Diario de León

Una terapia ‘de película’ contra el cáncer

Una paciente de 24 años y madre de una bebé relata cómo la inmunoterapia Car-T le salvó la vida, cuando la quimio era inútil

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Pasaba las fiestas de Navidad con su hija de cinco meses cuando Sara Torres Benisty notó que «algo no iba bien». Dos semanas después, a comienzos de 2020, le dijeron que tenía un tumor de diez centímetros en la caja toráxica. «¿Esto se cura?», fue su primera pregunta, cuando le explicaron que padecía un ‘linfoma no Hodking tipo B difuso de células grandes’ y que debía someterse a quimioterapia. «Cuando te diagnostican algo tan terrible como el cáncer, piensas en la muerte», recuerda Sara, que entonces tenía 24 años y su bebé, cinco meses. El cáncer que se alojaba en su organismo no se curaría con los tratamientos usuales y ella salvaría la vida gracias a una terapia celular que dos años antes no hubiera tenido disponible.

Primero recibió una combinación de quimio y un fármaco de inmunoterapia. «En su caso, la respuesta fue muy buena, con remisión completa metabólica a los cuatro meses de terminar», afirma María Casanova, hematóloga del Hospital Costa de Sol en Marbella. Al medio año tuvo una recaída, de «muy mal pronóstico». «Era el doble de grande. Del mediastino me llegaba hasta el cuello. Me lo podía palpar», rememora Sara, que se sometió a una «segunda línea de inmunoquimioterapia para intentar un trasplante autólogo, con lo que se puede rescatar a un tercio de los pacientes», explica Casanova.

Sara tenía cada vez menos probabilidades de sobrevivir. «El tumor era más fuerte que la quimio. Esa noticia sí que me frustró», confiesa Sara.

Con una «respuesta parcial, sin remisión completa», Casanova le propuso una alternativa que «no llevaba mucho tiempo siendo financiada (por la Seguridad Social)»: una terapia Car-T indicada sólo para dos tipos de linfoma, una de ellas la de Sara que «se suele dar en chicas y jóvenes entre 30 y 40 años», explica la médico. «Es un tipo de inmunoterapia celular, que no usa un fármacos sino las células del paciente, sus linfocitos T, que se extraen y, mediante ingeniería genética, se les inserta un receptor para que sean capaces de reconocer a la célula tumoral y atacarla».

En el año que Sara se sometió a esta ‘medicina individualizada’ el proceso se hacía sólo en los laboratorios de Gilead en Estados Unidos. Ahora también tienen una base europea en Ámsterdam (Países Bajos), que reduce los plazos. «Hay varios tipos de terapia Car-T de diferentes compañías, pero el indicado para ella era éste», especifica Casanova, que hizo una rotación en la Unidad de Terapia Car-T del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, para «entenderla bien».

Según los estudios clínicos, «en el caso del linfoma difuso, cuando se utiliza en tercera línea (después de dos intentos con quimio), la terapia Car-T ha demostrado un potencial de curación de un 43% de pacientes vivos a los cinco años tras el tratamiento», indica una fuente de Gilead. «Cuando se adelanta a segunda línea, más de un 60% de pacientes siguen vivos a los dos años». Puede parecer poco, pero para una persona joven es un universo entero.

Ahora bien, por el coste de la terapia, entre 300.000 y 400.000 euros por paciente según dos consultas distintas, el sistema público impone ciertos requisitos y Sara los reunía: había pasado por dos líneas de quimio y tenía una salud estable. «Yo estaba llena de miedo», confiesa Sara, que tiene una cuenta en Instagram -@delamanoconsara- para animar a quienes están en una situación similar a la que ella vivió.

Guerra interna

Las células inmunitarias T (un tipo de glóbulos blancos) de Sara viajaron de España a América, y regresaron seis semanas después (ahora demoran alrededor de 20 días), alteradas con el gen que contiene el «receptor quimérico de antígenos» (también conocidos como ‘Car’, de ahí el nombre ‘Car-T’). En ese lapso, Casanova luchaba por mantener a raya el tumor de su paciente, con corticoides.

En julio de 2021 le infundieron sus células modificadas y multiplicadas, después de tres días de quimio para despejar el camino. «Era algo extraño en tu cuerpo que atacaba al tumor», recuerda Sara, que tuvo fiebre como efecto secundario. «Era de película. Te vienen los hematólogos, farmacéuticos, todo el equipo y están alrededor tuyo. Te meten la terapia en seis o siete minutos. No me fui a casa curada, pero al mes vieron que el tumor había reducido más de la mitad. A los tres meses quedaba muy poquito». Dos años y medio después, «Sara está curada», asegura Casanova.

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