GALÁN Y HÉROE DE HOLYWOOD
El actor estadounidense Gregory Peck, el galán de «Vacaciones en Roma» reconocido como el mejor héroe del cine americano por su papel del abogado Atticus Finch en «Matar a un ruiseñor», falleció hace 20 años, el 12 de junio de 2003.
La elección de número uno entre el centenar de héroes de la lista elaborada por el American Film Institute fue el último reconocimiento que recibió este icono del Hollywood clásico, una semana antes de su muerte. Murió igual que vivió, apaciblemente, mientras dormía junto a su esposa desde hacía casi medio siglo, la periodista francesa Veronique Passani, a la que curiosamente conoció durante el rodaje de Vacaciones en Roma y de la que no se separó hasta su muerte a los 87 años. Símbolo de la honestidad y la honradez dentro y fuera de la pantalla, cambió la carrera de Medicina en Berkeley por la interpretación, una afición a la que contribuyó su abuela llevándole al cine cada fin de semana durante su infancia de hijo de divorciados.
Tras sus primeros pinitos en el teatro y estudiar en la prestigiosa Escuela de Arte Dramático de Neighzorhood Playhouse de Nueva York, Gregory Peck se convirtió rápidamente en un reputado actor de cine.
Forjado a lo largo de seis décadas de profesión y más de cincuenta películas, desde su debut cinematográfico con «Días de Gloria», en 1944, Peck imprimió su particular estilo en todos los filmes en que trabajó. Con gran presencia física, mirada franca e intensa y elegancia, causó sensación en Hollywood, donde se le disputaban directores como King Vidor, Alfred Hitchcock, Elia Kazan, William Wyler y John Huston. Fue con su segunda película, Las llaves del reino, con la que le llegó el éxito, al que seguiría Recuerda (1945), con Hitchcock e Ingrid Bergman, y el mítico western Duelo al Sol (1946), que ya le consagró como estrella del séptimo arte. El actor, además, dio muestras de su versatilidad, ya que igual enamoraba a la encantadora princesa interpretada por Audrey Hepburn en «Vacaciones en Roma» (1953), que encarnaba al bravo capitán Ahab en «Moby Dick» (1956) o se sumergía en el salvaje oeste de Horizontes de grandeza (1958).
Ya alejado de los papeles de galán que le inmortalizaron en sus primeros años, en las siguientes décadas participó en hitos como Los cañones de Navarone, El oro de Mackenna La profecía, Los niños del Brasil, Escarlata y Negro y Gringo Viejo. Pero el papel de su vida, le llegó en 1962 con la oportunidad de interpretar a Atticus Finch en Matar a un ruiseñor, la adaptación cinematográfica de la novela de Harper Lee, y el filme por el que consiguió el único Óscar de su carrera. Dirigido por Robert Mulligan, el filme narraba la historia de Atticus Finch, el defensor de un negro acusado de violar a una adolescente blanca en la Alabama de los años 30 y que, pese a que todas las evidencias apuntaban lo contrario, la hipocresía de los habitantes del pueblo condena al joven.
Los estudios querían a Rock Hudson o James Stewart para el papel principal, pero finalmente recurrieron a Gregory Peck, que acababa de tener éxito como padre acosado en El cabo del terror y que pronto vio la oportunidad de ganar la estatuilla que ya se le había escapado en cuatro ocasiones. Atticus Finch y Gregory Peck se fundieron en uno solo y hasta la escritora Harper Lee aseguró en el funeral del actor que, poniéndose en la piel del abogado, en realidad tuvo la oportunidad de interpretarse a sí mismo.
Conocido por sus ideas liberales y su defensa de diversas campañas progresistas, su nombre llegó a ser mencionado como posible candidato demócrata a la Presidencia estadounidense.
A lo largo de su vida, mostró su rechazo a la guerra de Vietnam, abogó por el control de las armas de fuego y expresó sus sentimientos a favor de la igualdad racial, además de promover numerosas obras de caridad y movimientos políticos. Peck rechazó públicamente su imagen candorosa cuando recogió en 1968 el premio Jean Hersholt de la Academia a la mejor labor humanitaria, al decir que «simplemente, tomo parte en las actividades en las que creo».