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LAS REINAS LEONESAS BORRADAS POR CASTILLA

Ni existió el reino de Castilla y León como lo cuentan ni la llegada de Fernando III fue como dicen. El nuevo monarca fusionó Coronas en contra de la voluntad de Alfonso IX y tras recluir a las herederas al trono en un monasterio. Además, la conmemoración de la que habla la Junta tendría que comprender a provincias como Asturias, La Rioja, Cantabria, Pontevedra, La Coruña o la Extremadura leonesa...

raquel p. vieco

Publicado por
León

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La historia pudo ser otra si hubieran sido hombres. Aún así reinaron, aún así fueron monarcas legítimas de León. Su hermanastro las recluyó en un convento, pero antes de eso su madre las vendió en un acuerdo que provocó que 800 años después hayan sido borradas de la memoria, no ya de la historia, tanto que su herencia fue vendida al rey de Castilla por las componendas de dos mujeres: su propia madre y la reina Berenguela de Castilla. La damnatio memoriae de ambas ha hecho que ni siquiera fueran aptas para formar parte de los retratos regios que sí existen de otros miembros de la familia real leonesa y castellana. Incluso infantas y reinas consortes fueron inmortalizadas para la posteridad mientras que de ellas no hay nada, el negro del olvido.

El martes pasado, el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, anunciaba la celebración de la efeméride que en el año 1230 supuso la desaparición del reino de León engullido por la Corona de Castilla en la persona de Fernando III, luego apodado el Santo. Sin embargo, nadie se acuerda ya de que Alfonso IX dejó el Reino a sus dos hijas, doña Sancha y doña Suave y que su voluntad fue pisoteada por el pacto que ha pasado a la historia como Concordia de Benavente. El relato nos dice que Doña Berenguela, madre de don Fernando, se reunió con doña Teresa, madre de las Infantas, y ambas pusieron fin al conflicto de la sucesión, acordando que don Fernando de Castilla reinara también en León. A cambio, a cada una de las hermanas se las concedía una pensión anual de 15.000 doblas de oro. Eso sí, si no contraían matrimonio. Lo que en realidad ocurrió fue que se despojó de los derechos a dos mujeres y se las conminó a ingresar en un convento, el monasterio cisterciense de Santa María en Villanueva del Bierzo.

«Conviene que el señor presidente de Castilla y Léon sepa que la unión de 1230 no fue ejemplar y mucho menos voluntaria. Más o menos como esta que en nuestros días todavía padecemos los leoneses». Juan Pedro Aparicio es uno de los escritores que más ha profundizado en la investigación del reino. Su obra Nuestro desamor a España. Cuchillos cachicuernos contra puñales dorados obtuvo el premio Jovellanos de ensayo por el agudo análisis que realiza de cómo la Edad Media fue el crisol de la España actual. El escritor destaca que la celebración resulta incoherente por cuanto que el propio Alfonso IX, el último rey leonés, siempre estuvo en contra de esa unión. «En su testamento lo dejó muy claro: sus hijas, habidas con doña Teresa de Portugal, de la que hubo de separarse por imposición papal, doña Dulce y doña Sancha serían las únicas herederas del Reino de León. Pero presionadas con ferocidad y persistencia por el partido eclesiástico y por los magnates, hubieron de ceder la corona a su hermanastro que trece años antes había sido proclamado, no sin la sombra de terribles sospechas, rey de Castilla», recuerda.

Aparicio va más allá y subraya que lo que estaba en juego era «la política de cruzada», que califica de «oleada intransigente y belicosa», de obligado cumplimiento en toda Europa desde el papado de Urbano II. «Se diría que a Alfonso IX le preocupaba más el bienestar de las gentes de su reino, que el seguimiento de la política del papado. Y es muy revelador que en vida fuera excomulgado hasta tres veces, mientras que a su hijo, Fernando III, ese quien no quiso trasmitir en herencia la corona, fuera declarado santo», revela.

En clave más política, el autor de Retratos de Ambigú describe con ironía el anuncio de celebración de la Junta y considera que «en los complejos industriales de que goza la capital oficiosa de Castilla y León hayan inventado una máquina del tiempo para traer al 2030 a los verdaderos protagonistas de aquella unión», y enumera a las legitimas herederas del Reino de León y a los «obispos y magnates que presionaron a las hijas del buen rey». Recuerda al tiempo que Alfonso IX fue uno de los más grandes reyes que ha conocido Europa, «el firmante de los Decreta, reconocidos por Unesco como el embrión del sistema parlamentario, y, esto lo digo yo, como primer atisbo de la declaración universal de los derechos humanos».

