Diario de León

Toñi: «Cualquiera puede caer en una enfermedad mental»

La sonrisa de fin de semana en la residencia Alfaem. Una leonesa de 43 años que vive con una enfermedad mental crónica explica en primera persona cómo ha sido su proceso y lo que pide a la sociedad en el Día Mundial de la Salud Mental. «Yo tampoco esperaba tener un brote a los 29 años y me ocurrió».

Toñi, en la recepción de la residencia de la Fundación Alfaem donde trabaja los fines de semana. FERNANDO OTERO

Toñi, en la recepción de la residencia de la Fundación Alfaem donde trabaja los fines de semana. FERNANDO OTERO

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En la vida de Toñi hay un antes y un después desde que, en mayo, empezó a trabajar los fines de semana en la residencia de la Fundación Alfaem. Dejó atrás tardes repetitivas de televisión y sofá y se convirtió en la recepcionista de este centro donde viven 44 personas con un diagnóstico psiquiátrico.

En dos días de entrenamiento aprendió las rutinas. Atender el teléfono y a las personas que acuden de visita, a modular su voz para llamar por la megafonía a los residentes y a administrar puntualmente el tabaco y las asignaciones que recibe cada persona según las pautas de sus terapeutas.

Toñi es la sonrisa del fin de semana, la primera imagen de un centro residencial en el ajetreo y la calma se cruzan en el hall. «Me tratan muy bien los residentes y los trabajadores». Es lo que más le gusta de este trabajo en el que sustituye a otra persona durante 20 horas semanales. Fue contratada por el centro especial de empleo La Senda, otra de las patas de Salud Mental tras la insistencia de la psicóloga de la asociación en «que me dieran una ocupación de fin de semana para que no estuviera parada», admite.

Toñi vive en uno de los pisos supervisados de esta asociación que, desde 1992, teje una red de atención sociosanitaria para las personas con problemas de salud mental más vulnerables. De martes a viernes, porque los lunes descansa, hace actividades al centro ocupacional y cumple con las tareas de casa que le tocan por turno. «Somos cuatro, dos chicos y dos chicas, y en las cuatro semanas del mes rotamos en las cuatro tareas: cocina; baños; compra, lavadora, basura y terraza y lavavajillas, salón y pasillo.

Cada mañana, una persona de plantilla del programa de vivienda supervisa que han tomado la medicación correctamente, el aseo y la organización doméstica. El resto del tiempo tienen autonomía para organizarse en el piso y en sus ocupaciones personales o preferencias de ocio.

Toñi es usuaria de Salud Mental León en 2017, después de fallecer su madre con quien vivía en Valderas. Si la muerte de un ser querido es un golpe para cualquier persona, para ella fue volver al abismo. «Mi madre tenía 66 años y nos teníamos mucho apego», explican. Lo eran todo la una para la otra.

Durante un mes deambuló por la casa sin rumbo, sin tomar la medicación, sin dormir y sin apenas comer. Hasta que un día salió a la calle y decidió pedir ayuda a la Guardia Civil. Enseguida fue derivada a los servicios sanitarios de emergencias e ingresó en el hospital. «Tenían miedo que me fuera a suicidar y me dejaron ingresada», recuerda.

Tras superar la fase aguda, fue derivada a la Unidad de Rehabilitación de Santa Isabel, donde siguió la terapia durante un año hasta que estuvo lista para iniciar nueva vida en régimen abierto. No podía regresar a su casa de Valderas y la comisión de salud mental —en la que participan la administración y las entidades con recursos especializados— le asignó una plaza en la vivienda supervisada.

«En la vivienda tengo buenos compañeros y vivo el día a día con ilusión», confiesa con una sonrisa en la boca y en los ojos. Se le ilumina la cara al añadir: «Además ahora tengo novio», aclara. Con Luis Pablo, un chico de otra vivienda supervisada, comparte los ratos de ocio desde hace tres meses. Atrás quedó aquella vida que se quedaba quieta los fines de semana, con la cara pegada al televisor y el cuerpo al sofá.

Toñi aprecia la ayuda que ha recibido en los dispositivos de Salud Mental León desde su llegada. «Es un balance muy satisfactorio. Me ha ayudado con la pérdida de mi madre, he tenido un duelo muy largo, y sigo intentando superarla porque el dolor sigue ahí», explica.

Las rutinas han sido sus muletas para avanzar. «Me han ayudado a superarme». Una de las cosas que más valora es que «he aprendido a cocinar, mi madre no me dejaba y solo sabía hacer huevos fritos», explica. Además, se siente más «optimista y alegre» que antes.

Cuando trabajaba en la limpieza casi no hablaba y ahora rara es la persona que no se para a su paso para dedicarle unas palabras. Es la reina del fin de semana, aunque el bingo o las películas que disfrutan los contempla desde la distancia de su habitáuclo abierto en la recepción. El trabajo es lo primero y los fines de semana ni siquiera cocina. Se lo encarga a una compañera a la que paga.

De Valderas, donde recuerda que tienen un buen queso, el Manzer, echa de menos los gatos y a su perro, que dejó a un amigo porque, de momento, en los pisos supervisados no se pueden tener mascotas, dice con resignación.

Toñi es consciente de que su vida ha cambiado radicalmente, aunque está segura de que no podrá dejar de tomar la medicación. «En una ocasión el médico me fue bajando hasta quitármela y no funcionó», añade. En el Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra este martes 10 de octubre bajo el lema ‘Salud Mental, un derecho universal’, esta mujer de 43 años recuerda a la sociedad que «no pore tener una enfermedad o una característica especial nos pueden despreciar a anular», una frase en la que se contiene la reivindicación de décadas de lucha contra el estigma de la enfermedad mental.

Lo ha vivido en carne propia. «A mí madre y a mí nos llamaban las locas de los gatos, porque nos gustaban los gatos y sabían que yo tenía la enfermedad». Aquello le dolía aunque fueran unos imberbes adolescentes los que disparaban la insidia. «Todos podemos caer en esta enfermedad. Yo, con 29 años, nunca pensé que me iba a suceder», apostilla. Normalmente, los primeros brotes ocurren a edades más tempranas, pero una depresión puede aparecer en cualquier de la vida y «mucha gente lo tiene escondido, como los trastornos de la alimentación que también son una enfermedad mental. Yo vi a varios jóvenes en el hospital cuando estuve ingresada», sentencia.

Toñi, que hoy participará en la Marcha del Día Mundial que organiza Creacción Mental, pide a las personas que la sufren que «que no se escondan, que lo manifiesten, que es una enfermedad como todas, como el cáncer o el sida que también fue un tabú». Y la sociedad le deja otro recado: «Que sepan que podemos trabajar, vivir en sociedad y que no piensen que por tener una enfermedad mental somos violentos o hacemos cosas malas».

«¡Toñi, reina mora!», la llama uno de los residentes antes de marchar. «Si no fuera porque ya tienes novio, te tiraba yo los tejos», le dice el atrevido al salir.

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