Como cenizas al viento
josé enrique martínez
Nacido en Buenos Aires en 1942, Ariel Dorfman se estableció en Chile en 1954 y adoptó más tarde la ciudadanía chilena; hoy día su tiempo transcurre entre Santiago y Durham, en Carolina del Norte, donde ha ejercido la docencia. Su obra más afamada es La muerte y la doncella (1990), drama representado en un centenar de países y llevado al cine por Polanski. Ensayista y novelista, cae del lado de la poesía con Palabras desde el otro lado de la muerte, un poemario que da voz a personajes históricos que hablan desde la otra orilla. Dorfman fue activista de los derechos humanos y tuvo que exiliarse de su país con la dictadura de Pinochet; pasados los años, aquel escritor «colérico, súper politizado», aspirará a «un pacifismo muy fuerte y una vocación de paz más que de guerra», según él mismo escribe. De esta ansia pacifista y antibélica nacen los poemas de Palabras desde el otro lado de la muerte, que comienzan con una oración a la Virgen: «No creo en Dios, Madona mía. / Pero mi madre está muerta y no puede protegerme» en esta época en la que parece que todo va «precipitándonos hacia el apocalipsis». Los poemas que siguen convocan a muertos conocidos para recriminar a los que promueven guerras, dolor y muerte, entre ellas, muy presente, la guerra de Irak. Picasso, por ejemplo, reconviene al general americano Colin Powel que hizo caer «diez mil Guernicas» sobre Bagdad; el rey Hammurabi impreca a otro de los que dirigieron la ominosa guerra: «Si no te maldigo yo, ¿quién se atreverá?»; por su parte, Dante, en un largo poema (todos lo son), alude a las víctimas que esperan a Trump al otro lado para que rinda cuentas. Son poemas que no nos dejan indiferentes, que remueven la conciencia, y no desde la adustez, sino desde la voz dolida y conmovedora.
En otro camino, el del amor, Dorfman escribe poderosos poemas, como aquel en el que el rey del Imperio mogol de la India evoca a su esposa Muntaz, para la que construyó el mausoleo del Taj Mahal, hoy patrimonio de la humanidad. El quevedesco «Amor constante más allá de la muerte» va dejando huellas en la poesía de Dorfman, porque «expresaba perfectamente el amor que sentía, más allá de la muerte, por mi esposa Angélica»; de ese amor brota el impresionante «Réquiem para sus cenizas», en el cual reitera, de otro modo, el famoso verso «polvo serán, más polvo enamorado», cuando los amantes entiendan que «si no mueres con amor no has vivido, si no mueres de amor no has vivido».