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FILOSOFÍA EN IMÁGENES

El regreso a Ibiza de Walter Benjamin

Cecilia Orueta publica un libro de fotografías con el que recrea la última época de vida del escritor antes del suicidio

Cecilia Orueta fotografiada por Mar Astiárraga

León

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"Cómo sea el resto del verano dependerá esencialmente de la cuestión económica. En cualquier caso, esta era mi única oportunidad de escapar al oprobio que marca los ingresos y transacciones en berlín, que últimamente lo somete a uno a una tensión insoportable (...) Seguro que me entenderás si te digo que aquí vivo en una casa para mí solo, tomo tres comidas al día —sin duda muy provincianas y con cierto gout du terroir, pero delicadas en su conjunto— y pago por todo eso 1,80 marcos diarios. Se entiende que la isla está realmente al margen del comercio mundiale incluso de la civilización, de modo que es preciso renunciar a toda clase de comodidades. Pero no cuesta hacerlo, no sólo a causa de la paz interior que da la independencia económica, sino también por el estado de ánimo en el que este paisaje, el más intato que jamás he visto, le pone a uno». En esta carta de Walter Benjamin a Gerhad Scholemar el pensador explica la paz que ha hallado en Ibiza, la isla que le permitió sus últimas jornadas de paz antes de regresar a Alemania, huir del nazismo y suicidarse en Portbou, donde está enterrado, ante el temor de ser deportado a Francia por el franquismo.

Ibiza. La isla perdida de Walter Benjamin ha sido también una exposición que aún podrá verse hoy y mañana en Factor. Espacio San Feliz.

Cecilia Orueta ha seguido los pasos del filósofo en este tiempo de felicidad detenida para crear una joya fotográfica publicada por Eolas, Menos Lobos y Rocobricks, a los que agradece una edición primorosa que transmite al lector la atmósfera de los días de Walter Benjamin en su retiro mediterráneo.

Imagen de la obra de Cecilia Orueta ‘Ibiza. La isla perdida de Walter Benjamin

La obra conjuga las imágenes de la artista con las cartas que el autor envió a sus amigos en las que les confiesa hasta qué punto su vida en las Pitiusas se ha convertido en una experiencia casi sublime. La creadora destaca que la idea de poner en marcha este proyecto surgió de la lectura del libro Cartas de la época de lbiza, de Walter Benjamin, una recopilación de las cartas escritas por el autor durante sus dos estancias en Ibiza en los años 1932 y 1933 realizada por el poeta ibicenco Vicente Valero. «Son cartas que Benjamin escribe a algunos amigos y conocidos compartiendo sus impresiones y experiencias en la isla de Ibiza. Esas cartas me hicieron soñar con esa Ibiza que describe. Mi fotografía suele ser narrativa y la mejor manera de narrar comienza en la imaginación, que luego se convierte en imagen», subraya.

La obra del autor alemán, principalmente ensayística, bebe del marxismo, la teología judía y el subrrealismo. Perteneciente a la Escuela de Frankfurt. Nunca quiso convertirse en alguien útil para la sociedad, según él mismo expresó, y su obra se movió entre la traducción, la crítica literaria, el paseo (la flannerie) y el ensayo, si bien su sueño fue escribir una obra hecha a base de citas de los demás. Escrutó los escombros de un siglo que amanecía y, entre ellos, los de su propio ser...

Orueta constata que el tema en la fotografía marca mucho el resultado estético de las imágenes. «Al leer las cartas de Benjamin tuve el deseo de expresar lo que yo sentía durante su lectura y ello me llevó, por decirlo de alguna manera, a vaciar ese sentimiento en imágenes. Yo hago en fotografía lo que me gusta, pero sobre todo hago lo que puedo. La fotografía a veces es caprichosa y no se dejan domar fácilmente», dice. Por ello, la artista, autora entre otros libros de The End, sobre el final de la minería, decidió huir del bullicio que hoy en día domina la isla, explorando la naturaleza y caminando por los bosques que él frecuentaba en sus solitarios paseos. Resalta que su objetivo era prestar atención a los detalles, aguzando los sentidos y sobre todo trabajando mucho. «He viajado a la isla cuatro veces buscando una y otra vez esos paisajes, esas casas levantadas por los campesinos usando la piedra y la cal que Benjamin tanto retrató, la racionalidad de aquella arquitectura popular cuya pureza de formas enamoraba a los arquitectos vanguardistas de la época».

