Un policía de Gijón tras el rastro de las letras de Babia
Javier Molina y Ángeles de la Rosa tienen un pie en Llanos de Alba y otro en La Cueta
La vinculación de la pareja con Babia tiene solera. Ángeles de la Rosa Álvarez salió con 16 años de Piedrafita de Babia, su pueblo natal. Su padre, de Pinos, y su madre de Torrebarrio. «Me fui cuando mi padre se jubiló de la mina pero siempre he tenido nostalgia y añoranza», comenta.
En Asturias conoció a Javier Molina Marcos, que entonces era policía local en el Ayuntamiento de Gijón. Vivían en Oviedo y «coincidió que a él le gustaba mucho Babia», comenta. Amantes de la naturaleza y de los pedales, un buen día llegaron hasta La Cueta de Babia, el pueblo a más altitud de León, y encontraron su casa ideal. «Teníamos la ilusión de vivir, pero el problema es que son casas para la vida antigua y pensando en que vamos para mayores, decidimos buscar algo con más cercanía a servicios como centro de salud», comentan. La cuadra de ovejas, ya convertida en vivienda, es su remanso de paz para el verano y cuando les apetece pasar unos días.
«Me jubilé de la Policía Local del Ayuntamiento de Gijón y aunque Ángeles aún trabajaba como empleada de hogar y de limpieza decidimos que tenía más valor el tiempo libre que seguir en Oviedo»
En Llanos de Alba encontraron un piso en un bloque que fue la última construcción levantada antes de que explotara la burbuja inmobiliaria. Un pequeño dúplex con vistas a la montaña en la que malviven los últimos restos del castillo de Alba a duras penas a la explotación de la cantera que surte a la cementera. Desde su ventana pueden ver la cinta transportadora de la materia prima.
«Al principio, íbamos a La Cueta hasta sin calefacción. Era el paraíso. Pero en invierno a veces la nieve tapa la casa. No me veo espalando la nieve con ochenta años», comenta Javier. En Llanos de Alba, donde se instalaron y empadronaron en febrero, han encontrado «un entorno muy bonito y una gente encantadora que nos ha recibido con los brazos abiertos».
Aparte de la cercanía a los servicios y a las vías de comunicación con la capital y Asturias, «tienen un polideportivo impresionante, pistas de pádel y están haciendo un centro salud nuevo con la piedra del derrumbe de la central térmica».
«La falta de reconocimiento a Guzmán Álvarez es una injusticia por parte de la administración, que es la primera que tiene que pujar por su figura. Cuando una administración no empuja por sus valores, mal vamos»
Aparte de una mujer que vive de continuo en el edificio, el resto de la vecindad es temporal. Vienen a pasar el verano incluso desde Canarias. «Me considero un trashumante, ni echo de menos Gijón, ni Oviedo; a donde voy siento la raíz», apostilla Javier.
En LLanos de Alba han encontrado buena vecindad y un lugar idóneo para practicar otra de sus aficiones, la bicicleta de montaña. «Fue un destino que encontramos por azar cuando nos planteamos dejar Gijón al jubilarme con 61 años», explica Javier, que ahora tiene 63. Ángeles, de 56, trabajaba como empleada de hogar y limpieza. Aún no está jubilada, pero «tenía más valor el tiempo libre y disfrutar de la vida, que es muy corta y Oviedo, aunque no es grande, ya está estresante y todo va muy rápido». La pareja admite que «teníamos la idea de que el tiempo en el ámbito rural pasa más despacio, pero a medida que pasa el tiempo parece que todo va a más velocidad», añade. Javier Molina es gijonés con raíces en León.
Tributo a la tradición
En Santa Marina del Rey. La tía Áurea, a quien recuerda de su infancia, es el punto de arranque de un curioso y laborioso libro, Del filandón de Babia publicado el año pasado por el Club Xeitu. Una compilación de textos que abarca toda la tradición literaria babiana conocida. «Recuerdo cómo la escuchaba ensimismado mientras nos contaba alguna historia de ánimas o desaparecidos, o algún romance de caballeros y princesas, o adivinanzas picantes que acaso nos harían sonrojar», cuenta de la tía Áurea, a la que imagina en los filandones del invierno.
«Cuando pude ser consciente de todo lo que aquella mujer podía legarme, ya se había muerto, y con ella una parte de la sabiduría popular», apunta en el primer capítulo Calechos y Afilandones, hornos de la tradición oral. Javier Molina Marcos ha dedicado una década a recopilar y ordenar textos de diferente temática en este volumen, ilustrado con fotos antiguas del Club Xeitu, el Museo de los Pueblos de Asturias y colecciones particulares. Javier Molina se convirtió en colaborador del Club Xeitu porque «veía que era de las asociaciones que más tiraban de la cultura tradicional». Cuando se puso a buscar cosas de Babia se dio cuenta de lo que poco que había publicado.
«‘Del filandón de Babia’ aspira a ser un libro de síntesis sobre lo que se ha publicado, con anterioridad a él, en torno a las tradiciones orales de la mítica comarca leonesa de Babia, paradigma de estar perdido»
En la inmersión que ha hecho en las letras babianas está sorprendido, y también indignado, por la falta de reconocimiento hacia la figura de Guzmán Álvarez , el autor ‘exiliado’ de El habla de Babia y Laciana y Estampas de Babia, oriundo de La Riera y Cabrillanes. «Es una injusticia por parte de la administración, que es la primera que tiene que pujar por su figuno empuja por los valores que tiene... mal vamos», sentencia. Javier Molina subraya su admiración por el filólogo babiano que hizo su carrera profesional y su familia en Holanda tras terminar la carrera con Dámaso Alonso en los años 40.
«Leyendo las Estampas de Babia se te ponen los pelos como escarpias», apunta. Los maestros babianos trashumantes que iban a enseñar las primeras letras a las aldeas aisladas de Asturias, la trashumancia, la romería de Carrasconte o las ferias en Piedrafita de Babia son solo algunos ejemplos de las muchas ventanas que este autor singular abre a la literatura que tiene a Babia como protagonista o como tema relevante. Retazos de un pasado real y plagado de leyendas, como la que pudo convertir a Torrestío en Santiago de Compostela, «Es una pequeña historia de Babia, olvidada y desconocida. Si no es por personajes como ellos, moriría con los viejos», señala.
Casi 300 títulos aparecen citados en los diferentes capítulos a los que da entrada un prólogo de José Luis Puerto: «Del filandón de Babia aspira a ser un libro de síntesis sobre lo que se ha publicado, con anterioridad a él, en torno a las tradiciones orales de la mítica comarca leonesa de Babia, que, como la salmantina de Las Batuecas, se toma como paradigma de estar perdido, de estar en la inopia, debido a ese mito arcaico y paradisiaco por el que esta comarca leonesa —como la salmantina— está investida desde antiguo». La pareja que llegó de Asturias a Llanos de Alba con un libro bajo el brazo —Ángeles de la Rosa Álvarez también ha contribuido desde sus recuerdos de infancia y conocimiento de la comarca y es la encargada de la dedicatoria— se suma al censo de 387 habitantes que este pueblo tiene en el padrón de 2022.
Una población que ha sufrido el vaciamiento demográfico a lo largo de los últimos tiempos. Llanos de Alba llegó a tener 440 habitantes en 2008. Javier Molina investiga ahora la toponimia de La Cueta y ya tiene la mirada puesta en Llanos de Alba, de cuya historia se ha empapado a través de las investigaciones de Juan José Sánchez Badiola. El «inmenso patrimonio minero» que dejado una época corta pero intensa es una nueva fuente de inspiración