Diario de León

La trashumancia, entre las luces de la Unesco y las sombras de León

Un empujón más tangible al patrimonio inmaterial. El reciente título de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco «es positivo», pero falta apoyo real de las instituciones, según pastores y pastoras que la practican en León.

Más apoyo a los ganaderos que hacen trashumancia

Más apoyo a los ganaderos que hacen trashumancia

León

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Más de 30.000 ovejas trashumantes y trasterminantes subieron el verano pasado a los puertos de León. Son menos de una tercera parte de las 100.000 cabezas de ovino que teñían los puertos de blanco en 1996 y la cifra está muy lejos del millón que llegaron a subir en los tiempos de esplendor de la Mesta. El pasado 6 de diciembre, en Botswana, la Unesco incluyó este manejo milenario del ganado que pone en contacto territorios distantes a través de los rebaños como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Nada ha cambiado en este mes, ni los pastores y pastoras esperan que cambie en breve. «Está bien pero ero a corto plazo no nos va a repercutir para nada», opina Violeta Alegre, que, junto a su marido, Gregorio Fidalgo, maneja uno de los rebaños con más merinas negras en España y hacen la trasterminancia entre el Órbigo-Páramo y Omaña y Luna. «Una vez que lo han reconocido hace falta que arreglen las casetas de los puertos y que no dejen perder las cañadas», subraya. Lamentan la falta de vigilancia y protección sobre estas vías desde la base de la guardería forestal hasta la cúpula de la administración.

Este matrimonio, en titularidad compartida como Ganadería Fial, recuerda que se casaron en julio y su luna de miel la pasaron en La Cueta con el rebaño de Agustín Darío Suárez cuando aún no tenían el propio.

Más apoyo a los ganaderos que hacen trashumancia

Carolina García Santa María, de 23 años, ha pastoreado el rebaño de la Fundación Monte Mediterráneo junto a Mohamed Akhlifa en Salamón. «Es fundamental darle un valor institucional a la trashumancia para que haya más apoyo a los ganaderos que la mantienen con vida y se recuperen las cañadas», subraya esta joven que compatibiliza el trabajo temporal con sus estudios de Ciencias Ambientales. Pide más estabilidad para seguir en el oficio.

Los pastores y pastoras sienten el orgullo de formar parte de ese título mundial porque aman su oficio, pero son tienen los pies en la tierra. «Bien está que se reconozca el valor de la trashumancia, porque lo tiene; los antiguos eran más listos que nosotros», apunta Agustín Suárez, quien, junto a su hermano Darío, sube más de 4.000 ovejas a los puertos de La Cueta de Babia en verano.

Ernestine Lüdeke, vicepresidenta de la Fundación Monte Mediterráneo, señala que el nuevo título «junto con el Año Mundial del Pastoralismo, que será en 2026, puede ayudar a que penetre en la población, pero las palabras de los políticos valen poco», apunta al recordar que aún no se ha visto ni un euro de los 300.000 que prometió el consejero de Medio Ambiente, en Salamón en 2020, para acondicionar chozos y «no ha cumplido».

«Lo tienen abandonado», añade Suárez. «Faltan pasos, no se respetan las cañadas, hay puertos que están como hace 50 años, falta mano de obra y se les llena la boca de agua con que dan ayudas a la trashumancia por su valor agroambiental pero luego no te dan prácticamente nada o solo compensa hasta las 60 hectáreas, como si la labor sobre 61 o 121 fuera inferior. Si se hace un beneficio al medio ambiente, será igual para todas las hectáreas», reivindica.

«Los chozos están abandonados»

Violeta Alegre hace la trashumancia desde que se casó con Gregorio Fidalgo. Tras el reconocimiento de la Unesco cree que es hora de que «arreglen los chozos, que están abandonados», lamenta que las cañadas se pierden y el poco interés por el oficio

Uno de los motivos en los que se asienta esta declaración mundial —que lideró España tras dar el título de patrimonio inmaterial a la trashumancia en 2017— es que cuenta con una red de 125.000 kilómetros de vías pecuarias (1.524 en León).

«Esto se acaba», vaticina Gregorio Fidalgo. «En 10 o 15 años no queda nadie», añade Violeta Alegre. «La mayoría ya estamos entre los 60-65 años y no hay relevo», añade Agustín Suárez. «Hemos hecho siempre la trashumancia y la seguiremos mientras se pueda», señala este ganadero de estirpe que ya lleva 28 años en el oficio. Actualmente, los hermanos Suárez cuentan con dos pastores contratados y los veranos aún sube Ismael, un veterano de 73 años. «El día que falte no sé que va a pasar», reflexiona en voz alta.

