El comedor social duplica el precio diario de 1 a 2 euros
La subida de precios de alimentos, luz y gas y el fin pedagógico del comedor social son los motivos que la junta directiva de Asleca esgrime para justificar la subida del precio diario de las tres comidas, que ha pasado de 1 a 2 euros al establecer sendas tarifas de 0,50 céntimos por desayuno y cena.
La subida del precio del comedor social entró en vigor a primeros de octubre. Un cartel colocado en el área de recepción de las personas usuarias hizo públicas las nuevas tarifas: 0,50 euros por el desayuno, 1 euro por la comida y 0,50 euros por la cena, incluido el bocadillo que se da para cenar los fines de semana a la hora de la comida.
Junto a las nuevas tarifas, otro cartel subraya: «Con la aportación económica que realizas cada día, no pagas la comida. Contribuyes a cubrir una parte de los gastos. Puedes acceder a los servicios que se dan en el mismo, así como el menú se ofrece».
Los otros servicios que se presta a las personas sin hogar son ducha, inodoro, peluquería, lavandería y acogida en el centro de día por la mañana y por la tarde. La medida ha sido acogida con quejas, pero con resignación.
La asociación señala que las personas que carecen de ingresos no están obligadas a pagar. A cambio hacen una prestación de servicios en el comedor, como ayudar en la limpieza y otras tareas.
Las personas usuarias recibieron la noticia de la subida con estupor y resignación, aunque algunos se han quejado porque consideran que es «desmesurada». «Es 1 euro más al día y pasamos de 30 a 60 al mes, con una pensión de 400 euros con la que tengo que pagar la habitación», lamentaba uno de los usuarios que prefiere no identificarse.
Según Asleca, no ha disminuido la afluencia al comedor desde que se implantó. Algunos usuarios aseguran que las colas han aumentado a la hora de la cena para acudir al comedor, mientras que a la hora de la comida no hay cola. Esto se debería a que para ahorrar el euro de la subida, algunas personas suprimen la comida.
La asociación ha detectado que la afluencia al comedor es menor a primeros de mes, cuando las personas usuarias con prestación cobran y miran menos el dinero para comer en otro sitio. Por eso insisten en que la subida de la tarifa no se debe solo a razones económicas sino también de tipo educativo.
« Ha subido todo : la luz, el aceite, el Banco de Alimentos nos da menos porque hay menos donaciones», señala el presidente de Asleca, Félix Llorente. La decisión fue adoptada por la comisión económica. «Tienen el subsidio para comer y para dormir y algunos duermen en la calle. En verano hicimos el esfuerzo de no suspender las comidas durante las obras de la cocina y vimos que muchas veces tiraban comida», señala sor Isabel, una de las hijas de la Caridad que atienden el servicio en Asleca.
El motivo
El año pasado las aportaciones de las personas que usaron el comedor sumaron 24.105,92 euros, lo que supone el 3,67% de los ingresos totales de la asociación que, además del comedor social, cuenta con una casa de acogida para víctimas de violencia de género y sus hijos e hijas.
El coste medio diario del mantenimiento de su servicio estrella, el comedor social, ha pasado de 1.491 euros en 2021 a 1.820,16 en 2022 debido a la carestía de la vida. Los ingresos de Asleca ascendieron a 656.925 euros el año pasado mientras que los gastos se situaron en 664.359. Según la tesorería, fue un año extraordinario en ingresos debido a una subvención finalista para obras en la casa de acogida.
La compra de alimentos para el comedor es la partida más cuantiosa (33,28%), seguida de la nómina del personal (29%), suministros (7,27%), servicios exteriores (6,16%) y otros gastos. La asociación firmó recientemente un convenio con el Ayuntamiento de León por importe de 20.000 euros, la mayor aportación municipal en años ya que en ejercicios anteriores era de 4.800 euros. Del IRPF de Castilla y León perciben otros 29.000 euros. El resto de la financiación de los gastos provienen de instituciones privadas y de las donaciones, que también se resienten con el envejecimiento y fallecimiento de personas donantes.
Entre los usuarios que se han quejado por la medida, una persona asegura que carece de ingresos porque está en tramitación y «vengo a comer gracias a un compañero que me lo paga». Lamentan que las otras entidades que trabajan con personas sin hogar, como Cruz Roja y Cáritas, no se hacen cargo de la subida del precio.
«A esas personas que están esperando al Ingreso Mínimo Vital les obligan a pedir limosna para comer», apunta otro usuario al señalar que «cuando se ofrecen para hacer servicios a cambio de la comida, les dicen que no hay». En la asociación señalan que hay personas que piden para comer pero luego no acuden al comedor.
Los entresijos de la gestión humana de un dispositivo como el comedor social los conocen bien las Hijas de la Caridad y la trabajadora social. La población que acude vive situaciones muy complejas y la más mínima chispa puede encender una hoguera. Unas situaciones a las que, de la pandemia para acá, trabajadoras y personal voluntario se enfrentan en solitario ya que cada vez es más infrecuente la presencia de la patrulla de la Policía Municipal.
Las normas del comedor son estrictas, aunque siempre flexibles, y su incumplimiento reiterado puede suponer la penalización en la entrada. Esto sucede de manera excepcional, aseguran, con personas con problemas de alcoholismo que alteran la convivencia, no solo por el hecho de tener síntomas de borrachera.
«No acaban con la pobreza porque viven de ella», asegura otra persona usuaria descontenta con la subida de precios, al tiempo que recuerda que los ayuntamientos perciben un dinero por cada persona empadronada en su municipio. «Que me lo explique el señor alcalde», subraya.
«No es una buena noticia ni agradable», admite el presidente de Asleca, Félix Llorente, pero cree que es de valorar que se mantiene el servicio con unos estándares de calidad en la comida y en la atención que no se cubren ni mucho menos con las aportaciones de las personas usuarias. «Es, sobre todo, una medida educativa porque no se valora lo que no se paga», recalcan las educadoras.