Ninguna historia tiene punto final
alfonso garcía
José Luis Rodríguez García, Catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad de Zaragoza, muerto en esta ciudad el pasado año, es un escritor leonés (1949) que nos ha dejado una amplia y comprometida obra literaria en novela, poesía y ensayo. Esta novela breve es póstuma, la última que corrigió. Y, como es habitual, nos ofrece buena literatura, excelente narrativa.
La desaparición de una niña —la niña de los Cardanes— y una mujer —Ernestina— constituye el apoyo, el sustento de fondo para trazar la vida de un pueblo costero, «un maldito pueblo alejado de la mano de Dios», como dice uno de los personajes, Vidal, que ha elegido este pueblo perdido para morir. A él ha llegado también el protagonista y narrador, que quedó con el nombre de Chico, aunque su verdadero nombre es Estanislao. «Mi vida –escribe- no es para estremecerse de júbilo». En este escenario hay un intenso desfile de personajes de la más diversa catadura. «La vida son nombres» y «cada uno se lo monta como puede para sobrevivir, para librarse de sus fantasmas, para decir silenciosamente a los otros que le dejen en paz. Así es la vida». Una existencia efímera. «Toda nuestra vida es una metáfora de algo». Así que cuando el Chico acabe el contrato de trabajo en una pizzería, «iba a irme, alejarme, desparecer»: «Tenía y tengo el proyecto de irme al otro lado del mundo porque, cuando no hay futuro, y nosotros no tenemos futuro, es preferible pensar que al otro lado del mundo luce el sol y que los bosques huelen…»
Además del perfil reflexivo de fondo, la sucesión de algunos amores transversales y las riquísimas referencias propias de un gran lector, es necesario resaltar que estamos ante una novela breve pero intensa, de gran belleza, anudado el desarrollo a través de capítulos muy breves, que, con frecuencia, se convierten en piezas de extraordinario valor literario, especialmente porque José Luis Rodríguez maneja con soltura diversos registros, con preciosos monólogos interiores. Desde el punto de vista del lector, uno tiene la sensación trepidante de que siempre va a pasar algo, de que la gran capacidad de contar nos implica en la acción, a veces simplemente a través del buen manejo de toques impresionistas.
Una gran novela en el haber de una obra literaria de muy personal y rica trayectoria que supera el medio centenar de títulos.