Rosario, 93 años: «Me gusta mucho bailar»
La vida en el centro de día transcurre con lentitud. El ritmo y las necesidades de las personas marca el paso. Los afectos también ocupan tiempo. Rosario Reyero, de 93 años, es una de las usuarias del centro. Está comiendo alrededor de la mesa que comparte con su unidad de convivencia. «Estoy contenta con los compañeros», dice. Cuando Inma le pregunta cómo se encuentra, su primer gesto es mirarle a los ojos y cogerle la mano con las suyas. Rosario es oriunda de Valduvieco, en el municipio de Gradefes: «Bailar me gusta mucho», responde cuando se le pregunta por sus actividades favoritas.
Muy cerca se sienta Arturo, de 94 años, de Valdevimbre. Tuvo una bodega que fundó su padre, lo recuerda bien, y ahora la lleva su hijo. «Me viene a ver por la tarde cuando puede», afirma el hombre que ahora vive en León. Charo tiene 92 años y estuvo al frente de una tienda. «Aquí estamos bien porque nos tratan bien», asegura. La mayor de todo el grupo es Soledad Diez, de 98 años. «Soy de un pueblo de la montaña», aunque el nombre se le queda en la punta de la lengua. Todos le alaban por su longevidad y la buena cara que tiene. Ella se siente agradecida y orgullosa de vivir con su hijo, su nuera y su nieto.