Diario de León

Epigmenio Fernández: «Con el doble de esfuerzo, consigues la mitad»

Epi es una persona sorda sin ninguna experiencia auditiva. La lengua de signos es su medio de expresión habitual. Estudió dos grados de Formación Profesional e intentó hacer ingeniería informática. Su mayor logro: «Trabajar en una empresa ordinaria».

J. NOTARIO

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León

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Epigmenio Fernández Garceo está acostumbrado a luchar desde que nació. Es el segundo hijo de una familia oyente que nació con sordera prelocutiva, por lo que piensan que es hereditario». «Mis padres tenían la ilusión de tener un segundo hijo oyente, pero no fue así». La única ‘ventaja’ es que le diagnosticaron enseguda. «A mi hermano tardaron casi dos años en verle el problema», dice en lengua de  signos con la interpretación de Bárbara Tejerina, de la Asociación de Personas Sordas de León San Juan Bautista. 

Epi fue escolarizado en Infantil y todo iba bien, pero en la Primaria (antes EGB) «mis padres vieron que no entendía las cosas y me mandaron a un colegio especial de sordos en Valladolid». Era un internado, donde profesorado y monjas sabían lengua de signos. Pero era duro estar separado de la familia.

En la última etapa volvió a León al colegio de integración para escolares con discapacidad auditiva, La Granja, con una enseñanza mixta oralista y de lengua de signos. Recuerda que tuvo muchas dificultades y «con el doble de esfuerzo conseguía la mitad». Cuando pasó al instituto Giner de los Ríos fue la primera vez que tuvo un intérprete de lengua de signos, aunque no le cubría el 100% de las horas. «Repetí curso dos veces y lo conseguí», señala sobre la ESO. «Tenía ilusión por hacer el Bachillerato, pero me dijeron que siendo sordo era muy difícil y me fuera a un grado medio».

«Lo acepté y me fui a un grado medio de equipos electrónicos y consumo. También repetí y lo aprobé», relata. Después vio un grado superior de Aplicaciones Informáticas. Se presentó a la prueba de acceso en el Instituto de San Andrés y tuvo intérprete el 100% de las horas. Lo hizo en dos años. Luego se planteó hacer ingeniería Informática y aunque le desanimaron en casa y en su entorno quiso intentarlo. «Sólo un 5% de personas sordas llegan a la universidad», le dijeron como argumento. «Lo intenté y me esforcé pero no lo conseguí. Después de un año el resultado fue un fracaso», dice sin resquemores. Se puso a buscar trabajo en una empresa que tenía relación con su grado superior y lo consiguió. Lleva siete años. «Encontrar trabajo es mi mayor logro», asegura consciente de las barreras que tienen las personas sordas. «Cuando acabé de estudiar me di cuenta de que la mayoría de las personas están en empleos precarios o limpieza», señala. 

«La lengua de signos no es un capricho; es derecho para la vida de las personas sordas»

Empezó con un contrato de seis meses, otro de seis y después indefinido. Las aplicaciones de móvil, el WhatsApp, etcétera han mejorado las posibilidades de comunicarse a la comunidad sorda. Pero la lengua de signos sigue siendo una prioridad y aún están muy lejos de conseguir la accesibilidad.

Ni en la tele, donde es obligatorio, hay accesibilidad. «Me interesa la política pero la intéprete aparece en un cuadro pequeño y tengo que pegarme al televisor. Los sordos solemos decir que tenemos que comprar unos prismáticos con la tele», dice con una carcajada.

La vida social también está limitada. No hay subtítulos más que, escasamente, en películas en versión original. Pero lo peor son los derechos básicos. Ir al médico con el único intérprete de lengua de signos que hay para León es una odisea: «Cuando te dan la cita, el intérprete no tiene libre», señala. Ir con su padre o su madre, a sus 38 años, no le no le agrada: «No quiero que se preocupen».

«La lengua de signos no es un capricho, es un derecho», alega. Tener paciencia y ser perseverante le ha abierto las puertas. «Mi padre siempre me decía que si me caía, me tenía que levantar», recuerda. Esta actitud fue clave para obtener el permiso de conducir con 19 años, que le permite desplazarse a su trabajo a El Burgo Ranero. Pactó con el profesor de la autoescuela unos signos para entenderse. «Nunca he tenido un accidente, solo alguna multa por olvidarme poner la ORA», señala. 

Tiene amigos oyentes sobre todo de la infancia. Pero conseguir nuevos amigos es misión casi imposible. «Doble de esfuerzo para conseguir la mitad», reitera. «La mayoría de oyentes cuando se interesan por la lengua de signos preguntan por los signos sexuales porque son muy explícito», confiesa. Una de las cosas que más le preocupa es la vejez y la falta de recursos específicos para mayores sordos. Teme que acaben como «perros abandonados» en residencias sin recursos específicos para personas sordas.  

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