La medievalista Margarita Torres destaca que, según los usos de la época, era imposible que el testamento de Alfonso IX pudiera cumplirse. «Pero era un deseo del rey que dejaba bien claro al mundo que no quería que León y Castilla terminaran unidas», manifiesta. Recuerda por otro lado, que Fernando se había educado como heredero al trono leonés y esa era la expectativa, que fuera solo rey de León. Fue Berenguela la que a la muerte por accidente de su hermano Enrique I de Castilla se convirtió en heredera de los derechos y se los cedió a su hijo inmediatamente. «La que pergeñó la unión entre Castilla y León fue ella y lo que hizo Alfonso IX en su testamento fue dejar claro al mundo que él no quería que ambos reinos fueran unidos», explica.

La profesora titular de la Universidad de León destaca que Fernando siguió el ordinal de los reyes de León. «Fue Fernando III, no Fernando I. Los primogénitos de la Corona a partir de él, mientras son príncipes herederos al Trono, cuartelan alternando las armas. Es decir, en el primer y cuarto cuartel actual de Castilla y León va un castillo mientras que en el segundo y tercero va un león. Esto se debe a que Fernando III heredó primero Castilla y luego León. Pero los hijos primogénitos siempre, mientras son príncipes herederos, llevan en el primero y cuarto de los cuarteles un león y en el segundo y tercero un castillo. La razón es recordar el linaje por linea de varón del que proceden. Es decir, ellos son de linaje real leonés. Es el linaje real leonés el que se impone en Castilla, no el rey castellano que se impone en León. En 1217 el heredero al trono leonés por los deseos de su madre se convierte en rey de Castilla. Lo normal habría sido que Fernando no hubiera sido rey de Castilla hasta la muerte de Berenguela y entonces se habría hablado del reino de León y Castilla.

La historiadora destaca que en 1230 se celebra la coronación de Fernando como Fernando III de León. «Como medievalista me parece muy acertada la celebración, más incluso del hombre que conquistó Sevilla, Córdoba y otras grandes plazas en Andalucía, pero nos gustaría mucho que ese mismo interés en celebrar un evento de esta magnitud pudiera traducirse en otro, a nuestro juicio, igualmente importante y que debería conmemorarse por todo lo alto. Me refiero al momento en el que doña Urraca, primera reina soberana de León y una de las mujeres más importantes de la historia de la Europa medieval murió en Saldaña en 1126. Apenas quedan dos años y no he visto ese esfuerzo organizador ni ese interés en volcarse por la figura de una gran mujer que vivió en un tiempo complicado, que supo mostrar que las mujeres leonesas somos valientes aunque nos tengamos que enfrentar a hombres poderosos y que la verdad, aunque el peso de la historia a veces la selle, siempre sale a la luz. Hablamos de una gran reina, de la hija del conquistador de Toledo, de la madre del Imperator Totius Hispania, de la primera reina coronada en la historia de nuestro país. Merece un homenaje y por todo lo grande», defiende.

«Un despropósito»

Rogelio Blanco promovió desde la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, la declaración de las Cortes de León como Memoria de la Humanidad de la Unesco. Conoce en profundidad el momento histórico al que se refiere el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, y considera que la propuesta de vincular la creación del Reino de Castilla al 40 aniversario de la creación de la actual Comunidad Autónoma birregional es «un despropósito». «Es un amalgamiento de sucesos inconexos de todo contexto histórico-político que se pretenda aunar, un uso unidireccional de la historia y ad usum delfini, o sea del presidente Mañueco, también de nombre Alfonso», dice.

Precisa Rogelio Blanco que la unión, bajo la misma corona, puso fin al carácter de rey privativo de León y de Castilla, pero no de instituciones y fronteras puesto, que, recuerda, los leoneses, al igual que los castellanos, disponían de Cortes propias y sus pendones arbolaban singulares en todo tipo de acontecimiento, fuera festivo o bélico. «Aún más, son conocidas las disputas, a veces aceradas, entre los representantes de un reino y otro. La unidad era solo en la corona regia, el ordenamiento era distinto; así, mientras los leoneses se regían por leyes escritas, ordenanzas, fueros y decretas emanados de curias y de Cortes y con antecedente en el Fuero Juzgo y con capacidad de apelar frente a posibles abusos —por ejemplo, ante el Locus Apellationis—, los castellanos eran refractarios a la ley escrita, se regían por la costumbre», afirma el filósofo. Cita para reforzar su argumento numerosos estudios, si bien se fija de forma especial en Claudio Sánchez Albornoz, que afirmaba que mientras los leoneses eran foreros, los castellanos eran pecheros puesto que unos se regían por leyes y otros por orden de los magnates o potentiores.

