Diario de León

«Europa es un oasis de democracia»

Guillermo Altares, con su libro ‘Los silencios de la libertad’.

Guillermo Altares, con su libro ‘Los silencios de la libertad’.

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inés escario

La portada del nuevo ensayo del periodista y escritor Guillermo Altares da una pista de lo que el lector va a encontrar en Los silencios de la libertad (Tusquets): una mirada al pasado para entender «cómo Europa perdió y ganó su democracia». Ahora, el continente es, a sus ojos, «un oasis de democracia» en un mundo en el que este sistema político retrocede.

Altares (Madrid, 1968), que ha asistido como enviado especial a decenas de acontecimientos cruciales de la historia reciente, cree que la guerra de Ucrania nos demuestra que «tener una autocracia como la de Putin es un peligro para la democracia en toda Europa».

—¿Cómo nos ayuda la antigua Grecia o Roma para comprender la historia de la democracia y la ausencia de ella?

—A lo largo de los siglos, muchas sociedades han dado por garantizadas sus democracias y no era así en absoluto, de hecho las perdieron. Funcionan un poco como advertencias. ¿Por qué se han hecho tantas películas, series o novelas sobre la llegada de Augusto al poder? Realmente, había una República romana que había establecido una serie de contrapoderes, de garantías, de algo parecido al estado de derecho, aunque no hay que olvidar que había esclavos o que las mujeres no tenían ningún derecho. Pero los ciudadanos romanos varones libres sí que participaban en los asuntos públicos y dirigían su imperio. Y Augusto destruyó todo eso; nos hemos fijado tantas veces porque demuestra que no hay ninguna democracia lo suficientemente asentada como para que esté completamente fuera de peligro.

—Usted afirma que desde el primer momento en que nació la democracia en la Atenas de Pericles estuvo en peligro. ¿Qué es lo que la acecha continuamente?

—Son muchísimos y es muy difícil de saber. En el caso de Atenas, el deterioro institucional y la confianza en figuras providenciales que vienen a salvarnos a todos, y acaban destruyendo nuestros valores. En el caso de la Antigua Grecia, yo siempre había pensado que la democracia ateniense se acaba con la llegada de Alejandro Magno, pero no. En el momento de máximo esplendor de la democracia hubo dos golpes de estado producidos por el deterioro de las instituciones democráticas, por la Guerra del Peloponeso que es una guerra inútil que arruina y destruye la democracia por dentro. Realmente, uno se da cuenta de que los peligros de la democracia son realmente interiores, mucho más que exteriores.

—Nos traslada a la debacle militar de Atenas y la instauración de una dictadura, el llamado régimen de los Treinta, como momento que marcó una pauta de terror para otras tiranías. ¿Cuáles son los mecanismos que se repiten?

—El régimen de los Treinta, que es la segunda dictadura ateniense, tiene dos cosas interesantes que son muy contemporáneas. Una es el terror, muchas dictaduras exterminan a sus enemigos, y eso es algo que se repite en Augusto, en los Treinta, en la España de Franco, en Hitler y que llega a nuestros días, como Pinochet. Siempre hay una especie de patrón de que, cuando un dictador llega al poder, se produce el exterminio del enemigo. Y luego tienen otra cosa muy interesante; cuando se acaba la dictadura de los Treinta los griegos decretan una especie de -no solo amnistía- sino lo que llaman ‘olvidar los crímenes del pasado’. Y eso es un problema que se repite a lo largo de la historia. ¿Qué hacemos con la memoria?

—El libro transita de forma inevitable por el Holocausto. ¿Cuáles fueron las lecciones de esa época negra?

—Aunque es difícil hacer una valoración de crímenes, si hubiese algo parecido al mayor crimen de la humanidad sería el Holocausto. Tiene muchas lecciones. Como recuerda el memorial de Auschwitz, las cámaras de gas son el final del proceso, no el principio. Los genocidios empiezan con odio, con la deshumanización del otro, con la propaganda... Y otra lección es que un estado civilizado, avanzado y culto es capaz de cometer los peores crímenes. Hay una cosa que se olvida muchas veces y es que sin médicos no se hubiera podido producir el Holocausto. Las cámaras de gas siempre las operaban doctores y antes se produjo el asesinato masivo de los discapacitados, de las personas que la sociedad más tenía que proteger y ayudar. Sí que tenemos que ser conscientes de que la Europa Occidental y la Unión Europea en general es un oasis desde muchos puntos de vista.

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