«A las víctimas a veces les basta con que alguien las escuche y las entienda»
l La jurista leonesa Carmen Rueda publica su primera novela, ‘Mariposas negras sobre fondo rojo’, ambientada en las guerras de los Balcanes
verónica viñas
Ha tardado tres décadas en de-sempolvar una historia que marcó su vida profundamente. Y otros tres años en escribirla. La leonesa Carmen Rueda conoció las atrocidades cometidas en las guerras de los Balcanes 1991-2001), que enfrentaron a serbios contra croatas, bosnios y albaneses. Un complejo conflicto religioso y territorial que acabó en limpieza étnica. Hubo 140.000 muertos y cuatro millones de desplazados.
Cuando estalló la guerra en Kosovo Carmen Rueda trabajaba en la sede de Naciones Unidas en Ginebra. Era una joven abogada en aquel momento. Especializada en derechos humanos, recuerda que estaba inmersa en cuestiones sobre desapariciones forzadas en América Latina. «Durante esos años trabajé siempre sobre conflictos y situaciones de violaciones graves de derechos humanos». Pero no era ajena al trabajo de otros compañeros, a los que les tocó el ‘caso’ de Bosnia.
Pirómanos de libros
Esta semana llega a las librerías su primera novela, Mariposas negras sobre fondo rojo (Velasco Ediciones). El título hace alusión a un episodio que le impactó. La Biblioteca de Sarajevo, un edificio que había pertenecido al Imperio Austro-Húngaro, fue destruida con proyectiles de fósforo disparados por las milicias serbias a finales de agosto de 1992. El hombre que ordenó el ataque era Nikola Koljevic, profesor de Literatura, especializado en Shakespeare. Las llamas quemaron cientos de miles de libros y los pedazos calcinados, como mariposas negras, cayeron en una lluvia de fuego sobre la ciudad. Milena vio consumirse la biblioteca. Es la protagonista de la novela, una joven que consigue escapar del cerco de Sarajevo y encuentra refugio en Ginebra, tras haber perdido a sus seres queridos. Años después, la reconstrucción del edificio que contempló arder y la vivienda familiar en ruinas harán que regrese a Sarajevo. A la escritora le impresiona que se quemen libros. «Tuvimos el ejemplo en época de los Reyes Católicos, con Torquemada, que quemó las bibliotecas árabes en España. Los argentinos quemaron libros; y los franquistas, también», recuerda.
La escritora leonesa visitó la Biblioteca de Sarajevo en 2001 y aún estaba en ruinas. «Esa visión del edificio, en pleno centro de la ciudad, me conmovió. Cuando me enteré de lo importante que había sido y que ardió prácticamente todo... es una visión que tenía en la cabeza. Desde el principio quería integrar ese suceso en el relato».
«La novela es producto de mi experiencia laboral», relata Rueda, originaria de Puente Almuhey, donde pasó su infancia y aún tiene sus raíces familiares. «Las guerras balcánicas supusieron un reto importante, porque era un conflicto en Europa a muy corta distancia de Ginebra o de Madrid. Fueron guerras tremendamente sangrientas, en las que la población civil fue objeto de abusos horribles», dice. A ella le llegaron los expedientes del conflicto cuando ya se habían firmado los acuerdos de Dayton, que impusieron la paz en la región. Entonces tuvo ocasión de visitar en dos ocasiones un territorio desolado.
«Aquel conflicto me impactó por su gravedad y por mi juventud. Me quedó grabado dentro». La jurista leonesa no era capaz de comprender que sucesos tan cruentos hubieran tenido lugar en Europa. «Los nacionalismos exacerbados provocaron guerras civiles que afectaron a comunidades que habían vivido en paz desde la Segunda Guerra Mundial. Se desangraron entre vecinos y conocidos. Tuve muchas dificultades para entenderlo. Me quedó la duda de por qué los seres humanos podemos comportarnos de esa manera».
