primer embrión del proceso y aquellos alumnos del instituto empezaron a cursar la materia de Fisiología e Higiene, que se impuso tras un cambio de legislación educativa. La palabra higiene se abría camino en la educación oficial en el único  instituto de León en ese momento, el Instituto de Segunda Enseñanza, situado en el corral de Villapérez. La asignatura fue impartida en León por Antonio Uriarte, catedrático al que también le tocó dar Historia Natural.

Potro de gimnasia. P. V. FERNÁNDEZ

Sus contenidos estaban desglosados en 51 lecciones y la última tenía un epígrafe muy particular: Gimnástica e higiene del aparato locomotor; movimientos; su división en activos pasivos y mixtos; influencia de los mismos en la salud y en el desarrollo muscular; reglas para conseguir estos resultados; del ejercicio de la palabra; canto lectura y declamación; cuidados que debemos tener presentes para evitar los males que puede producir su abuso. Aunque mezclaba contenidos que hoy no pegan ni con cola de carpintero, se podría decir que la gimnasia se colaba en mitad de una lección del programa oficial de la segunda enseñanza. ¿Insignificante? No tanto.  

La asignatura de Gimnasia Higiénica se comenzó a impartir en el centro educativo leonés en 1893, el mismo año en que se instaló un teléfono en portería. Ambos hechos constituían sendas novedades de los nuevos tiempos que se avecinaban en el s. XX. Su primer profesor fue Francisco San Blas Nimisguir, que pasó fugazmente por aquí. Ese mismo año se había convocado la primera oposición de esta materia dentro del cuerpo de catedráticos, Como nota peculiar se anunciaba que sólo se podían presentar los médicos.

 Al año siguiente llegó a esta tierra Pedro Castellanos Tauler, verdadero impulsor de la asignatura hasta 1920. En el curso 1898-99 consiguió la instalación de un gimnasio, dotado con 1 caja polea, 12 bastones pica, 1 escala perroquet, 3 planchas dorsales u omopláticas, 1 dinamómetro y 1 talla. El material científico con que estaba dotado el centro fue aumentando progresivamente, lo que supuso un impulso fundamental para materias que aún estaban en pañales. Tauler, cubano de nacimiento, se preocupó desde el primer momento de defender una metodología concreta a la hora de impartir su materia, dotando el gimnasio de polea, pesas de barra larga, un dinamómetro Collins e instrumentos de salto y lanzamiento. Existían por entonces tres tendencias dentro de esta disciplina: gimnasia, deporte y juegos. Además, los higienistas fueron un grupo muy activo, tratando de adoptar los ejercicios más adecuados para el ámbito escolar, donde ya se usaba el potro, el caballo, el plinto y la cuerda de trepar.

Tauler entró en polémica con el combativo sector de los higienistas. En 1900 escribió una carta abierta en la Gaceta de Instrucción Pública dirigida al doctor Fraguas, criticando la postura de algunos médicos en el último Congreso de Higiene recién celebrado, pues, al parecer, pretendían combatir la impartición de la Gimnasia como asignatura obligatoria por ««la imposibilidad de individualizar el tratamiento»». O sea, una gimnasia a la carta, según el perfil de cada alumno.

Tauler dejó en evidencia que los médicos higienistas desconocían cómo se impartía una clase de gimnasia entre escolares. Argumentaba que, si los profesores estaban a la altura de sus competencias, se plantearían siempre unos ejercicios higiénicos y morales acomodados a la edad y constitución física de los alumnos, contribuyendo con ello a un buen desarrollo físico y mental. ««¿Quiere decir esto que los partidarios de los aparatos e instrumentos gimnásticos rechazamos en absoluto la bondad y convivencia de los juegos (físicos)? No, y mil veces no. Lo que nosotros hacemos es poner en práctica el pensamiento de M. Eugenio Paz, sintetizado en la siguiente frase: Los juegos tienen utilidad; pero a condición de ser escogidos y dirigidos. Es preciso que los niños jueguen y jueguen mucho; su salud y su moralidad dependen de ello. Pero los juegos son a la gimnasia lo que los postres al asado de una comida»». Quería decir, un complemento, no la actividad –plato— principal. 

Dos líneas de trabajo
Combinar la utilización de aparatos frente a otra línea que defendían los juegos corporales

Este profesor defendía una gimnasia bien planificada, estructurada por edades y niveles de exigencia, y no los ejercicios lúdicos del juego infantil y juvenil. El tema de fondo lo constituía una guerra de métodos a la hora de impartir esta asignatura. El método gimnástico dominante en España para atender la educación física escolar fue la gimnástica de Francisco Amorós, combinada con la gimnasia higiénica de sala del doctor alemán Schreber.

Pesa, martillo y discos. P. V. FERNÁNDEZ

Amorós era un pedagogo afrancesado, fundador de la educación física moderna. De hecho, su método se afianzó en la escuela, el instituto y el ejército. Consistía en el empleo de aparatos (trapecio, barra fija, paralelas, trampolín…), llegando a contar con muchos seguidores. Amorós creía en la educación integral del ser humano, incluso combinando la gimnasia con la música y los cantos religiosos o patrióticos. Por su parte, Schreber era un convencido de la disciplina física como remedio contra los males de juventud, incluida la masturbación y el exceso de intelectualismo en los planes de estudio. Por eso proponía la terapia generalizada de curar a través de la gimnasia, a base de ejercicios físicos de no excesivo esfuerzo: lo que hoy llamaríamos gimnasia correctiva. 

En el único instituto
Gimnasia Higiénica comenzó a impartirse el mismo año en que se instaló el teléfono

Tauler estuvo en la línea más vanguardista de su época, la misma que pretendía combinar la utilización de aparatos con un tipo de ejercicios aptos, a la vez que idóneos para toda la población juvenil en sus diferentes etapas. Frente a esa línea de pensamiento, figuraban otros grupos que defendían los juegos corporales y deportivos, estableciéndose una polémica entre médicos, pedagogos, higienistas y profesores de gimnasia para intentar implantar un método eficaz, unificando, si era posible, los ya existentes. Su paso por el Instituto fue definitivo en la consolidación de la Gimnasia como parte de la educación integral del alumnado.