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Publicado por
León

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juan vargas

La curiosidad por rastrear su genealogía llevó a la periodista y escritora Soraya Romero (Madrid, 1983) a desenterrar la historia de su bisabuela Gerónima, una de las miles de niñas que fueron abandonadas durante siglos en la inclusa de Madrid, y cuya vida ha plasmado la autora en su primera novela, Las semillas del silencio. Desde el siglo XVI y hasta una fecha tan tardía como 1983, las inclusas funcionaron acogiendo niños abandonados, muchos de ellos bastardos, configurando una realidad con «una doble cara un poco perversa», donde «la caridad tiraba, pero la falta de humanidad también estaba muy presente». Sólo en Madrid, según las estimaciones de la autora, hubo aproximadamente 650.000 niños ‘incluseros’, generalmente «abocados a una vida miserable» y marcados por «el estigma». Una fue su bisabuela, que «tuvo suerte» y pudo salir adelante, pero que se fue del mundo «sin saber quién era, preguntándose por qué la habían abandonado y por qué su madre no la quería». «La suerte y la pericia estuvieron de mi lado, y la pude encontrar (...). Me había prometido que si la encontraba, escribiría, y aquí estamos», relata la autora, que descubrió que su bisabuela había nacido en la Casa de la Maternidad de la inclusa de Madrid, en la calle Embajadores, el 5 de diciembre de 1874, siendo abandonada tras el parto. La investigación llevó a Romero a indagar abundantemente en la historia de las inclusas, instituciones que operaron en diversos puntos de España y nacieron «con un buen fin: intentar reducir la mortalidad de esos niños» que fueron abandonados. Pero su realidad era agria. «La mortalidad dentro era terrible: no había medios, no había suficientes amas de cría para amamantar a todos», asevera la escritora, quien apunta que, por mucho que las inclusas pudieran salvar a los niños de una muerte segura, «había muy pocos que llegaran al primer año de vida».