Por todo ello, defiende que jamás existió Reino de León y Castilla ni de Castilla y León en 1230 y años posteriores. «Sencillamente fue una unidad de reinos bajo el mismo cetro». Además, recuerda que los reyes de ambas regiones a su vez lo eran titulares de otros, por ejemplo, Alfonso de León era rey de Galicia, de Asturias, de Badajoz y parte del actual Portugal; el mismo ejemplo vale para el castellano, luego esta efeméride debiera atender, si tomamos como referencia el 1230, a otros espacios peninsulares».

De igual modo, Juan Pedro Aparicio le recuerda al presidente que en el año 1230 el Reino de León incluía, además de la provincia de tal nombre, a Zamora y Salamanca, y también a Galicia, Asturias y Extremadura, «la que se denominaba, antes de quitarle el apellido, la Extremadura Leonesa». En ese sentido, precisa que la Extremadura Castellana —Ávila, Segovia, Soria y Guadalajara— hizo algo más que conservar el suyo, se transubstanció «por arte de birlibirloque» en Castilla la Vieja, salvo Guadalajara que pasó a ser Castilla la Nueva, hoy Castilla—La Mancha. «Hay que agradecer que León no se haya convertido todavía en Castilla la Antigua», ironiza.

Aparicio considera por lo tanto que para poder conmemorar como se debe esa unión tendrían que integrarse en la autonomía las provincias de Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra, Asturias y Cantabria, además de La Rioja. «Y eso, como bien sabe el señor presidente, no va ser posible. Los cántabros ya manifestaron con insistencia sus deseos de no ser castellanos, los riojanos mas o menos lo mismo, de gallegos y asturianos qué se puede decir»...

Para el autor de Tierra de Libertades el anuncio «juega a la ocultación e incluso la negación de la historia» y lamenta que trate de tergiversar la historia leonesa velada en la castellana. «Es una asimilación sin escrúpulos científicos de una historia sobre otra, aunque se pretenda justificar con cita de Sánchez Albornoz, jurista e historiador que iba en dirección contraria a la cita que torticeramente se elige», critica.

Por último, defiende que para los leoneses resulta «insultante» vincular el final de su Reino con la creación de la actual Comunidad birregional: «¿Acaso votaron o les fue impuesta a pesar de que, en encuestas y manifestaciones, se mostraron contrarios? Pues, no. Tampoco votaron el Estatuto ni sus reformas, caso insólito en la política autonómica hispana».

El historiador Ricardo Chao también rechaza cualquier paralelismo entre lo anunciado por Mañueco y la realidad y lo tilda de «anacronismo». «La actual comunidad autónoma. Castilla y León nació como nació, que esa es otra, en 1983, y hasta entonces León había mantenido, mal que bien, su identidad en el conjunto de España. Precisamente en 2033, tres años después del pretendido centenario que quiere celebrar Mañueco, se cumplirán dos siglos del decreto de Javier de Burgos que creaba las actuales provincias españolas», recuerda, y cita que el decreto agrupaba a las provincias en regiones y la leonesa la constituían Salamanca, Zamora y León.

Asimismo, defiende que la unión de 1230 no fue tan monolítica ni tan perfecta como suelen relatar los medios de la Junta. «Los territorios leoneses mantuvieron su identidad política y administrativa,e incluso se celebraron Cortes por separado hasta una fecha tan lejana como mediados del s. XIV», destaca para añadir que hasta esas fechas, y por poner un ejemplo, León siguió ostentando el Tribunal del Libro, tribunal superior para todos sus territorios. Otro ejemplo es la institución del Adelantado del reino de León, que con cambios sustanciales perduró casi hasta el s. XIX. Y tampoco se puede olvidar que el infante Don Juan, hijo de Alfonso X, se proclamó rey de León y Sevilla entre 1296 y 1300, y que fue reconocido como tal por los reyes de Portugal y de Aragón.

Para el profesor, hay que advertir que en Historia es peligroso y arriesgado identificarse con un pasado tan lejano como el medieval: «Supone un flagrante anacronismo», dice al tiempo que lamenta que aún haya políticos «incapaces» de evitarlo.