El padre de Rubén: «Luchar por la escuela inclusiva fue un órdago que nos pudo costar cárcel»

Cuando la ONU reconoció, en septiembre de 2020, que Rubén Calleja había sufrido discriminación por el Estado español, al privarle de una educación inclusiva en un colegio público de León, donde estaba escolarizado desde Infantil, «no sólo nos dio la razón, dio el derecho a Rubén».

Las palabras su padre son el punto de arranque del documental Educación inclusiva. Quererla es crearla que, a partir del caso de Rubén, se acerca a otras luchas y movimientos por la inclusión social y educativa de las personas con diversidad funcional.

«La idea de hacer este documental nació al tener el respaldo de la ONU para poner en valor la vida y la lucha de las familias y la voz a los estudiantes con diversidad excluidos, segregados, discriminados, ninguneados y silenciados por la administración educativa», remarca este padre leonés que mañana presenta la película en el salón de actos de UGT a las 18.00 horas en su estreno en León.

La historia de Rubén, doce años de una familia en lucha que aún continúa en el Tribunal Supremo, se intercala con las voces de niños, niñas y jóvenes, familias y profesionales que invitan a cambiar la mirada sobre la diversidad. El documental, focalizado en el colectivo ‘Quererla es crearla’, narra las dificultades, las barreras y choques que han vivido estas familias.

La de Rubén lo llevó a sus últimas consecuencias. «El órdago fue fuerte, podía suponer cárcel y, lo peor, que nos quitaran la patria potestad», apunta Alejandro Calleja al hablar del coste emocional y psicológico, además del económico, que ha supuesto su titánica batalla.«Es inhumano pero sin duda volveríamos a repetirlo pues el día a día de Rubén así nos lo demuestra. Ahora queda que España como estado de derecho cumpla con el Dictamen del Comité de la ONU como es su obligación al ratificar libre y voluntariamente la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo». El documental pone el foco en una «realidad invisible para la mayor parte de la sociedad» que emerge en primera persona y de primera mano, a través de sus protagonistas: «Hasta que me armé de valor y le dije: profesor, no me irás a poner atrás otra vez...», relata una joven con síndrome de Down, «una mujer valiente», como le dice la ministra de Educación, Pilar Alegría. «Yo soy un niño que no me aceptaron en la clase desde Primaria hasta sexto y eso me parece que es un error de los profesores», Una joven gitana completa el abanico de la doble discriminación por razón de etnia y de discapacidad: «Me tocó el profesor que es el fantasma que te persigue. Siempre estaba en el punto de mira».

La cámara se acerca a realidades increíbles para quien aún no se ha puesto las gafas de la diversidad: «Soy Raúl, soy una persona con diversidad y he empezado a vivir completamente solo hace poco». Frente a las barreras que existen, a veces en las propias familias, atrapadas en los miedos, para permitir que las personas con diversidad funcional sean adultas, tengan relaciones.

Las aspiraciones de cambio de las familias ocupan la segunda parte del documental. Madres que aspiran a independizarse de sus hijos, como cualquier otra. «Sueño con que rompamos ese muro que hay entre nuestra mirada sobre nuestros hijos y la de la sociedad», dice una madre. «El derecho lo tenemos pero la realidad es muy complicadaEs un camino de esperanza, de lucha, de dolor y de resistencia», comenta Alejandro Calleja.

Son familias que, como Alejandro y Lucía, el padre y la madre de Rubén, han tenido un proceso de transformación interna. Son las primeras que confiesan que su mirada ha cambiado por sus hijos. «Tratar de entender cómo codifica mi hijo me desmontó la forma de entender el mundo y necesito que la gente que me rodea construya conmigo, aprenda conmigo. La mitad de los esquemas que tenemos no valen para nada», afirma un padre. Un proceso que ha cambiado, además, su idea y práctica de la masculinidad a partir de los cuidados hacia su hijo y la expresión de los afectos.

La inclusión social es «la última gran revolución social: el empoderamiento de la diversidad y que la igualdad sea un hecho y la educación es el primer eslabón», añade. Pero hace falta más que buena voluntad y buen hacer profesional. «La administración no pone los medios necesarios», apunta otra familia. Sin olvidar que «hay otras personas que no se sienten atendidas: migrantes, trans...» y que falta transversalidad en los grandes movimientos sociales —también en el feminismo, señalan— para incluir a todas las personas. Y eso que, como advierten, «la diversidad funcional puede variar en un minuto». Cualquiera puede necesitar en un momento de su vida que tiren de su silla de ruedas o que le entiendan sin que les hable el lenguaje ‘normativo’.

Siempre hay gente excepcional y en Quererla es crearla queda recogida la conducta de una cajera que es más que una anécdota. «Tranquilos, que está Raúl y tiene su ritmo», dice a la cola de clientes que esperan a que les cobre. «Esto no me lo enseñaron en la escuela», apostilla.

Hay muchas asignaturas pendientes en los planes educativos. Y los cuidados están entre ellas. Una madre, de esas a las que en los coles suelen llamar «moscas cojoneras», relata que durante la pandemia en el colegio de su hijo hicieron actividades en la playa y propusieron que él se quedara en casa por la dificultad de llevar la silla de ruedas. «Los cuidados deberían ser un contenido prioritario en todas las escuelas. Necesitamos un cambio social para que empujar una silla de ruedas sea responsabilidad de todas», alega. «Tiene que haber una apuesta desde arriba, no basta con la voluntad de madres y maestros», recalcan los protagonistas de Quererla es crearla . El documental abre puertas a los sueños y aspiraciones de sus protagonistas. «Iré a Adormideras a un instituto nuevo»; «haré Imagen y Sonido..»; «...y si eres actor espero que te acuerdes de mí». «¿Tú quién serías en La casa de papel ? El profesor...». En la cinta que nunca agradecerán lo bastante a Cecilia Barriga se observan escenas de tensión cuando las familias tienen que decir que no a sus hijos y sobre todo hay ternura y convivencia, entre personas con diversidad funcional e intergeneracional. Ahí está Milagros, la abuela de uno de los protagonistas, con la naturalidad de las personas sabias. Hay juego, diversión y baila... Y hay que ver cómo baila Rubén con Malena.

Rubén tiene 23 años y el balance que hacen su padre y su madre es positivo. «Te pones a pensar desde que nació hasta ahora:No hubiera ni soñado donde estamos. Rubén es satisfacción». afirma Lucía Loma en el documental, convencida de que actuaron como debían: «Este niño no se hubiera desarrollado igual en un colegio de educación especial». Rubén trabaja en Alzhéimer León, vive con su tía Nieves, con la que cultiva un huerto, y acude por las tardes a Amidown donde tiene su grupo de referencia para salir de fiesta y seguir avanzando en su autonomía personal. Quererla es crearla y otros colectivos que trabajan por la inclusión siguen empujando el cambio.