Cerrar

«Al lector hay que hacerlo militante de la literatura»

l El escritor leonés Alejandro Gallo reúne en un libro los mejores relatos del sagaz y desaliñado comisario Gorgonio

dl

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

verónica viñas

—Gorgonio es el prototipo de policía desaliñado y sagaz. Un ‘Colombo a la española’. ¿Has conocido a algún comisario que se le parezca?

—Los comisarios reales no son como Gorgonio, como no existe un Sherlock Holmes ni un Poirot ni un Padre Brown. Todos son personajes de ficción que sirven a sus creadores como metáfora y crítica de una realidad. Gorgonio es un comisario al que no le preocupa su estética, pero no es un Colombo hispano, pues trabaja en equipo y valora el equipo policial. Los miembros de su equipo serían personajes de novela por sí mismos. La Mari es la inspectora de perfiles criminales. Pepote es el inspector de la Científica y de métodos escrupulosos. Matías es el inspector que solo cree en la fuerza bruta para resolver los crímenes. Y cierro con el aspirante a inspector Manolo Catarella, un homenaje al gran maestro Andrea Camilleri.

—Este es el tercer libro en el que aparece. ¿De qué va ‘Gorgonio, comisario emérito’?

—Gorgonio nació en las páginas de El Comercio en junio de 2010, como entregas semanales. Esa colaboración se prolongó dos años. De esa forma, había nacido en el relato breve, como los grandes de la ficción criminal Sherlock Holmes, el Padre Brown o August Dupin. Sus aventuras siguieron en obras colectivas como Malas Calles, Prótesis: detectives raros y Relatos de la otra orilla. Luego saldría su primera novela, La muerte abrió la leyenda, ganadora del Premio Internacional del Mediterráneo y traducida a varios idiomas. Le siguió Matanza de Atocha, 1977: caso abierto, un éxito de crítica y público, además de creadora de una gran polémica. Ahora, Gorgonio, comisario emérito es la recopilación de los relatos más significativos publicados en estos doce años en diferentes medios.

—¿Cuándo llega a las librerías?

—Estará en las librerías la primera semana de noviembre.

—Hay unos cuantos policías que escriben novela negra. ¿Jugáis con ventaja?

—A lo largo de la historia de la literatura mundial muchos hombres de armas cogieron la pluma, desde Cervantes a Garcilaso. En épocas más modernas tenemos a George Orwell, que fue policía imperial en la India, o Yasmina Khadra, el escritor en lengua francesa más leído y traducido del planeta, fue comandante del Ejército argelino. En España tenemos grandes escritores que vienen de las armas, desde Víctor del Árbol, Pere Cervantes o nuestro paisano Ricardo Magaz. De ahí que esa creencia sobre que la gente de las armas no podían ser grandes escritores fue una falacia elaborada por escritores mediocres.

—¿Tienes el corazón partido entre Gorgonio y el inspector Ramalho da Costa, alias El Trini, que también aparece en otras tantas novelas tuyas?

—No, mi corazón no está partido entre el inspector Ramalho da Costa y el comisario Gorgonio. Un ejemplo es que en esta nueva obra aparecen trabajando juntos en el relato Vallekas connection. Son dos personajes que me permiten trabajar en dos mundos diferentes. Da Costa es el hombre de acción, de las aventuras propias del Hard-Boiled norteamericano; Gorgonio es el hombre calmado, que ya ha visto de todo en la vida y que no deja un segundo de tregua en su crítica a la cultura posmoderna propia de este primer mundo opulento e infantil, lo que Zigmunt Baumant llamaba la modernidad líquida.

—Ambos tienen bastantes manías. Uno odia a los gourmets y otro desprecia los medios científicos...

—Tienen sus manías y diferencias. A Ramalho da costa le gustan los tangos, odia a los gourmets y la comida deconstruida, ama la acción y las aventuras. Gorgonio ama el buen vino y la buena mesa, la lectura calmada y los blues y la música de los ochenta. Ambos tienen en común que no creeen que existan crímenes de derechas ni crímenes de izquierdas, solo existen criminales. Y hay que descubrirlos y capturarlos.

—En tus novelas siempre hay grandes personajes secundarios...

—Es cierto que en la saga del inspector Ramalho da Costa, el Coronel se convirtió en un personaje secundario entrañable, desde la novela La última fosa: Revolución del 34. Hasta tal punto que los lectores comenzaron a pedirme más aventuras del Coronel. Y en Oración sangrienta en Vallekas pudiéramos decir que fue coprotagonista con Ramalho.

—Hay mucha literatura sobre la perversión del ser humano y la maldad, pero ¿llevamos todos un asesino dentro?

—Hay mucha literatura sobre las pasiones en general, desde el amor a la maldad más absoluta. Al lector le gustan esas cuestiones irracionales que dominan al ser humano sin que sepa el porqué.

