Diario de León

León acoge a la segunda generación de saharauis

Un oasis del Sáhara en Valencia de Don Juan. Medio centenar de niños y niñas saharauis de los 127 que han llegado este verano a Castilla y León en el programa Vacaciones en Paz se dieron ayer un chapuzón refrescante en las piscinas. Se izó la bandera polisaria y las autoridades tomaron el té en una jaima.

Las familias bercianas y leonesas con parte de los niños y las niñas saharauis que acogen este verano en la provincia con Vacaciones en Paz. FERNANDO OTERO.

Las familias bercianas y leonesas con parte de los niños y las niñas saharauis que acogen este verano en la provincia con Vacaciones en Paz. FERNANDO OTERO.

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Un total de 20 menores saharauis (14 en con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui del Bierzo y 6 con Asped León) disfrutan en la provincia leonesa de Vacaciones en Paz . Son hijos e hijas de la primera generación que participó en este programa que, desde los años 90, hace ya más de 30 años , saca de la asfixiante hammada a menores de 8 a 12 años que han nacido en los campos de refugiados del Frente Polisario en Argelia.

La madre de Huda, una niña de ocho años con problemas de visión, fue una de aquellas niñas. En los años 90 pasó dos veranos con una familia de San Justo de la Vega. «Estuvo escolarizada un tiempo aquí porque tenía un problema en la vista», recuerda Antonio López.

Después de dar vueltas por diferentes oftalmólogos les dijeron que la niña necesitaba un trasplante de córnea, que nunca llegaron a hacerlo. Finalmente, la niña regresó a los campamentos sin recuperar la vista del ojo y las familias perdieron el contacto. «No había móviles como ahora y tenían que ir a llamar lejos de su casa», señala.

Hace un par de meses recibieron una sorpresa. Leseila, la mamá de Huda, localizó a su familia de acogida a través de las redes sociales. Buscaba un hogar que acogiera a su hija este verano en España. Ella se encontraba en Alicante pendiente de diagnóstico y tratamiento para un bebé de pocos meses, el hermano pequeño de Huda.

«La reclamamos y está en nuestra casa». La niña, de ocho años, procede del campamento de Auserd, como casi todos los saharauis que han llegado a León este verano. Al igual que su madre tiene problemas de visión. En esta ocasión, esperan que se pueda solucionar con más fortuna que con su madre. Tras una primera consulta en Astorga, el oftalmólogo contactó con el equipo del Hospital de León y «le harán una revisión más en profundidad», señala Antonio.

Huda es una de las 127 menores (67 niños y 60 niñas) que este verano pasan las Vacaciones en Paz en Castilla y León. Ayer, menores y familias tuvieron la oportunidad de encontrarse y refrescarse en las piscinas de Valencia de Don Juan, «el buque insignida del turismo» en la capital coyantina, como dijo el alcalde, el leonesista Ricardo Barrientos,

El parque acuático se convirtió en un oasis del Sáhara, con las jaimas levantadas por las asociaciones y la bandera del Frente Polisario que colocó en el tractor cortacésped Yahdih, un saharaui de 39 años que es empleado del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan desde 2016 y reside con su familia, su esposa saharaui y dos hijos en la capital coyantina.

La familia de Myriam Merayo, de Posada del Bierzo, lleva 27 años con el programa Vacaciones en Paz «Empezó mi madre y ahora sigo yo», señala la presidenta de Amigos del Pueblo Saharaui del Bierzo, que representa la segunda generación de solidaridad con el pueblo saharaui en la provincia leonesa.

En 2023, las mayoría de las familias son nuevas. La presidenta de Asped León, Raquel Coronado, apunta que «ha sido un poco difícil pero al final han surgido seis nuevas familias». Isabel Lago escuchó en la radio la llamada para familias de acogida, lo planteó en casa y ha acogido a Hadifa, un niño de ocho años de Auser. Teresa se enteró por el periódico. «Valoré si económicamente nos lo podíamos permitir y me apunté». Acoge a Sidahmed, que sale por primera vez de los campamentos al cumplir los ocho años y será operado en los próximos días en el Hospital de León de una hernia gigante. «Es un niño que ayuda mucho en casa, muy educado y todo le sorprende», señala sobre su primera experiencia como acogedora.

