Titanic, la eterna fascinación por la tragedia
Sabía que había sido una implosión”, la conclusión a la que James Cameron, director de “Titanic” (1997), llegó al enterarse de que se habían perdido las comunicaciones con el submarino Titan.
“Ni Dios lo hundiría”. Aquella frase sobre el Titanic ha pasado a la posteridad como una de las más desafortunadas de la historia. “Prácticamente insumergible”, decían del lujoso navío que se hundió trágicamente tras chocar con un iceberg la noche del 14 de abril de 1912. Debido a una serie de errores humanos unidos a la mala suerte, 1.517 personas perdieron la vida.
Ahora, 111 años después, el transatlántico más famoso de la historia se ha cobrado cinco vidas más: las de los tripulantes que iban a bordo del Titan , el submarino que implosionó el pasado 18 de junio mientras descendía para visitar los restos del naufragio.
Así, son muchos los que ponen nombre a la desgraciada casualidad y hablan de “la maldición del Titanic”, como si fuera una leyenda sobre un barco fantasma que sigue ligado a la catástrofe a pesar del tiempo.
Y es que, mientras vuelve a ser tendencia en redes sociales y se ponen de moda una vez más las obras derivadas sobre su historia, lo cierto es que el Titanic sigue causando en muchos una magnética fascinación, como la de los cantos de sirena que arrastraban a los marineros a un ineludible destino.
El hundimiento del barco inhundible
Cuando el 10 de abril de 1912 el RMS Titanic inició el que fue su primer y último viaje, muchos de los que lo habían hecho posible soñaban con pasar a la historia por haber creado el barco más lujoso del mundo.
Sin embargo, la razón por la que el navío de White Star Line colmó los titulares y ha pasado a ocupar un lugar en los anales para la posteridad, fue una mucho más trágica: el Titanic, aquel que decían que era “indestructible”, se hundió en el fondo del mar llevándose consigo más vidas que supervivientes dejó.
Solo sobrevivieron 706 de las 2.223 personas, entre pasajeros y tripulación, que iban a bordo. Una terrible cifra culpa de una serie de malas decisiones que van desde el número de botes salvavidas de los que disponía el barco (tan solo 20 de los 64 que podría llevar), al pánico colectivo por el cual muchas de estas embarcaciones descendieron sin cubrir todas las plazas de las que disponían.
Una mala suerte de confianza ciega, ambición y desafortunado azar hicieron que el Titanic no pudiera evitar el desastre. Un iceberg, personificación de la incontrolable naturaleza, fue la causa. El RMS Titanic chocó a las 23:40 del 14 de abril y se hundió definitivamente a las 2:20 de la madrugada del 15 de abril.
Había alerta sobre bloques de hielo en una noche sin luna, pero de cielo estrellado y despejado, que se reflejaban en la superficie de “un mar que parecía de cristal”, según el superviviente Archibald Gracie.
Como él, muchos admiraban la belleza del gélido océano desde la majestuosidad del buque, sin ser conscientes de que horas después muchos perecerían en unas inclementes aguas a -2ºC, e ignorando las terribles ironías del destino que pudieran haber ofrecido otro desenlace.
Del fondo del mar a los anales de la historia
Y es que hay teorías, aunque sea imposible probarlas, que sostienen que, si el transatlántico hubiera chocado frontalmente, hubiera podido continuar su navegación. Y, si hubiera logrado girar unos segundos antes, habría podido esquivar el iceberg.
Además, si el SS Californian, a 20 millas del Titanic, no hubiera confundido las bengalas de socorro con fuegos artificiales de celebración, quizá hubiera llegado a tiempo para recoger a los pasajeros. De hecho, había sido ese barco el que avisó al transatlántico de la presencia de icebergs, aunque recibieron una descortés respuesta.
Y fue otro buque, el RMS Carpathia, el que escuchó los mensajes de auxilio y acudió al rescate de los supervivientes. Pero cuando llegó a las 4 de la madrugada, el naufragio ya había sido letal.
Pero lo que es indudable es que, desde su hundimiento, el Titanic ha sido objeto de una magnética fascinación, que creció todavía más cuando en 1985 se descubrieron sus restos en el fondo del océano Atlántico, a 3.800 metros de profundidad, a los que el paso del tiempo va corrompiendo poco a poco.
