Diario de León

«Necesitamos más agricultores y ganaderos que ingenieros»

Marta Soler Montiel, profesora titular de la Universidad de Sevilla, participó en León en el ciclo sobre decrecimiento y crisis ecosocial. DL

Marta Soler Montiel, profesora titular de la Universidad de Sevilla, participó en León en el ciclo sobre decrecimiento y crisis ecosocial. DL

León

Creado:

Actualizado:

Marta Soler Montiel, profesora titular de la Universidad de Sevilla en el departamento de Economía Aplicada, ha cerrado el ciclo Crisis ecosocial y decrecimiento organizado por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de León, Arba León y Bierzo y la Coordinadora en Defensa del Territorio.

—Ha hablado en León de agroecología y cómo artícular la economía desde lo local. ¿Se acabó el sueño o pesadilla de la globalización?

—El cambio climático está muy relacionado con un consumo excesivo de energía, sobre todo de energías fósiles y sus consecuentes emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas tanto al transporte de largas distancias como a la forma de producir. Si queremos mitigar el cambio climático, deberíamos reducir las distancias, reducir el consumo de energía, las emisiones y el consumo de materiales. Eso es incompatible con la globalización. Estamos entrando en un contexto de escasez de energía fósil y de materiales para la forma de producir y consumir de la globalización. Por tanto, la posibilidad de seguir como hasta ahora con sustitución de fuentes de energía, no es viable, es una falacia. Vamos a un escenario, no de sustitución, sino de reducción de la energía y materiales disponibles. La gran interrogante es cómo vamos a redistribuir el acceso a unos recursos cada vez más escasos. La globalización tiene enormes límites y tendríamos que estar preparándonos para hacer una transición justa, con tiempo y verdaderamente sostenible.

—La agricultura ecológica es aún una actividad minoritaria. ¿La nueva PAC mejora sus posibilidades de crecimiento?

—Es importante diferenciar agricultura ecológica como sustitución de insumos, que implica simplemente cambiar inputs químicos por biológicos. En Almería, en la agricultura intensiva bajo plástico, cada vez hay más producciones certificadas como ecológicas orientadas a la exportación. La agroecología, en cambio, plantea un rediseño de los agro ecosistemas recuperando equilibrios ecológicos (diversificar los cultivos, hacer rotación, aire libre y no invernaderos; fertilización orgánica, suelos vivos...). La nueva PAC no está centrada en la transición a la agricultura ecológica. Hay algunas prácticas que se potencian, pero con muchísimas contradicciones. La PAC es una política centrada en cuestiones monetarias y financieras y uno de sus grandes problemas es que cada vez hay menos dinero para la PAC y cada vez se pide más. . Una nueva PAC más exigente en términos medioambientales sin una buena dotación para acompañar a los agricultores y que sigue repartiéndose de manera desigual en función de la propiedad o de los derechos y no de las prácticas, no es una PAC adecuada para acompañar la transición agroecológica que necesitamos. Hay elementos positivos como los ecoesquemas o una nueva retórica verde, pero es cierto también que la PAC tiene más retórica que contenido y propuestas de pagos realmente orientadas a una transición agroecológica. Necesitaríamos otra nueva PAC agroecológica que no tenemos.

—¿Es cierto que la agricultura o ganaderia industrial es necesaria para la alimentar a cantidad de población de una forma más económica?

—Esta es otra gran falacia. La agricultura y ganadería industrial se basan en importantes costes ocultos que no se pagan, entre ellos toda la destrucción medioambiental que recorta las posibilidades de seguir alimentando a la población en el futuro. El consumo excesivo de agua, la pérdida de fertilidad, el desequilibrio ecológico y la mayor incidencia de plagas por la simplificación de cultivos; o la ganadería industrial que depende de importar piensos, sobre todo de maíz y soja de monocultivos con gran impacto medioambiental y gran contribución al cambio climático como por ejemplo la deforestación de la Amazonía. Si contabilizáramos y monetarizáramos estos costes ocultos, la agricultura y la ganadería industrial serían inviables en términos monetarios. Por tanto, los costes de mercado, actualmente, falsean los costes de producción. Además también hay costes ocultos sociales. Las condiciones de trabajo en el medio rural, en agricultura y ganadería intensiva, se caracterizan por bajos salarios y malas condiciones de trabajo. Si se pagaran los salarios que corresponden y se dieran condiciones de trabajo dignas, tampoco las cuentas saldrían. Pero además, la mayor parte de agricultores, agricultoras y ganaderos y ganaderas, viven una crisis de rentabilidad porque el precio que pagamos los consumidores y consumidoras por los alimentos va destinado principalmente a las grandes empresas de comercialización y de insumos y en menor medida a agricultores y ganaderos, sobre todo en la agricultura familiar. Además, los alimentos son cada vez caros porque se están colapsando las cadenas globales. Si hubiera una redistribución del valor añadido a favor de agricultores y ganaderos y de los consumidores, con un reparto más equitativo y acercando las cadenas de comercialización, nos encontraríamos con un abaratamiento de las producciones agroecológicas locales. Serían mucho más baratas que una ganadería y una agricultura y una ganadería industrial que realmente contabilizara todos los costes que se están socializando. Es una falacia porque además son grandes contribuyentes al cambio climático. Son actividades que debemos de modificar con urgencia si queremos seguir teniendo un planeta habitable.

