Josefina Herrero: «Nuestros usuarios son invisibles para la sociedad, uno vivió cinco años bajo un puente»
Empezó de voluntaria con 15 años y desde hace 25 está al frente de la gestión de la Sociedad San Vicente de Paúl (SSVP). Esta entidad, volcada en la infancia en sus comienzos y dedicada en cuerpo y alma a las personas sin hogar en la actualidad, trabaja desde el principio con hombres y mujeres y centra su misión en «fomentar la autonomía de las personas; no somos sus guardianes».
Trabajar con personas sin hogar «no es de color de rosa; es muy duro», señala Andrea Gómez Carrera, educadora social de la Casa Hogar San Vicente de Paúl y el centro de día Concepción Arenal desde 2021. Si hay alguien que conoce el color de de este trabajo es Josefina Herrero Durántez. En los 25 años que tiene de experiencia laboral y los diez como voluntaria ha visto de todo, hasta un cuchillo debajo de la barbilla que no le arredró.
«Ese chico una vez me dijo que nunca me haría daño y supongo que tuve la confianza de que no me iba a hacer nada», comenta. No cabrían en dos páginas todos los episodios que ha vivido en esta casa de la calle San Pedro , 28, a donde llegó desde el barrio de San Claudio donde tienen el centro de día para menores Ozanam , en homenaje al nombre del fundador de la Sociedad.
SVP enseña
Resuenan en sus recuerdos los nombres de Antonio, Isabel, José María... historias de superación a las que ha acompañado desde los recursos de Calor y Café , la Casa Hogar San Vicente de Paúl y el Centro de Día Concepción Arenal . O la impactante vida bajo el puente de un hombre que ha sido inexistente para la administración durante décadas y les ha costado Dios y ayuda demostrar que llevaba diez años en España. «Nuestros usuarios son invisibles para la sociedad; este hombre ha vivido durante cinco años bajo un puente en San Andrés», puntualiza.
El descenso en la edad de las personas que demandan atención, con un mayor número del tramo de 35 a 45 años, y la insólita afluencia de mujeres sin hogar son algunos de los cambios que palpan en los últimos años.
Calor y Café
Sefi, como la conoce todo el mundo, llegó con 15 años al centro Ozanam, dedicado al apoyo escolar y de ocio a la infancia. Una de las personas que trabajan a su lado, el educador de noche Juan José Castro la describe gráficamente. «Ver moverse a Sefi por la casa es increíble».
Ella apunta hacia arriba, a sus referentes y apoyos: «He tenido la suerte de coincidir con dos presidentes comprometidos y que confían en lo que hacemos», asegura. Primero fue Francisco Martínez de la Torre, Paco, y ahora Purificación Alonso de la Torre. Paco es su referente, una persona que define como «muy diplomático, pendiente de todos y humano». Y Puri es su aliada, aunque de entrada siempre dice que «no». «Ni se os ocurra, ¿sabéis el trabajo que os echáis encima?», suele decirles para dar la salida a un proyecto. «Cuando Paco empezó en la entidad se empezaron a mover muchas cosas y Puri ha facilitado que se haya hecho todo lo demás después de él». En 1997 abrió la Casa Hogar San Vicente de Paúl con 16 plazas (ahora son 11) «porque tenía una inquietud en dar un hogar a las personas que carecían de techo», apunta. En 2022 este dispositivo acogió a 31 personas, 16 hombres y 15 mujeres, que sumaron 2.836 estancias. Josefina Herrero entró a trabajar al año siguiente de abrirse la casa, el 13 de enero de 1998, con su título de administración y gestión. «Quedó el puesto libre, iban a meter a otro y dije que por qué no yo», recuerda. Con el tiempo se convirtió también en trabajadora social tras obtener el título en la Escuela de Trabajo Social de León.
Su tarea cotidiana en la Sociedad San Vicente de Paúl —del que ha estado apartada por una baja en los últimos meses— es la conjunción perfecta de ambas especialidades. En estos veinticinco años, ha sido testigo y parte activa en los cambios en la labor asistencial con las personas sin hogar. «Trabajamos de manera totalmente diferente al comienzo. Ahora tenemos planes individualizadas. En la casa hogar hay mujeres, cosa que al principio no se podía, y contamos con plazas sociosanitarias...», explica Herrero.
Recientemente han logrado implantar la norma de calidad ISO 9000, un sello que facilita el acceso a ayudas como las del IRPF que otorga la Junta en régimen competitivo con otras entidades.
Prácticas y trabajo
El reglamento de la casa era estricto y pronto se dieron cuenta de que «necesitábamos una cierta flexibilidad» para trabajar con personas que no están preparadas para asumirlas. Nació así Calor y Café, el albergue nocturno cuyos inicios hay que buscarlos en la calle Plegarias y en el voluntariado que, desde Cáritas, el comedor social de Asleca y la propia Sociedad San Vicente de Paúl, prestaron para acoger en lo más crudo del invierno a personas sin techo. «Al principio tenían unas sencillas hamacas», recuerda. Calor y Café, que echó a andar en 2004, acoge a hombres y mujeres desde el primer momento. En los dos últimos años han visto aumentar la demanda femenina de este servicio hasta el punto de que «a algunas no les hemos podido dar entrada» por falta de plazas, ya que disponen de cuatro y es el único dispositivo nocturno mixto de la ciudad.
