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Alzheimer León recibe como voluntarias a jóvenes extranjeras estudiantes de español

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ELENA F. GORDÓN/ICAL

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La encomiable labor que desarrolla Alzheimer León no deja huella únicamente en los usuarios, familiares o cualquiera que conozca mínimamente su tarea social y asistencial. También jóvenes extranjeros que llegan a la ciudad con el principal objetivo de aprender español tienen la oportunidad de sumarse, como voluntarios, al día a día del Centro de Atención Integral.

Los convenios que la entidad mantiene con el Centro de Idiomas de la Universidad de León y con la Asociación Auryn -perteneciente a la Federación de Centros Juveniles Don Bosco de Castilla y León- han llevado recientemente a tres jóvenes de 19 años a incorporarse, por algunas semanas o por varios meses en el caso de una de ellas, al equipo multidisciplinar de Alzheimer León para colaborar en diversas tareas de acompañamiento.

Inés Marie Francois, de la Bretaña francesa, a la que todos tratan de ayudar, porque es la que se desenvuelve con más dificultad con el idioma, completará un periodo de seis meses compaginando sus clases para aprender español con la experiencia del voluntariado.

Nacida en el neoyorquino distrito de Queens, Samantha Sestak estudia Ingeniería Biomédica en la Universidad de Harvard, en Boston, y tiene interés en dedicarse a la investigación y al diseño de maquinaria médica para clínicas. “Estudio muchas enfermedades y los sistemas del cuerpo para construir máquinas específicas para mejorar el bienestar de las personas con enfermedades”, explica.

Además de sus clases de español, dedica un amplio horario a las tareas que le encomiendan en Alzheimer León. “Ayudo con ejercicios mentales con los señores. Mucho es hablar con ellos.

Mi primera meta es hablar español y he aprendido mucho de la cultura de España y también de la gramática y expresiones que no aprendí en la clase. Hablan mucho de la historia y es un placer hablar con ellos”, detalla.

“Es una experiencia preciosa. Para mí especialmente, porque mi español ha mejorado mucho en muy poco tiempo, porque todas las personas son muy majas, muy amables, están muy interesados en compartir sus historias. Tienen mucha energía para enseñarme. Es un placer hablar con ellos. También me interesan sus historias y sus vidas”, comenta con soltura.

Asegura que le “encanta” León. “En comparación a Madrid y ciudades mayores es un sitio que no tiene muchos turistas y puedo hablar con muchos españoles. Es un sitio muy auténtico, con mucha historia y mucha comida buena; la más importante cosa”, subraya con una sonrisa.

Las tapas de León y, sobre todo, la tortilla española también aparecen rápidamente al conversar con Camila Wu, de Crecent, en el condado de Allegheny (Pensilvania, Estados Unidos). Su familia regenta un restaurante de comida china en la que ella ayudaba, en la cocina y en la contabilidad, al tiempo que estudiaba en la Escuela de Secundaria. Lleva cinco años aprendiendo español y quiere continuar cuando inicie su formación universitaria en Biología.

“Me gusta la cultura española y esta es una experiencia muy especial, porque es mi primera vez trabajando con los mayores. Les ayudo con las actividades de memoria, escritura y lectura y después de la siesta se juega al bingo. Yo estoy aprendiendo también y en los descansos tengo la oportunidad de conversar con ellos sin vergüenza. Me encanta la gente. Me hacen sentir muy cómoda. Esto me ayuda a mejorar y estoy muy agradecida de tener esta oportunidad”, comenta.

Por su parte, la directora gerente de Alzheimer León, Flor de Juan Diéguez, subraya lo que significa la ayuda de personas en, mientras estudian, tienen interés en contribuir en algún proyecto social de la zona en la que residen de forma temporal. “Es una experiencia preciosa, multicultural. Son jóvenes con clara vocación de voluntariado y de conocer la realidad social del contexto en el que viven esa experiencia”, apunta.

La presencia de estudiantes extranjeras como colaboradoras temporales, con el interés de dar algo a cambio de nada, supone “un orgullo y nos ayuda a ver nuestro proyecto con mayor sentido”. Las voluntarias, siempre acompañadas por técnicos y profesionales de la organización, aportan “un plus en la interacción con los usuarios del centro. Es caricia, es sonrisa, es alegría, frescura, una mano más. Es tiempo para las personas”.