María Jesús combina el cuidado de su madre dependiente con la acogida de Habdalahi, otro menor de ocho años. «Dedico mis vacaciones y un mes de excedencia», señala. Envió la solicitud fuera de plazo pero fue incluida como familia acogedora. El niño campa a sus anchas por Cordonillos, un pueblo a cinco kilómetros de Sahagún. «Es educado y obediente, aunque en el pueblo ya ha cogido mucha confianza, y le encanta el fútbol», dice Teresa.

Patricia decidió sumarse al programa tras ver el anuncio por Instagram. «Fui la primera en llamar», comenta la madre de acogida de Sara, de 10 años. Tiene una hija adolescente, Alejandra, y quería que también compartiera la experiencia. Las dos chicas se entienden muy bien. A Sara le gusta mucho la piscina y las muñecas y se sorprende de que Ale sale de casa con sus amigas o no tiene un horario para levantarse en vacaciones. Su motivación: «Sacarles de aquel calor», resalta. Las familias comentaban las diferencias entre el comportamiento de niños y niñas saharauis, ligadas a los marcados roles de género en su cultura.

Vacaciones en Paz se extiende este año desde mediados de julio a finales de agosto. A través de internet y los móviles están en contacto con las familias en los campamentos. La madre de Sidahmed también fue niña de Vacaciones en Paz en León en los años 90 y se entienden perfectamente con ella en las comunicaciones por teléfono porque «habla español».

Muchos de los niños que habían venido a otras familias leonesas en años anteriores cumplieron los 12 años en pandemia y ya no pueden venir. La presidenta de la Unión de Asociaciones de Castilla y León Solidarias con el pueblo saharaui (Uacyl-Sáhara) destacó destacó el papel de las familias porque «sin ellas no se podría llevar a cabo el programa Vacaciones en Paz» y mostró su deseo de que en el futuro los niños y niñas saharauis puedan salir de su país cuando lo deseen y no solo durante dos meses. «Eso no sucederá hasta que recuperen su país».

Las familias se ocupan de la manutención y alojamiento y en parte de la educación. «Pensé que lo sabía todo pero han pasado muchos años y me he dado cuenta de que hay que tratarlos con mucho cuidado desde el principio y marcar las pautas como si fueran hijos nuestros. No hay que decirles a todo que sí, ni a todo que no».

El gerente de Servicios Sociales de la Junta Carlos Raúl de Pablo, destacó que León es la segunda provincia después de Valladolid con más menores acogidos en este programa que la Junta apoya desde 2012, a excepción de los años de la pandemia. Para este verano, se ha firmado un nuevo convenio por importe de 35.000 euros.

«Con esta iniciativa, los niños que viven durante todo el año en el desierto conviven en un entorno familiar nuevo y durante dos meses evitan el clima extremadamente árido y caluroso y conocen otra cultura», añadió.

El delegado saharaui en Castilla y León, Abdalahe Hamad Ahmed se dirigió a los niños en árabe para pèdirles que se porten bien y agradezcan la acogida en Valencia de Don Juan y de las familias. Para terminar con un ¡Viva el Frente Polisario!.

Desde hace más de una década, está en marcha el programa de tratamiento médico, dirigido a niños de los campamentos, pero también a menores procedentes de otros países de África. Desde 2012, se ha atendido en Salud Castilla y León a 13 menores. Seis saharauis y cuatro de Camerún y otros tres de Mozambique, Guinea Ecuatorial y la República del Congo. Este año operaron a un niño camerunés tras la solicitud de la Fundación del Hospital Mayo Rey de Burgos.

El otro programa que se lleva a cabo desde el curso 2012-2013 es ‘Madrassa’, para la escolarización de niños de más de 12 años que no sólo reciben la educación de la Comunidad, sino que conviven con una familia castellana y leonesa durante todo el año. Este curso se espera la llegada de ocho menores, al igual que el curso pasado. En total, la Junta ha apoyado los estudios de 202 niños de distinto origen. La gran mayoría, 117, son saharauis, y otros han llegado de Ucrania, Rusia, Bolivia, Ghana, Senegal, República del Congo, Marruecos, México o Togo.

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