Muchos objetos han sido rescatados desde entonces y, junto a fotos y otros objetos de los supervivientes, han dado lugar a exposiciones y museos dedicados al barco, que permiten contemplar vestigios de la trágica historia, como una prueba física de que la leyenda fue real.
Un suceso en el que la historia real y la leyenda se entremezclan en teorías de la conspiración, como aquella que sostiene que el barco que realmente se hundió fue el Olympic y que el dueño del transatlántico J. P. Morgan provocó el naufragio a propósito para cobrar el seguro y acabar con su competencia creando una Reserva Federal, o la que atribuye el desastre a un incendio en las carboneras.
Eterna leyenda de un recuerdo perecedero
Por supuesto, la historia del Titanic también se ha recreado en distintas obras derivadas. La más famosa de ellas, la película de 1997 dirigida por James Cameron y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.
La cinta hizo historia en los Óscar, al hacerse con 11 estatuillas doradas. Y ahora, resurge 26 años después ante lo sucedido con el Titan, pues son muchos los que quieren revivir la historia a través de la ficción y volver a conmoverse con el mítico drama de amor entre Jack y Rose.
Lo mismo ha sucedido con el documental “Ghost of the Abyss” (2003), disponible en Netflix y que, tras lo ocurrido con el submarino, se encuentra entre lo más visto de la plataforma 20 años después de su estreno.
Conocido en español como “Misterios del Titanic”, está dirigido también por James Cameron y, al igual que la película de 1997, cuenta con imágenes reales de lo que queda del naufragio debajo del mar. Esos mismos restos que, en algún momento, desaparecerán.
Quizá sea esta evidencia de lo imperdurable, parte de esta oscura magia: el hecho de que, conforme pasen los años, ya no quedará ninguna evidencia física en las profundidades marinas, hace que haya personas que deseen contemplar el pecio del Titanic ahora que todavía existe, como es el caso de las cinco víctimas del hundimientodel Titán.
Al principio, hubo en muchos esperanzas de que durante las 96 horas de oxígeno de las que disponían los tripulantes, pudieran rescatarles. Una cuenta a vida o muerte en la que no lograron encontrar el vehículo y que encogía el corazón de muchos al pensar en la lenta agonía de los pasajeros. Después, se supo que la muerte fue prácticamente instantánea cuando se perdieron las señales.
El naufraguo que hace naufragar
El propio James Cameron ha hecho un total de 33 inmersiones al barco, parte de ellas para el rodaje de su película. Y, como alguien experimentado en el campo, supo lo que le había ocurrido al Titan al enterarse de que se habían perdido la conexión y el seguimiento: “la primera explicación que se me ocurrió fue una implosión”, dijo a ABC News el director.
El cineasta “estaba impresionado por el parecido entre el desastre del Titanic en sí mismo” y lo ocurrido con el submarino, ya que ve en lo sucedido “una tragedia con muchas similitudes, en la que no se hizo caso de las advertencias y que ha ocurrido exactamente en el mismo lugar”.
Y es que ya en 2018 una treintena de expertos en vehículos submarinos advirtieron a Ocean Gate sobre los peligros del enfoque experimental de su proyecto, al igual que un exempleado de la empresa, David Lochridge.
Pero para Stockton Rush, CEO de la compañía, “la seguridad era pura basura”, tal y como dijo en el podcast “Unsung Science” del corresponsal de CBS David Pogue. Y admitió en imágenes publicadas por el Youtuber Alan Estrada por tanto “haber roto algunas reglas”.
Él es uno de los cinco fallecidos que iban a bordo de la nave, junto al empresario británico Hamish Harding, el multimillonario pakistaní Shahzada Dawood y su hijo, Suleman Dawood; y el francés Paul-Henri Nargeolet.
Este último, fascinado también por el Titanic, había descendido unas 37 veces y era amigo de James Cameron: “le conocía desde hace 25 años y que haya muerto trágicamente de esta forma me es casi imposible de asimilar”, dijo.
Ahora, mientras “My Heart Will Go On”, la mítica canción a la que Celine Dion puso voz para la banda sonora de la película, se vuelve viral en Spotify, acumulando más de medio millón de reproducciones en un fin de semana; son muchas las reflexiones que se comparten ante lo acontecido. Pero lo que está claro es que, la fascinación por el Titanic, igual que el corazón en la melodía, continuará.
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