EL ÚLTIMO JUICIO POR LA GUERRA FRÍA
Un oficial de los servicios de inteligencia germanos y antiguo coronel del ejército germano es acusado de actuar como topo para Rusia
Berlín acoge desde este miércoles el mayor juicio por espionaje desde la Guerra Fría con el procesamiento de un destacado miembro del Servicio Federal de Inteligencia (BND), la agencia de espionaje exterior germana, acusado de trabajar como topo para Moscú y de suministrar a Rusia valiosa información occidental sobre Ucrania en plena guerra. Carsten L., un antiguo coronel del ejército federal y oficial del BND de 52 años de edad, ha sido acusado por la Fiscalía Federal de alta traición y podría ser condenado a cadena perpetua. Una pena que amenaza igualmente a su presunto cómplice, el comerciante de diamantes alemán de origen ruso Arthur E., de 31 años, que hizo de enlace con los servicios de espionaje rusos FSB, el antiguo KGB. Hace ahora un año, el pasado 22 de diciembre, que la Fiscalía Federal anunciaba la «detención por presunta alta traición» y el encarcelamiento en prisión preventiva de Carsten L. por «proporcionar en 2022 informaciones obtenidas por su actividad profesional a unos servicios de inteligencia rusos». Una catástrofe para Berlín, donde hacía más de tres décadas que no se detectaba un topo de Moscú en sus servicios de inteligencia o alguno de sus ministerios. La noticia causó además gran preocupación en Alemania ante el hecho de que en febrero de ese año el presidente ruso, Vladímir Putin, había ordenado la invasión de Ucrania atentando contra el derecho internacional. Un chivatazo del FBI estadounidense permitió desenmascarar al topo en el seno del BND y acabar con la fuente de valiosa información para Moscú.
Sus actividades de infiltración duraron tan solo unos meses, pero fueron generosamente remuneradas. El oficial del BND recibió 450.000 euros y su enlace con el FSB 400.000 euros, según la investigación. Dinero que le fue abonado al contado y que en el caso del topo germano fue encontrado en la caja fuerte de su residencia particular en el sur de Baviera. La acusación especifica que Carsten L. entregó a Arthur E. un total de nueve documentos secretos, impresos o fotografiados en la pantalla de su ordenador en la central del BND en Berlín o la sucursal bávara de Pullach, lugares en los que se produjeron además las dos entregas del material conocidas entre septiembre de 2022 y la detención del sospechoso principal poco antes de la Navidad de ese año.
Los dos procesados se conocieron al parecer casualmente en Weilheim, lugar de residencia del coronel del BND al sur de Múnich y al pie de los Alpes, en mayo de 2021 durante una fiesta de barbacoa del club deportivo local. Carsten L. era entonces jefe del departamento del llamado espionaje técnico, las escuchas de las comunicaciones enemigas, en Pullach. Ambos habían sido en el pasado profesionales del Bundeswehr, el ejército federal, y tenían muchos puntos en común. Arthur E. trabajaba desde hacía unos años como comerciante de oro y diamantes y viajaba por todo el mundo. Nacido en Rusia y nacionalizado alemán, contaba al parecer con contactos en los servicios de inteligencia de Moscú. Año y medio después el oficial del BND contactaba con el comerciante de origen ruso y le proponía suministrar información secreta al FSB a cambio de dinero.
Un empresario ruso amigo de Arthur E., cuya identidad no ha sido facilitada y que se encuentra en busca y captura, se reunió con los dos en el sur de Baviera y puso la operación en marcha. El empresario organizó y financió los viajes de Arthur E. a Moscú para reunirse con agentes del FSB a los que entregó el material suministrado por Carsten L. y quienes le instruían sobre el tipo de informaciones que más interesaban a los servicios de inteligencia rusos. El intermediario regresaba con el dinero de los pagos en metálico y el agente del BND se encargaba de facilitar su paso por la aduana en el aeropuerto de Múnich sin ser controlado.
Mutismo sobre el material divulgado
El BND y las autoridades alemanas guardan absoluto mutismo sobre el material que los dos procesados proporcionaron al FSB, pero medio locales como la primera cadena de la televisión pública alemana ARD han informado de que suministraron a Moscú, entre otras cosas, informaciones altamente secretas sobre una operación en curso del BND en la que se había logrado intervenir y vigilar las comunicaciones del grupo de mercenarios rusos Wagner. Tras la traición los espiados cambiaron sus protocolos de comunicación y la inteligencia germana perdió una fuente directa de información sobre los movimientos de las fuerzas rusas en Ucrania. Ya antes del comienzo del juicio se daba por sentado que la opinión pública no tendrá acceso a todos los detalles del caso. En primer lugar porque el sospechoso principal, Carsten L., guarda absoluto silencio desde su detención y no parece tener intención de hacer declaración alguna ante el sexto senado de lo penal de la Audiencia Regional de Berlín. Todo lo contrario que su presunto cómplice, que ha colaborado con la Fiscalía federal desde su detención con la esperanza de un castigo menor. Los jueces tienen además la posibilidad de ordenar el abandono de la sala por parte del público y los medios cuando se aborden cuestiones cuya difusión pueda suponer una amenaza para la seguridad nacional.