Una ráfaga flotando
alfonso garcía
Está admitido que el pedo es incómodo, a veces, para quien tiene que soltarlo, a pesar de sus grandes ventajas, y para quien recibe sus efectos, sobre todo si son olorosos. Pero es tan natural, que nadie está exento de una u otra situación, al margen de remilgos y otras veleidades que apelan a la buena educación. Quien esté libre de tales exigencias fisiológicas, que tire… la primera piedra.
El texto narra en verso las harturas del zampón Rosendo, que, después de una opípara comida, ve, oye mejor, que «de pronto hay un desenfreno./En la panza, un retortijón./¡Ay, que se acerca un trueno/ más grande que un camión!». Y «¡Pfff, se escucha un bufido./ «Bruuum», resuena en el aire./Tremendo es el estallido/que acompaña tal desaire». Este pedo de color marrón —después irá adquiriendo otras tonalidades— es muy oloroso. «-¡Rosendo, guarro, cochino!/¿Qué es este mal olor?/¡Te has tirado un pedo, gorrino!/¡Qué asqueroso mal sabor!». Y quedó «una ráfaga flotando», de tal manera que su olor afecta a unos y otros, que toman sus propias medidas para evitarlo porque «en cuanto le huele la gente,/ todos son gritos terribles./ Aspavientos de un demente/ en todos los tonos posibles». Así que «¡Qué triste se siente el pedo!/Qué dolor por tanta soledad!/¡A nadie le importa un bledo!/¿Quién le dará su amistad?». Se la dio un perro callejero, con lo cual el pedo se siente emocionado por haber encontrado un amigo: «-Gracias por existir/ y darnos tan buenos momentos!/ ¡Qué maravilloso elixir,/ el de los pedos tremendos!». Ahí queda la conclusión: «Y si nunca te has irado uno,/ no sabes lo que es placer./ No hay nada más oportuno/ que liberar el buen comer». Un texto sencillo, como corresponde a los primeros lectores a los que va destinado, original, lleno de humor, con rimas inesperadas, desenfadadas y curiosas. Con el mismo criterio narrativo, complementarias y con personalidad, las ilustraciones, generosas, hiperbólicas, llenas de color y simpáticas.