Diario de León

La madurez indómita de Carmelo Gómez

«Estoy aprendiendo a vivir con una edad distinta y otra forma de ser», dice el leon

Hermoso, Gómez y Tolcachir, ayer en Barcelona. ENRIC FONTCUBERTA

Hermoso, Gómez y Tolcachir, ayer en Barcelona. ENRIC FONTCUBERTA

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El actor leonés Carmelo Gómez, gran estrella del cine de los 90, hace tiempo que no hace películas, pero en el teatro ha encontrado «un lugar donde recalar» y «aprender a vivir con una edad distinta y otra forma de ser», según ha dicho en Barcelona, donde estrenó ayer Las guerras de nuestros antepasados .

Carmelo Gómez da vida a Pacífico Pérez, un preso lleno de matices y contradicciones que conversa con el Doctor Burgueño, interpretado por Miguel Hermoso.

El montaje es una adaptación del libro del mismo título de Miquel Delibes, que se estrenó en Avilés (Asturias) el pasado mes de noviembre y ha estado dos meses en el madrileño Teatro Bellas Artes, antes de llegar al Teatro Goya de la capital catalana.

El montaje, que dirige el argentino Claudio Tolcachir, permanecerá en Barcelona hasta el 15 de octubre y después seguirá de gira por España, para volver a Madrid en mayo del año que viene.

En rueda de prensa, Gómez se ha mostrado este miércoles «muy a gusto» sobre el escenario, un lugar en el que, según ha revelado, «me siento con presencia».

«Echo de menos el cine, porque el cine es maravilloso, pero es tan maravilloso que muchos quieren estar ahí y no todos llegan», ha añadido este actor que anunció hace a ocho años que abandonaba el cine porque él le había abandonado antes a él, «por mis ideas».

Desde entonces está «navegando bien» en el teatro, aunque reconoce que cada vez le cuesta más sortear el oleaje del mundo de la interpretación en España.

«Los días pares pienso que voy a dejar la profesión y los impares decido seguir», ha señalado con una sonrisa este actor combativo que, en los últimos tiempos, está «aprendiendo a vivir con una edad distinta y una forma de ser distinta».

En Las guerras de nuestros antepasados se enfrenta a un «texto texto» de un Delibes cargado de contenido, «en el que lo que parecen anécdotas son vivencias» y «las historias aparentemente relajadas y llenas de ironía solo son la punta del iceberg».

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