Las eternas promesas que arrastra León

León arrastra proyectos sempiternos que no acaban de fraguar en los presupuestos públicos o, si lo hacen, no tienen la continuidad necesaria para convertirse en una realidad que demandan los agentes sociales para dinamizar la actividad de la provincia, que tiene en la construcción uno de los principales motores de desarrollo.

Hace falta que los responsables políticos, de uno u otro signo, den, de una vez por todas, el impulso definitivo al polígono de Torneros, fundamental dentro del desarrollo del Corredor Atlántico, que pasa de un tejado institucional a otro sin que la vía se asiente sobre el terreno leonés. Lleva casi tanto retraso como la puesta en marcha de la A-76, entre Ponferrada y Orense, que, por fin, ya aparece en las cuentas públicas.

Mucho peor están las cosas para el tramo central de la A-60, que une la capital leonesa con Valladolid, aunque la mayor parte del trazado se cose por una nacional de doble sentido que alarga el viaje más de la cuenta. Ni está ni se le espera, a pesar de que siempre ha sido un proyecto recurrente que sigue a medio hacer.

El primer tramo de esta autovía lo inauguraron allá por 2009 y hoy no hay fecha para terminarla. Apenas están hechos 46 kilómetros de los casi 140 que aparecen en los planos. Incluso tuvieron que actualizar la declaración de impacto ambiental porque caducó.

Más compromiso, al menos sobre el papel, hay con Torneros, a pesar de que la idea inicial ha quedado bastante desdibujada. No es una actuación aislada. Forma parte de una madeja de traviesas que Europa define como el Corredor Atlántico y que debería tener su núcleo en el municipio de Onzonilla, desde donde se canalizarán los tráficos de mercancías hacia el puerto del Musel o en dirección a Oporto y Vigo. El Bierzo, que ha quedado fuera de la alta velocidad de pasajeros, también se juega mucho en esta plataforma. De hecho, el enlace ferroviario hacia las Rías Bajas es el ‘eje principal del Corredor’, según los planes del Gobierno de España, aunque, de momento, esté en una fase embrionaria. Tiene una longitud de 420,2 kilómetros y se necesitarían 650 millones de euros —según datos oficiales— para renovar toda la estructura, adecuar los gálibos, modernizar los elementos de seguridad y ampliar la vía para que puedan circular convoyes de hasta 750 metros de longitud. Cohesionará Galicia con el centro del país a través de Astorga, Ponferrada y León.