Diario de León

«Para el poder todo lo diferente siempre es un monstruo»

l El escritor novela el nacimiento de un engendro de dos cabezas en el virreinato del Perú

zipi

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León

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antonio paniagua

PPor qué una novela del siglo XVII? ¿Qué diablos le ha pasado a Santiago Roncagliolo para escribir sobre un convento de monjas en el virreinato del Perú? ¿A cuento de qué le da por enredar con brujas, inquisidores y un monstruo con dos cabezas y lengua bífida? Aparte de porque le da la gana, Roncagliolo (Lima, 1975) cree que el siglo XVII le brindaba coartadas perfectas para hablar de la actualidad. Si en aquella época la Inquisición sometía a las peores humillaciones al sospechoso de hechicería, hoy se le arruina la reputación y se le destroza la vida en las redes sociales. Si una mujer era violada, se le echaba la culpa. Antaño a un homosexual se le consideraba un engendro, cosa que aún no está muy lejos de las consideraciones de algunos biempensantes. Para el autor de El año en que nació el demonio (Seix Barral), título de la nueva obra que acaba de publicar este escritor que toca todos los palos, «uno siempre escribe una novela del siglo XVII para hablar de nuestro siglo». Roncagliolo no sabe si la santa, tal como la ha pintado, era una santa, una bruja o una enferma mental. «¿Cómo sabes si una mujer está hablando con Dios y haciendo milagros o está hablando con el demonio y realizando hechizos? No hay ninguna prueba científica. Frecuentemente estas místicas tienen visiones y dicen que se acuestan con Dios y luego aseguran que lo hacen con el demonio. A Rosa la hicieron santa, pero a muchas como ella las quemaron». «Me interesan las historias perturbadoras e inquietantes. Tocar el asunto de la religión presenta el aliciente de que lidia con la muerte, lo desconocido», asegura el prosista, quien estima que el poder de los credos no estriba en sistemas de gobierno, sino en un dominio sobre la moral de las gentes.

Símbolo de fecundidad

Al creador de Abril rojo o La noche de los alfileres le obsesiona la idea del diferente, figura con la que se identifica desde que sus padres se vieron obligados a huir de Perú y afincarse en México a causa del gobierno militar de Francisco Morales Martínez. De ahí su fijación por entender las heterodoxias. «En quechua, la tierra es una mujer, es la pachamama. Las mujeres representaban un símbolo de la fecundación, de la reproducción de la vida, lo cual implica un precio social. Se pensaba que ellas tenían una conexión especial con lo espiritual. Cuando llega la religión católica, que está obsesionada en impedir el sexo, su concepto de la mujer es justamente lo opuesto. Era inevitable que viesen brujas por todos lados».

El escritor no sobredimensiona la persecución que acometió la Inquisición con las brujas. De hecho, el Santo Oficio estaba más ocupado en los territorios de ultramar en castigar a los solicitantes, los curas que fornicaban con las indígenas, que en mandar a la hoguera a judíos y hacedoras de sortilegios. Para el escritor, afincado en Barcelona, «la Inquisición no deja de parecerse mucho a la cancelación y a la humillación pública del que piensa diferente. Lo peor que hacía la Inquisición cuando no mataba era humillar en público, sacar a los pecadores en procesión con un capirote y unas velas». El año en que nació el demonio se anuncia como un absorbente ‘thriller’ histórico que sigue la estela de El nombre de la rosa, de Umberto Eco. En la obra, Roncagliolo recrea una época marcada por la superstición, las intrigas políticas y la doble moral. «El poder siempre ha tildado de monstruos a los que eran diferentes étnica o sexualmente».

El autor explora un tema universal, como es el conflicto entre el bien y el mal. El escritor, que se ha inspirado para urdir su historia en un monasterio real en Arequipa dedicado a Santa Catalina, mantiene que el convento era un refugio, una isla para mujeres con ansias de libertad.

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