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La misionera que frena suicidios en Japón

-Quedan 250 por el mundo. "Cada vez son menos «pero seguimos siendo muchos porque León es una provincia muy misionera", asegura la religiosa comboniana Natividad Fernández

Teresita Álvarez Pellitero. JONATHAN NOTARIO

León

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Medio centenar de misioneros y misioneras de la Diócesis de León han celebrado el encuentro estival para compartir sus experiencias por el mundo. Teresita Álvarez Pellitero , misionera en Japón de las Carmelitas la Caridad de Vedruna pertenece a la parroquia de Santa Marina de León y lleva 59 años de misión en Japón.

«Fui, porque me mandaron, en 1964. Cuando los olímpicos de Japón», confiesa. Había soñado con ir al Congo, a África , pero con 22 años, cuando estaba en un colegio de Orense, «me dijeron: usted está destinada a Japón». Necesitaban profesoras de música y Teresita había estudiado la carrera de Piano en el Conservatorio de Valladolid.

Se subió al avión y, tras aterrizar del largo viaje, en un tórrido 2 de agosto, «pensé que estaba enferma porque sudaba muchísimo y en España no se sudaba así». No sabía ni una palabra de japonés y ahora le resulta difícil encontrar algunas palabras precisas en castellano.

Teresita había sido alumna de las Carmelitas de Vedruna de León. «Me llamaba la vida religiosa» y a los 18 años se puso los hábitos. En Osaka, su primer destino, fue profesora de música, catequista y voluntaria en la parroquia durante más de tres lustros. Después fue destinada «al otro mar, enfrente de Corea», a la ciudad de Totoni. En Tokio pasó otro año y ya lleva 38 en Kobe.

Foto de familia de las misioneras y los misioneros leoneses en el Seminario. JONATHAN NOTARIO

Sobrevivió al terremoto de 1995 pero se les cayó el colegio y tuvieron que dar clases durante dos años en casas prefabricadas. Los famosos bueyes de esta región japonesa «no los vemos, están en el campo». De lo que está cerca es de la soledad y el problema del suicidio a través del Teléfono de la Esperanza. De hace 35 años, casi el triple de lo que lleva funcionando en León, escucha las voces de la desesperación al otro lado del «teléfono que no duerme».

«Me he encontrado con el verdadero Japón escuchando el teléfono. Hay mucha soledad y mucho suicidio», afirma. Los vecinos no se conocen ni se saludan entre sí y preguntar no está bien visto, es como una falta de respeto. «Hay poca vecindad», apostilla.

A veces se encuentran ante casos graves ante los que no pueden hacer nada, salvo apretar el botón de emergencia para avisar a la policía y que intenten evitar lo peor. «Cuando voy al teléfono le digo a Jesús: Habla por mí». A veces le faltan las palabras, lo importante es que después de estar hablando «sea la persona la que diga lo que quiere hacer».

Cuando se consigue parar un suicidio o aliviar el sufrimiento de la soledad, «es una alegría grandísima». También reciben llamadas de personas agradecidas por haber vivido tras la ayuda recibida por el teléfono en una crisis.

Cuando Teresita llegó a Japón, casi todas eran españolas. De tal manera que llevaron las costumbres de la comida nacional, que mantienen en el almuerzo. Para cenar tienen menús japoneses, a base de sopas de algas o soja, pescado asado o verduras hervidas «porque les gusta que conserven el color».

Todo le va bien a esta mujer de 82 años que hacía cinco años que no pisaba León. «Ya solo quedamos dos españolas y nos dieron permiso para venir cada dos años, pero con el covid no había podido volver». No añora nada, aunque se siente feliz de pasear entre los monumentos y no piensa en quedarse ni en volver a España. «Hasta que el señor me llame quiero seguir en Japón, es una vida entera allí». «Le aprecio muchísimo y ellos también me aprecian», asegura. En el colegio aún tiene misiones como profesora de religión de los pequeños de 6-7 años y con charlas adaptadas al alumnado de Infantil, el más numeroso porque es un colegio privado y «el nivel económico ha bajado mucho».

Sor Cristina Werinba, delegada de Misiones de León. JONATHAN NOTARIO

Fuera de esta isla misionera, la ausencia de la religión es casi total. «No les hablan para nada de Dios ni de moral. No conocen a Dios». El Japón que conoció en los años 60 estaba herido anímicamente por la IIª Guerra Mundial y aún hoy hay temas sensibles. «Hay que respetarles y quererles», señala sor Teresita.

La juventud se parece mucho a la de cualquier parte de Europa, cree. «Con internet, los jóvenes japoneses no se diferencian en nada de los jóvenes de todo el mundo». El encuentro misionero en León «es muy estimulante» porque «la iglesia es universal», apostilla.

Miguel Ángel Llamazares se prendó de la labor de las misiones combonianas en Äfrica, en particular en Sudán, cuando un fraile del seminario de Saldaña (Palencia) les habló de lo que hacían allí. Era un chiquillo del colegio Luis Vives de León. «Cosas que para mí eran normales, como la escuela o la atención médica, allí la hacían las misiones. Los frailes incluso hacían los pozos».

Miguel Ángel Llamazares. JONATHAN NOTARIO

El deseo de ir a África le llevó a estudiar Teología a Kenia. Luego le destinaron a Filipinas donde permaneció 20 años en las ciudades de Manila y Cebú. «Fue una gran empresa, un momento de gracia. Me tocó acompañar a jóvenes misioneros y animar las universidades en Filipinas», explica.

Llegó en la era posMarcos y fue testigo del régimen violento y represor de su sucesor. En la que fue colonia española, queda de España «la religiosidad y el don de la fe; de la lengua, muy poco, y algunas tradiciones, fiestas y comidas». Y apellidos, más de un Llamazares se ha encontrado. «No necesariamente son descendientes porque muchas veces se les daba el apellido»,comenta. El fraile leonés, de 59 años, es el provincial de los Misioneros Combonianos en España. «Ahora nos toca ser misioneros en España. España también es un país de misión», asegura.

«Francisco, el papa, nos dice que somos misioneros allí donde estamos y eso es lo grato y lo verdadero», asegura Natividad Fernández, de Trobajo del Camino y misionera en África hasta su traslado a Zaragoza, donde vive ahora. «Me dijeron que España también necesita misiones y como la juventud se va acumulando ahora estoy con un grupo misionero en Zaragoza». Natividad está «feliz de ser misionera y estar en León hoy». Muy orgullosa, además, de que «León es una provincia misionera, y aunque quedamos pocos, aún somos muchos porque, Zaragoza, siendo más grande, tiene menos que León».

Natividad Fernández. JONATHAN NOTARIO

El encuentro misionero fue bendecido por el obispo Luis Ángel de las Heras y el himno de León, al son de las pandereteras y bailadoras, puso el broche final con un guiño a la añorada tierrina.