Diario de León

«Ecotasas y macroparques eólicos y solares son soluciones engañosas»

Un defensor del decrecimiento en León. Adrián Almazán, profesor de la Universidad Carlos III y miembro de Ecologistas en Acción, desgrana hoy en León medidas concretas para afrontar la crisis ecosocial y evitar el colapso

Adrián Almazán vive en el País Vasco y trabaja en la Universidad Carlos III. DL

Adrián Almazán vive en el País Vasco y trabaja en la Universidad Carlos III. DL

León

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«Vivimos una crisis ecológica muy grave, más que una mera crisis climática, con pérdida masiva de biodiversidad, problemas de acceso a la energía y su reflejo en crisis sociales, con conflictividad por acceso y encarecimiento de esos recursos». El diagnóstico es conocido y la advertencia de que, de no poner solución, el planeta se aboca al colapso tiene la marca de un leonés, el físico Antonio Turiel.

Adrián Almazán, coautor del libro Decrecimiento. Del qué al cómo , está —desde la militancia en Ecologistas en Acción y la investigación universitaria— en el ‘bloque’ de quienes indagan respuestas locales y globales a esta crisis ecosocial. Todas desembocan en la palabra decrecimiento, que «no quiere decir decrecer en todo, en muchos casos se trata de reorganización social y repriorización social. Tiene que haber menos de muchas cosas, pero tiene que haber más de muchas otras», puntualiza.

El decrecimiento «es una de las propuestas políticas alternativas en una situación social y ecológica cambiante» que intenta «ser mejor socialmente» y evitar soluciones «autoritarias, conflictivas y excluyentes» que serían «muy negativas».

Esta teoría que se abre paso en la opinión pública se articula sobre tres ejes: justicia, autonomía e igualdad. «Justicia, a nivel interior de las sociedades, después del ciclo neoliberal con una explosión de la desigualdad, que esperamos que se pueda revertir con una mayor redistribución y también justicia a nivel internacional porque nuestro modo de vida supone unas dinámicas extractivistas en el sur, de dependencia y de depredación», subraya este filósofo del Grupo de Investigación Técnica y Humanidades Ecológicas de la Universidad Carlos III de Madrid.

La autonomía supone que «la sociedad recupere su capacidad de decidir el rumbo». Almazán que ha escrito el libro junto con Luis González Reyes, explica que ir hacia una desmercantilización de las necesidades básicas, a través de «más soberanía alimentaria, energética y tecnológica» porque detrás de la crisis está el mercado capitalista, que ha orientado «las decisiones económicas vitales, guiado por el criterio de ampliación del beneficio y crecimiento». El Estado, que ha formado «un tándem» con el mercado, debe retroceder para dejar más capacidad de decisión y gestión a la sociedad. Servicios públicos como la educación o la sanidad deben devenir comunes en manos de la sociedad, según este investigador.

Las medidas decrecentistas buscan ajustarse a la reducción del consumo de energía y materiales que ya se va dibujando en el horizonte de una manera creativa. Las reducciones son inevitables, sin embargo las respuestas políticas pueden ser muy diversas». Las propuestas, que han desarrollado a lo largo de décadas de trabajo y militancia, se detallan en tres partes en el libro y hoy las desgrana Adrián Almazán en la Fundación Sierra Pambley a partir de las 19.00 horas en un acto promovido por Arba León-Bierzo con el respaldo de CGT León, Cabrera Natural y Coordinadora en Defensa del Territorio.

Menos construcción de obra nueva y más política forestal, menos turismo internacional de lujo y más agroecología y transformación del sector industrial para no depender de materiales alejados forman parte de la batería de cambios que hay que afrontar de forma global.

Adrián Almazán subraya que es urgente realizar un cambio en el modo de vida de la gente de a pie. Además, rechaza que las soluciones pasen por el encarecimiento de algunos recursos vía «ecotasas», lo que seguiría profundizando en la desigualdad. Es necesario medidas de más calado que redistrubuyan efectivamente los recursos y permitan una autolimitación efectiva de la sociedad.

En este sentido, aboga por un disminución de la carne en la dieta porque el resultado de su consumo masivo es la agricultura y ganadería industrial que genera «grandes impactos ecológicos y en la salud». Además, «hay que consumir más productos de cercanía y de temporada», añade.

En el capítulo de la movilidad abogan por «una red de transporte pública y accesible» que dé la posibilidad de hacer desplazamientos sin depender del coche privado». Tampoco el coche eléctrico es la solución debido al alto impacto ecológico que tiene su fabricación. A esta red, que tiene que ser electrificada, hay que sumar el transporte a pie y en bicicleta en la (no tan nueva) forma de vida decrecentista,

«La solución no es encarecerlo, porque entonces los más ricos podrían acceder; hace falta tomar medidas democráticas, consensuadas» como puede ser «prohibir la aviación doméstica si hay alternativa de tren o fomentar el tren de cercanías en lugar de la alta velocidad...».