Su trabajo en la ONU tampoco fue fácil. Visitó cárceles en América Latina, vio casos de torturas... Al principio, no podía dormir. «Después vas adquiriendo un sentido de autoprotección. No quiere decir que no le des importancia, pero te quita menos el sueño». Pese a todo, le gustaba el trabajo «o no me habría quedado tanto tiempo». Lo mejor, por extraño que resulte, era el contacto con las víctimas y «poder usar el Derecho en su favor. A ellas, a veces, les basta con que alguien las escuche, las entienda, ver su nombre en un informe. A pesar de que nosotros estemos en una oficina muy lejana y no seamos parte de su vida cotidiana, que escuchemos les sirve de mucho. No prometemos nada. Lo que podemos hacer es presión sobre los estados e instituciones y es importante».
Construir una novela
Cuando se jubiló en 2018, Carmen Rueda decidió «intentar escribir algo que no fuera con el lenguaje estereotipado que se usa en las burocracias y que tuviera que ver con los sentimientos de los eres humanos». Pero no se lanzó ‘de cabeza’. Primero tomó clases de escritura creativa para probar si era capaz de escribir algo que no fuera en términos jurídicos. En aquel curso, entre otros relatos, tejió uno sobre sus recuerdos del conflicto balcánico. El texto lo guardó en un cajón. Después se apuntó a un taller de novela y decidió retomar el relato de Sarajevo.
«Empecé la novela casi como un trabajo de clase y con un personaje que me saqué de la manga, pero que tenía que ver con Ginebra, que era mi ciudad, sobre la que podía escribir». Como lectora, es una apasionada de las novelas con fondo histórico, porque «es una manera maravillosa de aprender Historia». Pero aclara que Mariposas negras sobre fondo rojo «sigue siendo una novela», aunque mezcla personajes de ficción con otros reales involucrados en el conflicto.
«Ha sido un trabajo de investigación intenso. Los hechos no los podía transformar. Tenía especial interés en escribir algo para que el lector pudiera entender mejor y recordar lo que había ocurrido». «Ahora estamos casi igual. Tenemos otros conflictos muy cerca. Lo de los Balcanes las generaciones jóvenes no saben muy bien cómo ocurrió y cuan fratricida fue», afirma.
«Yo quería destacar que soy firme defensora de la ONU. Aunque soy crítica, hace más de lo que la gente conoce. Una de las cosas que marcó un antes y un después en la guerra fue que la comunidad internacional, ante las graves violaciones de derechos, decidió muy pronto, en 1993, crear un tribunal internacional de crímenes de guerra para juzgar a los responsables. Fue, junto con el de Ruanda, fueron los dos primeros que se crearon desde los juicios de Nuremberg tras la Segunda Guerra Mundial. Para los juristas fue un hito muy importante. El tribunal tuvo un recorrido muy amplio, estuvo funcionando hasta 2016 y juzgó a 160 criminales de guerra».
Rueda leyó cientos de actas con los testimonios de las víctimas, que contaron al tribunal lo que había ocurrido. «De manera telegráfica, trato de recoger algunos de los más impactantes, para que el lector sepa hasta dónde puede llegar la brutalidad».
«Las violaciones y los abusos a las mujeres se emplearon como un arma de guerra. Hubo una intencionalidad de asustar a la población en un contexto de limpieza étnica. Los abusos a mujeres fue un recuerso para que huyeran de sus lugares de origen y limpiar los territorios», cuenta. «Algunos testimonios son muy duros. Y son verídicos». La autora no oculta que es una novela dura. «A la vez, a mí me parece que es muy femenina, en el sentido de que no quiero quitar gravedad sobre los hechos, pero los personajes de ficción no son terribles, sino de carne y hueso. La protagonista es una mujer que perdió a su familia, pero es como nosotras, que se enamora, que es madre... he tratado de buscar un equilibrio entre el lado humano de la protagonista y su entorno y las historias de la guerra».
Confiesa que ha disfrutado el proceso creativo y que tiene algunos temas en mente. «Me ha gustado el filón que he encontrado, mezcla de ficción e historia».