José García, 104 años: «Si no te adaptas a la vida vives renegado»
José García, labrador y zapatero en La Utrera, cumple años el día 5 de septiembre
«Lo que te pasa de niño nunca se olvida». Eso y los once meses que estuvo en los frentes de Zaragoza y Andalucía durante la guerra civil «sin conocer la cama, en la trinchera» son los recuerdos que más claros permanecen en la memoria de los 104 años de vida de José García, labrador de profesión y zapatero por devoción. «Del trabajo de la tierra casi no me gustaba nada, pero era lo que más ejercía, y con mi oficio de zapatero disfrutaba mucho, le dedicaba mucho tiempo. Si quieres hacer las cosas bien tienes que dedicarles tiempo».
A José le ha salido bien dedicarle tiempo a la vida. Nació en La Utrera el 5 de septiembre de 1919 y este año no piensa en celebraciones porque hace pocos meses perdió a una hija de 66 años. Es la segunda que muere de los cinco hijos que tuvo con Concesa Díez, su mujer y compañera de vida durante 73 años y que falleció hace cinco a los 96. Omañeses y trabajadores. «Estaba todo el día trabajando. El día que no trabajaba no era un buen día para mí. Así era la vida, no teníamos nada y había que trabajar mucho». Aunque esa dedicación día y noche le divertía «porque lo hacía con cariño».
El mejor recuerdo lo tiene de su oficio de zapatero. «Hacía y arreglaba zapatos. Le dedicaba tiempo porque me gusta hacer las cosas bien». Aprendió el oficio en un taller de La Coruña, propiedad de un hermano. En esta ciudad gallega estuvo siete años. «Aprendí lo bueno y lo malo. No hay oficio que no tenga cosas malas. En la artesanía hay mucha diferencia entre hacer las cosas con tiempo o rápido. Tuve muy buenos maestros en La Coruña y si hacía algo mal me reñían, me insistían en que lo volviera a repetir, pero siempre con educación».
La vida le dio un susto de salud del que se ha recuperado. Le operaron de un cáncer de colon a los 89 años. Tras la muerte de la hija con la que convivía, es otra hija, Estrella, la que se ocupa de sus cuidados en León. «Le ayudo en todo. No maneja bien los dedos para vestirse solo, ducharse y afeitarse, pero come solo». José bromea: «Si tuviera que afeitarme todavía me atrevería», le dice a Estrella.
El consejo
En su rutina diaria no falta la lectura. Es un gran lector, lee todo lo que cae en sus manos. En la sala de su casa tiene siempre a mano varias revistas y libros. Se lee todos los que su hija Estrella saca de la biblioteca pública, la mayoría con temática leonesa. Durante esta entrevista muestra mucho interés por nuestros pueblos de origen. «Leo por la mañana y por la tarde paseo. Leo de todo, no hay papel que encuentre que no lo lea. Lo que más me gusta es leer, pasear por Padre Isla y hablar, me gusta la gente que se explica, aunque si no me gusta la conversación me canso de hablar». ¿Y de qué no le gusta hablar a José García? De política. «La política es buena para los políticos, porque viven de ella, pero los demás qué ventilamos ahí».
Sacristán antes que zapatero
Los años le han enseñado latín. En realidad lo aprendió a los pocos años de vida, cuando era sacristán en la iglesia de su pueblo antes de marcharse a la guerra. «Cantaba en el coro y decía la misa entera en latín».
Y también le gusta comer. Come de todo, no sigue ninguna dieta específica y apenas toma medicamentos, salvo los habituales para una persona de su edad como el seguril, un protector de estómago, para el colesterol y para la circulación, como el Adiro.
¿Por qué cree que ha llegado a los 104 años de vida? A esta pregunta no sabe qué contestar. Se toca las manos y se queda pensativo para luego responder con una sonrisa. «Esto lo trae la vida, no hay quien lo sepa».
"Con el tiempo todo el mundo llega a desear la muerte. Yo todavía no. ¿Quién no tiene miedo a la muerte?"
Sólo fumó mientras estuvo en el frente durante la guerra civil. Cada vez que recuerda esos años le cambia el semblante. «Allí nos daban tabaco gratis y no se podía tirar. Y sólo recuerdo una borrachera en mi vida. Fue cuando acabó la guerra. Junto con unos compañeros del frente nos bebimos una garrafa de coñac».
Después de vivir siete años en La Coruña y aprender el oficio de zapatero regresó a La Utrera. «Me fui de La Utrera para aprender el oficio de zapatero. La vida era muy pobre y sólo había lo que daba la tierra. Mi hermano tenía un taller de zapatería y era sargento del Ejército. Yo volví porque quería formar una familia. Siempre soñaba con tener un hogar. Desgraciado el hombre que llega a los 50 años y no tiene un cobijo. Pensé que tenía que cambiar de vida. Yo veía a muchos hombre mayores en La Coruña que estaban solos y no quería vivir así. Volví. Conocía a la que fue mi mujer desde que íbamos juntos al colegio. Era guapa y buena gente, como toda su familia. Nos casamos». Él tenía 31 años y ella 29, mayores para la época. Tuvieron cinco hijos que le han dado diez nietos y un biznieto. «La vida es la que dispone y hay que adaptarse y si algo sale mal hay que volver a empezar. Lo principal es trabajar para ser algo y hacerlo bien y no poner mala cara a nada, si no eres toda la vida un renegado».
Gran lector
Como recuerda, sólo fumó en la guerra, le gustaba beber un poco de vino, «pero no soy de bares» y caminaba mucho. «En aquellos años se caminaba mucho porque no había medios de comunicación. Venía a León andando. Tardábamos siete horas. Mis padres tenían un comercio y una cantina y trabajábamos la madera para hacer cubas. En la zona de mi pueblo había mucho roble y veníamos a León a vender maderas, huevos, pollos, cosas de la huerta. Al entrar a León pagábamos los fielatos (derechos de consumo). Era poca cosa, según lo que pesara la mercancía en libras. Recuerdo los maravedíes, las perras, los reales, los céntimos y las pesetas. Ahora son los euros, pero como ya no manejo dinero, que se encarga mi hija, pues los entiendo poco».
El 5 de septiembre cumple 104 años. «¿Quién no tiene miedo a la muerte? No he conocido a nadie que quiera morirse. Lo que hace falta es tener salud. Cuando alguien se suicida es porque le pasan cosas difíciles o no tiene bien la cabeza. Con el tiempo hay mucha gente que desea la muerte. Yo todavía no».