Tras los pasos de Amalia
Vicente Yebra, aspirante a reportero, escucha interpretar a Amalia Quiroga un fragmento de El amor brujo en el piano del Club Lyceum de la Casa de las Siete Chimeneas madrileña. Un beso inesperado inicia una historia de amor insólita. Así comienza este relato fantástico escondido en una novela histórica —antes, durante, después de la guerra civi—-, en el envoltorio de una novela de amor. La peripecia narrativa se convertirá después en la búsqueda de Amalia, la mujer amada «que me había iniciado en el amor y en el sexo a mis diecinueve años». «La dulce, la lujuriosa Amalia», convertida en sirena en su imaginación, porque no sabía, dice Vicente, «dónde empezaba la realidad y dónde los delirios», al margen de una frase de la propia Amalia que le atormentaba, en medio de tantas dificultades, cambios, misterios…
El lector quedará atrapado en la tensión, en el suspense, en una sucesión vertiginosa de los acontecimientos, que incorpora a la historia central otras muchas historias de índole diversa, sin duda uno de los grandes logros al estructurarse como una filigrana perfectamente encajada. En ella, además del «ambiente político tan crispado» del momento, se incorporan figuras históricas de la época, personajes por tanto de la trama. Se trata, bajo este punto de vista, de una aportación documentada, aunque sea al amparo de la ficción, del Madrid de la época y de otras zonas a las que conduce la acción, Ponferrada –el «muy joven, muy intenso» Vicente Yebra es de aquí- y el Bierzo, por ejemplo.
Un relato fantástico sin duda en que juega un papel interesante el contrapunto del personaje que hila, sostiene, agilizad la fluidez narrativa, intensa, lo que permite el gozo lector y el deseo vivo de conocer el desenlace, cualidades que hablan de la bondad inequívoca de la novela. Súmense las descripciones, precisas, creadoras de ambientes, y la elegancia y riqueza de una prosa poética a veces, ágil y precisa siempre. El resultado no ofrece dudas. Para leer.