UZBEKISTÁN: LA GRAN ATRACCIÓN TURÍSTICA
El país asiático pretende convertirse en un gran destino turístico, con su “Perla de Oriente”, como llamaban antiguamente a la ciudad de Samarcanda, como principal reclamo. Uzbekistán ha declarado una «política de puertas abiertas» que exime de visado a los ciudadanos de cerca de cien países
UUzbekistán apuesta fuertemente por el turismo para convertirlo en uno de los principales motores de su economía y el instrumento para acabar con la maldición del cultivo del algodón, una de sus principales riquezas y también fuente de graves problemas ecológicos, como la casi desaparición del mar de Aral. Shavkat Mirziyóyev calcula que con una estrategia bien aplicada el país para 2030 podría recibir unos 15 millones de turistas extranjero, el doble que en 2023, que reportarían ingresos por hasta 5.000 millones de dólares.
Para atraer al turista Uzbekistán ha declarado una «política de puertas abiertas» que exime de visado a los ciudadanos de cerca de cien países, mientras que los de otros 55 pueden tramitarlo por internet mediante un sencillo procedimiento.
Los datos oficiales señalan que en los últimos dos años el Gobierno ha invertido 1.000 millones de dólares en infraestructura crítica, incluida la restauración de monumentos históricos, carreteras y puentes, instalaciones de energía y agua, lo que ha permitido captar para los mismos fines inversiones privadas por 2.000 millones de dólares.
Pero el mayor imán turístico del país es la Perla de Oriente, como llamaban antiguamente la ciudad de Samarcanda, una de las más antiguas del mundo aún habitada, y cuya fundación algunos historiadores sitúan entre los siglos VIII y VII antes de Cristo. «Estamos maravillados con todo lo que tiene que ofrecer Samarcanda», dijo la secretaria de Estado de España de Turismo, Rosana Morillo, en los márgenes de la Asamblea General de la OMT. La prosperidad de Samarcanda, que llegó a convertirla en una de las mayores ciudades de Asia Central y en la capital del imperio de Timur (Tamerlán), obedeció a su localización en la Ruta de la Seda entre China y Europa.
Entre sus maravillas se encuentra el Registán, una plaza pública en el corazón de la antigua ciudad, enmarcada por tres madrasas, que deja boquiabierto al turista más experimentado. «Si quieres saber sobre nosotros, examina nuestros edificios», se puede leer en uno de los monumentos dejados por Timur.
Entre ellos destaca la mezquita Bibi Janun, que debe su nombre a una de las mujeres de Timur, cuya construcción comenzó en 1399 y cuya parte principal quedó terminada cinco años después. Según un historiador de la época, en los trabajos participaron ingenieros y trabajadores de distintos lugares y se emplearon 95 elefantes traídos de la India para transportar materiales. Pasear por Samarcanda es también un viaje por el mundo de los aromas orientales, parte ya del paisaje urbano gracias a sus numerosos restaurantes atestados de público, sobre todo en primavera, la mejor estación del año para visitarla. La afluencia de turistas ha hecho florecer los mercados de Samarcanda, donde artesanos de diversos rincones del país venden sus trabajos. «Vine aquí con mi familia para continuar el oficio de mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo», dice a EFE el alfarero Azizbek, de 35 años, que se trasladó a Samarcanda desde Rishtán, una localidad famosa por sus piezas de greda colorida.
En su apuesta por el turismo las autoridades uzbekas han hecho hincapié en el desarrollo de la conectividad, y para ello adquirió seis trenes españoles de alta velocidad Talgo, que unen la capital del país, Taskent con Samarcanda y Bujará, la otra joya de la antigua Ruta de la Seda. Bujará, la cuarta ciudad del país, alberga numerosos santuarios y mezquitas.