La cuarta pata de la Sociedad San Vicente de Paúl en León la completa en 2012 el Centro de Día Concepción Arena, abierto con el apoyo de la Fundación Alimerka para proporcionar un espacio diurno a personas de la calle y de hogares precarios castigados por la pobreza energética.
Todo esto se hace con 160.000 euros de ayuda económica. «Somos un chollo para la administración», asegura Sefi Herrero. Pero no se podría llevar a cabo sin el medio centenar de personas voluntarias —casi todas mujeres—, los ‘vicentinos’ socios y el rastrillo solidario que está abierto en el local del centro de día —calle San Pedro, 28— que es imprescindible para hacer obras de reforma o afrontar la subida de la factura de la luz.
El equipo en la sombra que se mueve al compás con Sefi también es especial. «Antes de ser trabajadores todos hemos tenido un vínculo; nos han elegido para formar parte de un capítulo de su vida», apunta la gerente. Juan José Castro, educador de noche, llegó a Calor y Café desde el ámbito de la seguridad privada. Conoció el servicio en la pandemia, cuando las personas sin techo fueron alojadas en el pabellón San Esteban. «Es muy gratificante, aunque también hay historias de fracaso y situaciones difíciles», señala el joven. Enfrentarse a un caso de delirium tremens de una persona que apenas pesaba 50 kilos y tuvieron dificultades para subirle a la ambulancia, junto con los sanitarios, ha sido una de las experiencias más impactantes que ha vivido.
Por lo general, el ambiente en el albergue es tranquilo. En 2022 acogió a 176 usuarios diferentes en 2022, 35 mujeres, que sumaron 3.543 estancias. La mayoría son de nacionalidad española —114— mientras que 62 eran de otros países.
Lorena Tirado Patiño también es educadora de noche en Calor y Café desde septiembre. A diferencia del trabajo anterior por las mañanas, siente más cercanía con los usuarios en este servicio. «Conversamos mucho antes que se vayan a dormir. Somos como un apoyo, no estamos para hacer de guardianes», puntualiza. Una vez que se apaga la luz su puesto está en la oficina, desde pueden seguir los movimientos a través de los monitores que reflejan lo que captan las cámaras. «Si se levantan al baño, nos saludan por la cámara».
Mónica Muñoz es la responsable de dar las entradas a Calor y Café por las mañanas y se ocupa también del servicio de Emergencias y da apoyo escolar a los menores del centro Ozanam por las tardes. El registro no es un mero trámite burocrático ni de control. Para muchos es el primer contacto que les facilita la tramitación de prestaciones, empadronamiento u otras necesidades «para ver qué podemos trabajar con ellos». La Sociedad San Vicente de Paúl «es muy importante para mí porque por primera vez me vi como educadora social», subraya.
Andrea Gómez Carrera está al frente de la Casa Hogar y del Centro de Día Concepción Arenal. Entró a hacer prácticas como educadora social en cuarto de carrera y con un mes de paréntesis para hacer el TFG, empezó a trabajar en julio de 2021. «Nuestro trabajo no es de color de rosa, es duro, tienes que saber gestionarlo», advierte. Admite que «muchas veces las cosas salen bien y te sientes llena porque esa persona se ha dejado llevar por ti y ves que ha conseguido lo que se proponía», pero otras muchas «ves cómo vuelven para atrás». Es como la vida misma, concluye. «Nunca hay que dejar de luchar y todas las personas merecen una oportunidad», subraya. «La Sociedad San Vicente de Paúl enseña a la ciudad que una persona por no tener recursos no tiene que ser menos, persona que tú, porque siempre hay un fondo y siempre hay un por qué», añade. Lo sabe de lo mucho que ha escuchado en estos dos años.
En el Centro de Día Concepción Arenal, con 40 plazas, atendió en 2022 a 241 personas, 193 hombres y 48 mujeres, en su mayoría en el tramo de edad de 30 a 54 años. Uno de los últimos proyectos es la sala Amelie, dedicada de forma especial a eliminar la brecha digital en las mujeres y entre los proyectos inmediatos figura acondicionar el local que han recibido de una donación para un rastrillo permanente «porque trabajamos por las personas, pero necesitamos recursos», recuerda Sefi. El sueño que esperan cumplir pronto es poner en marcha un piso supervisado como puente entre la casa hogar y la autonomía definitiva de personas sin hogar.
Quien quiera conocer más o colaborar con la Sociedad San Vicente de Paúl puede acercarse a su sede y durante estos días de fiesta a los diferentes espacios públicos a los que lleva su Musizon, con mercadillo, musicaeduca, concierto de alumnos de Mi Teclado, suelta de globos y gymkana. Hoy están desde las 12.00 en la plaza del Grano, el lunes 26 en la plaza Mayor, el martes 27 en la Catedral, el miércoles 28 en Puerta Castillo y el jueves 29 en San Isidoro. Salen a la calle por los de la calle, a abrazar el mundo como les encomendó Federico Ozanam porque «el abrazo cambia vidas».