—¿Cómo incentivar a la gente joven a que se haga agricultor/a o ganadera/o cuando lo que se valora es ser ingeniero/a?

—Necesitamos más agricultores, agricultoras y ganaderos y ganaderas jóvenes. Para ello tenemos que resignificar el trabajo en el campo y modificar las condiciones en las que se trabaja en el campo. La gente joven necesita tener acceso a los recursos —actualmente es muy difícil acceder a la tierra— y a las condiciones materiales que permitan ser agricultor o agricultora en buenas condiciones. Es necesario hacer viable las producciones agroecológicas locales. Para eso es necesario un compromiso por parte de la toda la comunidad con el consumo local. Por tanto es responsabilidad de todos. Necesitamos más agricultores y ganaderos que ingenieros. Eso lo tengo claro.

—Muchos colegios tienen huerto escolar. ¿Tendría que ser una asignatura cultivar la ierra?

—Es fundamental que haya huertos escolares y aprendamos cómo se producen y cómo se cultivan nuestros alimentos. Creo que lo que haría falta y la asignatura que se debería implantar es la de visitar más fincas agrícolas y ganaderas que produzcan con criterios agroecológicos. Quizá no todo el mundo se vaya a dedicar a cultivar la tierra, pero sí es muy importante conocer y comprender cómo se cultiva la tierra, conocer a las personas que trabajan la tierra y con los animales y que nos alimentan. Es una asignatura fundamental para resignificar esta labor y para darle el papel en la economía que merecen los agricultores y agricultoras que, con criterios agroecológicos y con unas formas de organización campesina, nos alimentan.

—¿Qué otros sectores económicos pueden ser punta de lanza de la reactivación de la economía local?

—La reactivación de la economía local que buscamos, basada en la proximidad, a pequeña escala, de autoempleo y artesanalidad, podemos iniciarla a partir de las actividades que atienden nuestras necesidades más cotidianas. La alimentación, vinculando el campo con las cocinas; el vestido, el calzado, la energía, las finanzas o los muebles. Son productos que hemos ido comprando en grandes superficies comerciales, en baja calidad, que no pueden repararse y que terminamos sustituyendo frecuentemente. Hay que reconectar lo local con producciones más duraderas y más de reparación que de reposición por la obsolescencia programada. Sería una reasignación total de necesidades y de formas de aprovisionamiento. Ya hay muchas iniciativas de economía social y solidaria en esta línea. Desde placas solares caseras, hasta finanzas solidarias con COP57 o banca de la economía social como Fiare e iniciativas de artesanalidad para atender las necesidades básicas.

—¿Cómo valora la eclosión de la inteligencia artificial como el nuevo negocio global?

—El problema de la IA es quién la controla y para qué fines se utiliza, como toda tecnología. En la medida en que es una tecnología controlada por grandes corporaciones y orientada a facilitar los negocios de grandes empresas multinacionales o que buscan minimizar el empleo y por esta vía minimizar costes y maximizar rentabilidad a costa de la gente, es una mala herramienta. Se pierden en este camino los supuestos beneficios que podría tener. Es importante que las tecnologías estén controladas socialmente y orientadas a fines sociales de mejorar el bienestar y la calidad de vida. Se plantea la agricultura 4.0, sin manos y con drones, que pretende, aunque es una falacia, sustituir o minimizar cada vez más los conocimientos de agricultores y ganaderas. Cuando lo que necesitamos es repartir trabajo y hacer una economía más inclusiva con la tecnología al servicio de la gente y no al revés.

—¿Cómo encajar los cuidados en una economía local que no castigue a las mujeres como proveedoras de esos ‘servicios’ formales o informales?

—Esta pregunta tiene gran relevancia porque la única forma de superar el conflicto capital-vida que vivimos en la actualidad es colocar los cuidados en el centro de nuestra economía y de nuestra sociedad y no puede recaer exclusivamente sobre los cuerpos de las mujeres. Esto implica cambiar la división sexual del trabajo en la que las mujeres son cuidadoras. Es necesario repartir los cuidados de forma equitativa entre hombres y mujeres. Es fácil decirlo, pero difícil llevarlo a la práctica si no cambiamos la relación entre cuidados y espacios privados-domésticos en los hogares, y el espacio público del mercado, del empleo y trabajo remunerado. Son necesarios cambios en los mercados, en las empresas, en el tiempo de trabajo que se dedica al mercado para poder como sociedad darle más tiempo al cuidado y que se pueda colocar en el centro de nuestras economías. En esa transición a una economía del cuidado de la vida, el papel del Estado va a ser fundamental y ahora mismo estamos en la transición contraria. Es necesario reforzar todos los servicios sociales que cuidan y ayudan a los cuidados (sanidad, educación, guarderías, centros de mayores) con calidad. Hay desconfianza hacia estos servicios cuando no se producen con calidad.