Justo lo contrario de lo que se está haciendo, aunque Almazán pronostica que medidas como la prohibición de la aviación doméstica «no van a tardar en llegar». La segunda parte del libro describe el escenario de una España decrecentista con el análisis de diez sectores de la economía.

En Castilla y León, las macrogranjas son uno de los puntos críticos para el decrecentismo. Adrián Almazán señala que «se plantean como una alternativa económica cuando no lo es ni a nivel social ni a nivel ecológico; supone llevar la lógica de la ultraproducción industrial a la ganadería».

Uno de los riesgos de este sector es que está «orientado a la exportación» y «se produce una desarticulación económica del territorio, problemas de residuos, contaminación de acuíferos...». Frente a este modelo defiende la alternativa de la agroecología y la ganadería extensiva, que la gente vuelva al territorio, y construir soberanía alimentaria. Esto requiere que «el acceso a la tierra esté distribuido, que primen lógicas de producción a pequeña escala, de cercanía y locales».

El modelo de la dehesa en la producción porcina, que permite convivir al cerdo con la biodiversidad en un bosque autóctono, es uno de los que casaría con el decrecimiento frente a las macrogranjas de cerdos.

León es el escenario paradigmático de lo que no se debe hacer para defosilizar la energía. Apunta Almazán que los macroparques eólicos y solares en espacios con alto impacto ambiental «son un ejemplo claro de una retórica engañosa, lo mismo que sucede con las ecotasas». Estas instalaciones, más que solucionar el problema energético, salvan «la rentabilidad de grandes corporaciones y oligopolios que necesitan gran concentración de la producción energética y escalas muy grandes para tener una gran producción».

Almazán subraya que estas macroinstalaciones van acompañadas de «un auténtico maná de dinero público» y se desarrollan «en clave especulativa: se busca donde es más barato y hay menos resistencia y se vuelven a reproducir injusticias históricas que arrastramos desde la dictadura franquista».

En este punto, lamenta, «una vez más son los territorios rurales, los más indefensos e incluso muchos espacios protegidos los que tienen que sacrificarse». El modelo de macroparques tampoco garantiza que se pueda sostener el consumo actual, añade. «Primero porque se plantean pensando en la exportación y segundo porque gran parte del consumo no es eléctrico; por mucha electricidad que produzcamos vamos a seguir teniendo problemas con el transporte».

El decrecimiento en el ámbito energético sí pasa literalmente por decrecer: «Hay que reducir el consumo de energía porque no hay ninguna que no tenga impacto, se debe decidir lo que se necesita, qué tipo de instalaciones y dónde ubicarlas de acuerdo a los criterios de justicia, autonomía e igualdad».

Las comunidades energéticas o el uso de edificios públicos para colocar placas solares es preferible, con estos valores, a «ir a espacios naturales protegidos». Asimismo, defiende la movilización ciudadana como una medida política que encaja dentro de la recuperación del poder de decisión de la sociedad más allá del marco parlamentario.

El decrecentismo aboga también por «reinterpretar lo común y lo comunal, como se hace en cooperativas laborales, pero trasladado a otros ámbitos como viviendas en derecho de uso en lugar de propiedad, comunidades energéticas o cooperativas de consumo agroecológico, que pone en contacto a productores y consumidores y pueden decidir qué comer, qué plantar y a precios justos».

«Estamos ante una crisis grave, que plantea riesgos existenciales, no es una crisis cualquiera. Puede ser irreversible», reitera Adrián Almazán. La gente tiene capacidad para hacer cosas, pero la política tendrá que acoplarse a las medidas que propone el decrecentismo para «evitar el colapso», advierte.

Este investigador y el coautor, Luis González Reyes de Decrecimiento. Del qué al cómo, no son los únicos que trabajan en la búsqueda de soluciones a la crisis. «Este libro es una recopilación de un trabajo largo y además de una actualización del diagnóstico, hay una parte sobre los sectores económicos que hemos realizado con sindicatos, sobre todo con la mayoría sindical vasca», explica. «Los nuevos conflictos a nivel laboral tienen que ver con ese diagnóstico y hay sindicatos que se plantean pensar propuestas en positivo ante la situación que atraviesa, por ejemplo, la industria automovilística» cuyas soluciones tradicionales serían el cierre o el mantenimiento con ayudas públicas.

Cada vez más universidades españolas cuentan con grupos de investigación que abordan la crisis con alternativas ecológicas y a nivel internacional está muy reconocido el grupo del Instituto Icta de la UAB Icta dirigido por Joan Martínez Aller, que acaba de recibir un proyecto por 10 millones de euros de la Comisión Europea para que investiguen el decrecimiento. «El decrecimiento no está aún en el sentido común dominante, pero ha dejado de ser una cosa de minorías», puntualiza. Adrián Almazán inició ayer una gira divulgativa en Valladolid, que prosigue en León, Ponferrada (miércoles 19.00 horas en el Museo de la Radio), Mieres (Librería La Llocura) y Santander (Libería La Vorágine), el viernes.

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