—Siempre hablamos de maldad en términos morales y con pocos matices...

—Hablamos de maldad en términos tenerales porque nos es más fácil movernos en esos términos abstractos del bien y del mal. Es muy duro descender a tierra y ver la maldad reflejada en el asesinato y en esas formas tan crueles. Hace unos días murió en una cárcel de Colombia Luis Alfredo Garabito. Asesinó a 140 niños conocidos y otros desconocidos aún. Enfrentarse a esos monstruos es dejar de hablar en abstracto y ver el mal a los ojos.

—Hay mucha experiencia policial y supongo que casos reales detrás de Gorgonio...

—La experiencia profesional y personal está siempre presente como radiación de fondo de las aventuras de todos mis personajes.

—¿Las claves para resolver muchos crímenes están en los detalles?

—Los detalles son siempre importantes, como el contexto y la historia de cada personaje, a la cual le daba mucha importancia George Simenon.

—John Banville firmaba como Benjamin Black sus novelas negras, pero ha decidido que dejará de hacerlo. Ya nadie minusvalora la novela negra, ¿no?

—Desde Borges a Vargas Llosa, de Pérez-Reverte a Paul Auster... no hay ningún gran escritor que no se haya manchado las manos con la novela negra. Aquellos que la consideran un género menor es porque no han escrito ni una novela buena ni una mala. Hasta tal punto que en muchas universidades se realizan congresos de análisis y estudio del género. Una de las más vanguardistas en este campo fue la Universidad de León, que fue la primera del mundo en organizar un Congreso Internacional de Ficción Criminal de la mano de la profesora María José Álvarez Maurín y su extraordinario equipo.

—¿Cuál de tus personajes se parece más a ti, Gorgonio o Ramalho?

—Los dos y ninguno. En todos los personajes de las novelas, los escritores se dejan trozos de piel...

—¿Te gustaría ver a alguno de los dos adaptado al cine o a la televisión?

—Estamos dando pasos seguros en ese camino...

—¿Te gustan las series policiacas?

—A los médicos no les gustan las series sobre médicos. A los periodistas no les gustan las películas de periodistas. Y a los policías no les gustan las series sobre policías.

—¿Qué estás escribiendo ahora?

—Una distopía sobre dónde creo que nos va a llevar el cibercapitalismo y el infantilismo social de la política y la cultura.

—¿Adónde nos va a llevar el cibercapitalismo? ¿Hay alternativas?

—El otro día en una entrevista decía Yaris Varoufakis que caminábamos a una suerte de mezcla de sistema feudal y capitalista. Es la alternativa que vemos en el otro lado del mundo, fanatismo religioso, estamentos medievales y tecnología moderna. El cibercapitalismo nos llevará a una sociedad en la que el ser humano sea simplemente un consumidor, donde impere el pensamiento débil y se dé importancia a lo banal en vez de a la necesidad de desarrollarse al estilo de nuestros antepasados griegos.

—¿La novela es un acto de legítima defensa?

—La novela negra en las dictaduras intenta justificar la sociedad existente. No existe la corrupción y el régimen es el mejor de los posibles. En democracia no justifica, analiza y critica lo existente. Luego, desde ese punto de vista, puede considerarse un género creado en legítima defensa.

—¿Qué persigues como escritor?

—Construir universos que me permitan crear marcos de análisis y crítica social.

—¿Es más importante una buena historia o una historia bien contada?

—Las dos son importantes. Pero creo que una buena historia es mejor. A veces se cuentan muy bien historias que carecen de importancia para el ciudadano medio... pero ambas juntas es lo ideal

—¿La novela negra ha de ser fiel reflejo de la sociedad?

—No, necesariamente. Los escritores de novela negra en la dictadura de la editorial Bruguera creaban mundos lejanos para esquivar la censura, pero nos hablaban del día a día dentro de un régimen dictatorial.

—¿Cuáles son tus escritores favoritos?

—Los escritores del hard boiled norteamericano, los del naturalismo francés, los del realismo mágico latinoamericano, los del barroco y naturalismo español y Leonardo Sciascia.

—¿Es importante que el lector sea cómplice?

—Al lector no solo hay que hacerlo cómplice, hay que hacerlo militante de la literatura.

—¿Por qué crees que tiene tanto éxito el ‘noir’ nórdico?

—El noir nórdico ha tenido éxito porque siempre a los podres mediterráneos nos han vendido esas sociedades como paraísos a los que hay que aspirar. Y han llegado los escritores del noir, con Henning Mankell a la cabeza, y nos han dicho, utilizando los soportes del género, que aquellas sociedades de paraíso no tienen nada. Ni el nombre. Y, encima, hace frío y oscuridad seis meses al año.