Diario de León
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La COP28 entró este martes oficialmente en la prórroga y parece que llegará a los penaltis. Una tanda fatídica que puede terminar —en lenguaje climático— como París o como Copenhague. Cara o cruz, puerta grande o enfermería. El último gran éxito en las cumbres climáticas lo marcó París en 2015 con el acuerdo que coge el nombre de la capital gala y es su implementación la que centra todos los eventos posteriores. La capital de Dinamarca y la COP que acogió en 2009. De esta cita salió una simple declaración de intenciones sin objetivos de reducción de emisiones que evitaran los impactos negativos del cambio climático. Solo salió una la voluntad de movilizar 100.000 millones de dólares para acciones de mitigación para el 2020, que nunca se cumplió. La cita de este año llegaba a Emiratos Árabes Unidos con la tarea de establecer la nueva hoja de ruta de descarbonización de los países para mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5 grados como certifica la ciencia. «Es la estrella que nos guía», repite constantemente el presidente de la COP28, Sultan Al-Yáber. «Acabar con los combustibles fósiles es inevitable y esa transición tiene que ser clara, responsable y organizada», señaló tras la polémica surgida al principio de la cumbre. Al-Yáber centró el debate en el fin o no del uso y producción de los combustibles fósiles. El último texto conocido rebajó la emoción y encendió los ánimos al desparecer el verbo eliminar.

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