VERSALLES SE ENGALANA PARA EL OLIMPISMO
Con el objetivo de lucir con orgullo todos sus brillos y adornos como si fuera el primer día, el Palacio de Versalles, la histórica residencia de los reyes de Francia se está engalanando para su 400 aniversario y, sobre todo, para los Juegos Olímpicos de París 2024
El Palacio acaba de abrir una nueva Galería de la Historia, en la que a lo largo de diez salas explica sus orígenes, de modesto pabellón de caza a ostentosa residencia de reyes y emperadores, además de lugar de celebración de importantes acontecimientos históricos. Por ejemplo, la espectacular Galería de los Espejos, de 73 metros de largo, acogió este pasado 21 de septiembre la suntuosa cena de gala que el presidente Emmanuel Macron ofreció a los reyes británicos, Carlos III y Camila.
Obras de arte y elementos decorativos elegidos entre el importante fondo del propio palacio, planos, maquetas y vídeos explicativos detallan al visitante la evolución del lugar y los profundos cambios que sufrió con los avatares de la historia. Mientras tanto, continúa una serie de obras de renovación y restauración con el objetivo de que el enorme complejo tenga su mejor cara de cara a los JJOO de París, pensando entonces más que en el 400 aniversario que cumple este mismo año.
Y no solo es el turismo, sino que el complejo acogerá las pruebas de equitación de los Juegos, dentro del esfuerzo del Comité Organizador por integrar algunos puntos clave de París y sus alrededores en las pruebas deportivas.
Versalles recibió siete millones de visitantes el año pasado, lo que le convirtió en el tercer lugar turístico más frecuentado de Francia, solo superado por Disneyland Paris y por el Museo del Louvre. De cara a los JJOO de París, se espera un fuerte aumento de la llegada de visitantes a toda la región, por lo que todos los grandes puntos turísticos de la capital y sus alrededores están haciendo renovaciones y reformas, todos con el objetivo de que la ciudad, una de las más visitadas del mundo, ofrezca su aspecto más brillante.
A pesar del aniversario, Versalles no ha parado las obras. Ahora mismo la «verja de honor» que da entrada al recinto, está cubierta porque está siendo sometida a una profunda restauración. Y un andamio de varios pisos de altura se levanta junto a una de las alas laterales.
Y en los últimos dos años el trabajo se ha centrado en algunas salas específicas y en las estatuas de las principales fuentes de los jardines traseros, como la del aparador de agua del palacete del Gran Trianón y la del carro de Apolo, que terminaron hace pocos meses.
Versalles es ahora un museo nacional. Su director, Laurent Salomé, explica que en un conjunto tan enorme —63.000 metros cuadrados construidos y 815 hectáreas de jardines, bosques y estanques— y con varios siglos de edad, por lo que es prácticamente imposible que no sean necesarias obras de renovación o restauración. «Si paran las obras, el palacio se desmoronaría», reconoce.
Sin embargo, los miles de turistas que acuden a diario a este auténtico trozo de historia viviente no sufren molestias, excepto algunas fotos del exterior deslucidas por vallas y andamios, y la visita se lleva a cabo con toda normalidad.
El enorme complejo comenzó siendo un modesto pabellón de caza, cuya construcción se inició en 1623 para el rey Luis III, en una zona entonces boscosa situada a 20 kilómetros de la entonces residencia real del Palacio del Louvre, que ahora es el famoso museo en el centro de París. Después construyó un pequeño palacete.
Su hijo Luis XIV decidió derribar todo y construir desde cero un enorme y lujoso palacio, con obras, reformas y ampliaciones que se extendieron durante la mayor parte de su larguísimo reinado de 72 años (1643-1715).
El rey quería establecer allí su residencia habitual, lejos del bullicio y la suciedad de las estrechas calles de París, con un suntuoso palacio que mostrara al mundo la magnificencia y el resplandor de la monarquía francesa.
Conocido en Francia por el sobrenombre de «el Rey Sol» y símbolo de la monarquía absoluta con su declaración «el Estado soy yo», Luis XIV convirtió Versalles en un gigantesco complejo de palacio, edificios anexos (palacetes secundarios, caballerizas, cocheras, viviendas de sirvientes…), rodeado de bosques y jardines con estanques y fuentes. Y así fue cómo el palacio, con sus recargados adornos y dorados, dio origen al adjetivo «versallesco».
El Gran Trianón
El rey llenó el palacio de artistas y de sabios para que abarrotaran de obras remarcables y para que con su trabajo mostraran el prestigio de su corte.
Además del gigantesco palacio real, se construyó en los alrededores otro palacete, el Gran Trianón, que fue concebido por el rey, curiosamente, como una especie de refugio para escaparse del boato cortesano que él mismo había creado. Luego fue residencia para personalidades ilustres que llegaban de visita. El Gran Trianón, de planta baja, tiene un famoso corredor cubierto jalonado por columnas de mármol rosa.
Los sucesores del Rey Sol, Luis XV y Luix XVI, prosiguieron con las ampliaciones y reformas, aunque a un ritmo menor.
El primero de ellos ordenó construir otro palacete, el Pequeño Trianón, considerado una obra maestra del estilo neoclásico y rodeado de jardines. Estaba destinado a su amante oficial, Madame de Pompadour, pero esta falleció antes de que la obra terminara. Sí pudo instalarse allí su sucesora en el favor real, Madame du Barry, cuya vida se trata en una película francesa recién estrenada, «Jeanne du Barry».
Luis XVI también hizo algunos cambios, pero en 1789 llegó la Revolución Francesa. El 5 de octubre de ese año, una muchedumbre invadió el palacio y obligó a la familia real a trasladarse a vivir a París, cerca del pueblo.
El rey y la reina María Antonieta fueron guillotinados en 1792 y solo un año después la Convención que gobernaba el país decidió subastar todo el mobiliario del palacio para ayudar a la difícil situación económica, un proceso en el que se hicieron algo más de 17.000 lotes para la venta.
Enormes tesoros artísticos y mobiliarios acabaron en manos privadas y una investigación histórica encontró que las piezas más valiosas fueron compradas por intermediarios al servicio del rey Jorge III de Inglaterra y actualmente están en los palacios de Buckingham y de Windsor.
El emperador Napoleón quiso instalarse en Versalles y planeó obras de transformación, que no llegaron a ejecutarse.
La restauración monárquica de 1814, Luis XVIII y Carlos X realizaron obras para renovar el palacio para convertirlo en residencia de verano. Tras la revolución de 1830 llegó al trono Luis Felipe I quien, esforzándose en alejarse del absolutismo de sus predecesores, decidió transformar Versalles en un museo nacional para el disfrute de todos los franceses, que fue inaugurado en 1837.