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León

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josé enrique martínez

El conocimiento de la literatura polaca en España se debe, en buena parte, a los esfuerzos del catedrático leonés de Lenguas Eslavas en la Complutense Fernando Presa, autor de numerosos estudios y traducciones que hemos reseñado en Filandón en diferentes ocasiones. Ahora nos da a conocer la Poesía polaca del Modernismo, necesariamente reducida a cuatro poetas indispensables: Jan Kasprowicz, Kazimierz Przerwa-Tetmajer, Tadeusz Miciski y Bolewsław Lemian. Sé que son nombres apenas reconocibles por los lectores españoles de poesía, pero no por eso de menor relevancia; la introducción del profesor e investigador leonés y la lectura de los poetas traducidos por él mismo nos acercarán a una poesía digna de la mayor atención.

En la docta introducción, Fernando Presa repasa la suerte de la nación polaca entre los años 1890 a 1918, en los que Europa y el mundo viven fenómenos tales como la explosión demográfica, el surgimiento de grandes metrópolis (París, Nueva York, etc.), el paso político hacia el parlamentarismo…, y un estado de violencia social que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Polonia desapareció como nación, dividida entre Prusia, Austria y Rusia. De este modo, Presa da cuenta de una situación angustiosa, alimentada por diferentes corrientes filosóficas. La nueva literatura recibiría distintos nombres (La Joven Polonia, Decadentismo, Modernismo…). Entre los temas cultivados, el inevitable y omnipresente problema de la independencia nacional, distintos temas sociales y otros relativos al folclore y la belleza de la naturaleza, con la poesía como protagonista en una época de fuerte individualismo y subjetivismo, valiéndose los poetas insistentemente del símbolo, «capaz de sugerir esas esferas de sensaciones internas a las que el lenguaje literario convencional no llegaba de ninguna manera». Es esta una injusta síntesis que apenas alude a algunos de los asuntos que Presa expone a lo largo de apretadas páginas y que son de lectura indispensable antes de acceder a la poesía de los cuatro poetas mencionados, a cada uno de los cuales dedica Presa unas páginas de necesario repaso. No puedo hablar de la mayor o menor bondad de la traducción efectuada por Fernando Presa, pero sí decir que la traducción me suena a poesía: «Quien vivió solo en el desierto, / que no culpe a nadie, / que la desesperación no se desvanezca / y que solo sobre él grazne un cuervo».