—En las pequeñas ciudades como León se ven calles enteras de locales cerrados, ¿Qué modelos de avance hacia esa economía local está observando como alentadores?

—Es verdad que hay calles en las que se cierran locales, pero a la vez hay calles que mantienen su comercio tradicional e incluso aparecen nuevos comercios. En mi barrio existe este fenómeno. Podemos ver la botella medio llena o medio vacía. Es importante defender los comercios de barrio, tener el criterio de ese comercio donde hay un empleo local y autoempleo y conectar el aprovisionamiento y la satisfacción de nuestras necesidades cotidianas a ese comercio de barrio. Es alentador ver que muchos barrios siguen conservando sus pescaderías carnicerías, fruterías o sus tiendas de reparación de calzado o de ropa, ferreterías. Todos esos pequeños comercios que dan vida a los barrios siguen resisitiendo y existiendo. A la vez hay nuevas iniciativas de jóvenes en ese comercio de barrio. Hay que cerrar filas con ese comercio local.

—En el medio rural la situación es más desoladora, sin tienda, sin bar y muchos sin consultorio y transporte. ¿Cómo vencer esta espiral del vaciamiento?

—Este es un proceso complejo que tiene muchas aristas y es difícil dar una respuesta. Yo resaltaría que hay mucha gente joven que está queriendo volver al campo y choca con las dificultades del acceso a la tierra y a la vivienda. El acceso a los recursos es fundamental para cualquier alternativa. Por tanto, son necesarias políticas públicas de los ayuntamientos, y también de las comunidades y del Estado para facilitar el acceso a los recursos. Por supuesto hacen falta políticas que defiendan los servicios públicos en el medio rural. Sanidad, transporte, correos son fundamentales y las políticas públicas pueden y deben facilitarlo. También hace falta un compromiso por parte de las ciudades. Un reconocimiento de la deuda que tienen con los pueblos, para apoyar y fortalecer estos procesos de repoblación del medio rural y agrario. Un reconocimiento que tiene ser material, apoyando iniciativas económicas que vayan surgiendo en los pueblos, y también cultural. Necesitamos cuidar, valorar, reconocer todos los procesos que se produzcan en el medio rural. Aquí es importante tener una visión feminista y tener en cuenta las cuestiones de género. Uno de los factores explicativos del despoblamiento ha sido la sobreemigración de las mujeres por la dificultad del acceso a los recursos cuando les toca ser las hijas de, las madres de, las esposas de, las hermanas de y no las protagonistas de sus propios proyectos de vida y de los medios laborales. Por tanto, el acceso a los recursos tiene que producirse en el medio rural con una visión feminista que facilite la posibilidad de que las mujeres encuentren su lugar; si no, seguiremos teniendo una sobreemigración femenina que fortalece los procesos de desagrarización. Para una reagrarización necesitamos acceso a los recursos y un apoyo fuerte desde las ciudades con una visión agroecológica y feminista.

—¿Qué papel tienen las energías verdes o limpias en esa economía a escala local? ¿Caben los macroparques?

—No, los macroparques no caben. Son una amenaza para la sostenibilidad. Están guiados por criterios exclusivamente crematísticos y de rentabilidad financiera a corto plazo con esa idea de que una hectárea de placas solares genera 2.000 euros de beneficio. Ese es el criterio de destrucción de nuestros territorios y de la vida a largo plazo. Los macroparques implican destruir la capacidad productiva de la tierra. Son procesos casi irreversibles porque implican intervenciones sobre la tierra que destruyen su estructura y su posibilidad de tierra para cultivo. Deberíamos tener mucho cuidado con esto. Dicho esto, las energías verdes y renovables son importantes y necesarias pero en un modelo descentralizado, a pequeña escala, que no impacte en los paisajes y que estén controladas por las comunidades para garantizar que estén orientadas a cubrir las necesidades de las personas. Es una falacia que la sustitución (de unas energías por otras)nos permita mantener los niveles actuales de consumo. Va a ser necesario reducir los consumos. Pero lo que está ahora mismo en juego es el reto de la descentralización y el reparto. La transición solamente va a ser posible con criterios de equidad, a favor de modelos a pequeña escala y el criterio de equidad de género va a ser central. Por tanto necesitamos visiones ecofeministas para la transición energética y económica que vamos a afrontar.

tracking