Diario de León

La leyenda de la Virgen Blanca de la Catedral de León

- Una historia desconocida. El cronista leonés saca a la luz una leyenda inédita que se relaciona con una joven y noble doncella de la capital que empleaba su tiempo en socorrer a las personas más necesitadas en secreto

Publicado por
Pepe Muñiz
León

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Según la historia tradicional y de fuentes del propio templo catedralicio, corría el año 1214 cuando el noble Don Diego López de Fenol deja en herencia sus bienes a la Catedral, con la condición de hacer una escultura de la Virgen . Por fin, hacía el año 1280, una imagen de la Virgen, de autor anónimo, fue elegida para presidir en el pórtico de la fachada principal de nuestro primer templo. Trescientos años después, en el 1551 la imagen primitiva fue pintada y repujada por Don Antón Fernández de Mesa. Sin embargo y pese a ello, debido al duro clima de León, no pudo resistir la protección, y su figura fue perdiendo todas sus coloraciones, desapareciendo la policromía de color blanco y dorado, al propio tiempo que se erosionaba la talla. 

Al fin, por el año 1954, el cabildo, tuvo la prudencia de trasladar esta primitiva imagen de la Virgen Blanca a una capilla del interior, colocando en su lugar, una magnífica reproducción, obra del notable escultor y maestro Don Andrés Seoane, que es la que preside actualmente el pórtico.

La leyenda de la denominación de la Virgen Blanca en el mundo, tiene varias interpretaciones. Vírgenes blancas en España hay muchas. A parte de la de León, entre otras tenemos, la de Toledo, Tudela, Vitoria, Soria, Zaragoza, Lérida, Jaén, Pontevedra, así, hasta otras once más de otras distintas localidades. El nombre puede identificarse con la blancura del material que se hace, como puede ser la piedra caliza, el mármol o el alabastro. Pero también hay otra interpretación que tiene que ver con un milagro de la Virgen que se asocia con el color blanco. Este da origen a la advocación de Nuestra Señora de las Nieves, que se celebra el cinco de agosto conmemorando una nevada insólita en Roma, que señaló el lugar donde se levantó la Basílica de Santa María la Mayor.

Setenta años de la copia de Seoane

La copia de la estatua de la Virgen Blanca que se exhibe en la portada principal de la Catedral de León está a punto de cumplir los 70 años. En 1954, el escultor, maestro cantero y restaurador Andrés Seoane realizó una copia que recibió numerosos halagos años después por su exactitud. En su tiempo pasó desapercibida para los medios locales.

Según la tradición, un matrimonio de patricios romanos que no podían tener hijos, rezaban continuamente para saber que hacer con sus bienes. Entonces la noche del 4 de agosto del año 338 se le apareció la Virgen pidiéndoles que dedicaran sus riquezas a construir un templo en una colina cercana. A la mañana siguiente, a pesar de ser verano, descubrieron que la cumbre de la colina estaba cubierta por una capa de nieve. En ese lugar fue donde se construyó el templo de Santa María La Mayor, llamado entre otros nombres Santa María de las Nieves, extendiéndose luego su devoción a La Virgen Blanca o de las Nieves.

Pero la otra leyenda, la leyenda desconocida, la leyenda completa que faltaba sobre nuestra Virgen Blanca de la Catedral de León, redimida de antiguos documentos y de viejos cronicones, es la que vamos a contar, y empieza así:

«Como una plegaria engarzada en la canción de gesta, como una flor purísima perpetuada entre las páginas de la epopeya leonesa, surge la ideal figura, la de una noble llamada Blanca. Su nombre es una evocación, una llave del jardín de los sueños, un símbolo de poesía, un ramillete de blancuras, en el cual, sobre fragancias de jazmines, de azucenas y de azahares, y de la gubia del imaginero, la maga fantasía, adivinó a la bendita doncella y encontró su retrato en los perfiles de esas vírgenes que embellecen las vidrieras de las catedrales, y en las miniaturas de los encabezamientos de los antifonarios.

 Blanca vive feliz, es la niña dichosa, en un mundo donde las flores son sueños y los sueños son flores. Todo lo tiene y no ansía nada. De vez en cuando su padre le hace regalos de doncellas que fueron arrancadas de claustros, para que la sirvan y la hagan compañía en sus salidas de la casa grande solariega. Y en estas salidas ve de cerca la miseria de la gente harapienta y famélica, peor tratados que perros sin amo.

Todo lo que abunda y sobra en su casa, falta en las calles, y el alma de Blanca, se estremece y vibra. La compasión de su alma juvenil, protesta íntimamente contra la injusticia, contra la falta de humanidad, y Blanca a escondidas, es osada a llevar socorro a los míseros que rondan y viven su miseria por las calles polvorientas de la ciudad. Y así, torna un día y otro a auxiliar a los infelices, a platicar con ellos de ese amor que no existe entre las gentes egoístas donde abunda la riqueza. Blanca lo hace, a hurto de su padre, pero tantas veces va el cántaro a la fuente, que llegó a oídos de éste, la caridad que prestaba su hija diariamente proporcionando alimento a esos desgraciados y escuchando sus palabras quejumbrosas.

Así que un día, estando a la espera, su padre la sorprendió junto a sus doncellas cuando transportaban una gran cesta de mimbre ¿Qué lleváis ahí, hija mía? ¡Rosas, padre mío, rosas blancas!, balbució acongojada Blanca, rosas nunca vistas por su blancura resplandeciente, rosas de perfume nunca hasta entonces aspirado, rosas de amor al prójimo, rosas de milagro, de revelación de Dios.

Entonces el padre lo supo todo, supo de ese amor caritativo de su hija, y quiso que una imagen en piedra de color blanco, al igual que su nombre de pila, al igual que las rosas blancas que escondía en la cesta, que no eran otra cosa que los blancos panes que llevaba para sustentar a sus protegidos, coronase la Catedral de León. Y así el viejo noble, con su fortuna, es como contribuyó a que se realizara aquella primorosa imagen, esculpida en piedra blanca, como si estuviera vestida con blanco sayal, que no es otra que nuestra Virgen Blanca, cuyo autor, quizá fuera su deseo, quedara en el anonimato, en las sombras oscuras del tiempo»

 Y así es la historia de la Virgen Blanca de nuestra catedral de León, que damos a conocer en estas páginas. Hemos querido contribuir, con nuestros escasos méritos, a completar la historia o la leyenda, quién sabe, labor a la que nos ha conducido el deseo y el afán de poner de relieve y al alcance todos, estos relatos de nuestra tierra que fue, y cuya esencia romántica, parece perfumar todavía nuestros corazones, nuestros velos, debajo de los cuales se esconden las verdades de antiguos hechos de la historia.

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