Detalle de una de las fotografías de la obra. CECILIA ORUETA

Así, ha conseguido alumbrar destellos del espíritu que engendró la última jornada vital del pensador, abriendo caminos que, en su opinión, fueron muy parecidos a los que transitó el alemán.

Defiende Orueta que, a pesar del turismo, la isla sigue siendo mágica, que existen muchos lugares todavía en los que perderse, espacios idílicos que no solo destacan por sus aspectos geográficos sino también históricos. Así, resalta que Walter Benjamin vislumbró ya durante su segunda estancia en la isla la amenaza del progreso, puesto que en el año 1933 se construyeron en San Antonio y en Ibiza los primeros hoteles. «Ello le llevó a reflexionar sobre algo que es una constante en su obra: la relación entre lo antiguo y lo moderno y el avance del progreso sobre la tradición. Hoy en día, aunque irreversible sobre todo en lo que se refiere a la tradición oral, sí existen ciertas inquietudes en ese aspecto», destaca.

La fotógrafa es autora también de un libro sobre los escenarios en España de Pablo Picasso y confirma que la manera de trabajar fue la misma en origen: me documenté, viajé a los lugares de los que hablaba Benjamin en sus cartas, busqué su huella en esos lugares, pero, al contrario que en el libro sobre Picasso, aquí el tema me marcó una estética fotográfica muy diferente. Traté de fotografiar esa Ibiza benjaminiana que me sugerían sus cartas y que es más soñada que real.

La ensoñación de las fotografías de Cecilia Orueta se completa con los fragmentos epistolares que van sembrando el libro con fogonazos que nos permiten inmiscuirnos en sus pensamientos. «Nunca podrá usted hacerse una idea adecuada —le escribe a Gretel Karplus— de la forma que el viento se mueve por estos espacios, de las puertas, que no son más que finos tabiques, del eco de cada palabra en todos los rincones...»

A juicio de la creadora, las dos estancias de Benjamin en Ibiza le marcaron profundamente por cuanto fueron dos de las épocas más felices de su vida, que no se caracterizó precisamente por la tranquilidad. «Además de las cartas a sus amigos, en Ibiza escribió también una serie de textos de gran hondura poética que reunió bajo el título de Serie de Ibiza, así como gran parte de su libro más famoso: Infancia en Berlín hacia 1900. Se sabe también que se planteó volver a la isla una tercera vez, un propósito que ya no pudo llevar a cabo. Yo estoy segura, por todo ello, de que Ibiza entró en el imaginario de Benjamin como una arcadia feliz y que así la evocó siempre, estuviera donde estuviera».

De hecho, la artista considera que el viaje fue determinante y que puede hablarse de un antes y un después en la vida de Benjamin a partir de ese viaje a Ibiza.

Una de las escasas imágenes que se conservan del escritor en la isla. DL

Y es que el escritor sabía que el mundo caminaba hacia la catástrofe y, de hecho, fue una de las razones por las que se suicidó en Portbou. En una carta destinada a Gershom Sholem y fechada el 22 de abril de 1932 el autor expresa la influencia que la isla le ha causado: «Queda decir finalmente que existe una serenidad, una belleza en los hombre —no solo en los niños— y, además de eso, una casi total libertad de los extraños que debe conservarse mediante la parquedad de informaciones sobre la isla….Desgraciadamente, todas esas cosas pueden quedar amenazadas por un hotel que se está construyendo en el puerto de Ibiza».

Y es que el alemán ya vislumbraba, a través de una acerada capacidad para analizar y advertir los riesgos que sufría la naturaleza, cómo la invasión del turismo acabaría con la virginidad de la isla.

Walter Benjamin llegó a Ibiza en 1932 después de un viaje que le llevó desde Hamburgo hasta Barcelona y desde la ciudad condal hasta las Pitiusas. Allí vivió, según sus propias palabras, una de las temporadas más felices y tranquilas de su vida, entregándose a la contemplación del paisaje, a la escritura y a la lectura bajo los árboles, los baños de mar, a las conversaciones o visitas a los bares del lugar, a las largas caminatas e incluso al amor.