«Esto se acaba; no hay relevo generacional»

Gregorio Fidalgo siente orgullo de pastor por formar parte del ‘patrimonio inmaterial de la Humanidad’ pero, lamenta, «esto se acaba, no hay relevo generacional porque la gente quiere jornada y días libres y en este oficio no lo hay».

La formación de nuevas hornadas de pastores y pastoras es uno de los objetivos de la Fundación Monte Mediterráneo. Pero «no avanzamos porque solo les podemos ofrecer trabajo durante cuatro meses», afirma Ernestine Lüdecke. «Hay que crear una economía circular que esos pastores trabajen durante cuatro meses en la trashumancia y el resto del año desempeñen otra actividad, que puede ser desde recoger escaramujo, un producto con vitamina C, para hacer infusiones, trabajar en el monte, arreglando chozos o en cualquiera de los productos como la lana, que surgen alrededor de la trashumancia», apunta. La trashumancia necesita, además, una nueva forma de gestionar los puertos. «El código de explotación dice desde antiguamente que se puede ir al puerto por el que se ha pujado. Eso funcionaba bien cuando grandes ganaderías llevaban rebaños al puerto. Ahora un rebaño puede ser de tres o cuatro ganaderías diferentes y habría que crear una entidad o plataforma para adaptarse a la trashumancia del siglo XXI», subraya.

Lüdeke propugna «una nueva Mesta». «Que 40 ganaderos pujen y puedan ir a cualquiera de esos puertos con una gestión profesional y moderna, no podemos seguir pensando bucólicamente en la trashumancia», añade. Los pastores y pastoras necesitan unas condiciones mínimas para vivir los meses de verano en la alta montaña. «No podemos promocionar que vivan como hace 50 años», añade.

«La vida del pastor tiene que ser decente»

Agustín Suárez señala que reconocer el valor de la trashumancia es un acierto, «porque lo tiene», pero alerta de que en el siglo XXI «las condiciones de vida del pastor tienen que ser decentes» y que cuenten con «casetas, caminos y un buen corral para las ovejas en los puertos».

«Estamos en el siglo XXI», insiste Suárez. «Hacen falta casetas, caminos y un buen corral», como también montes más limpios, «ni se desbroza ni permiten las quemas controladas», se queja, y falta un control poblacional del lobo. «Lobos tiene que haber, pero algo razonable. Si en la cadena proteges al más fuerte y la población de lobos y osos nos desborda, es un problema», apostilla.

«Es fundamental darle un valor institucional a la trashumancia para que haya más medidas de apoyo a los ganaderos que la mantienen con vida y que se recuperen las cañadas», afirma Carolina García Santa María, una joven de 23 años natural de Valdepeñas (Ciudad Real). Estudiante de Ciencias Ambientales, ha pasado los dos últimos veranos como pastora en los puertos de Palencia y León dentro del programa de la Fundación Monte Mediterráneo.

El último verano lo pasó en el puerto de Las Pintas de Salamón con Mohamed Akhlifa. «Estar dos personas es fundamental para llevar mejor el trabajo y el aislamiento», señala. Con el lobo, no tuvieron problemas: «Estábamos todo el tiempo con las ovejas y teníamos doce mastines, pero haberlos haylos», remarca.

La experiencia «ha sido positiva y aunque el trabajo del día a día es duro, he tenido un buen compañero, Mohamed, y el apoyo de la Fundación y la gente del pueblo, desde Ángel, el alcalde, a otras personas», señala. Ha ayudado que «ha sido un año bueno». El inconveniente es que «es un trabajo temporal y hace falta más estabilidad», apunta la joven.

La declaración de la Unesco se ve como un empujón a esta actividad que cumple una «importante misión como servicio ecosistémico», añade Lüdeke. La vicepresidenta de la Fundación Monte Mediterráneo sostiene, como todos los expertos, que «la biodiversidad de España se debe en gran parte a la trashumancia. Son las ovejas las que han creado estos paisajes —dehesas y puertos— y este servicio ni se valora ni se compensa».

Espera que este título mundial haga reaccionar a las autoridades y pongan en marcha programas y subvenciones. En un contexto de cambio climático y avance de la desertifificación del país, «a la Junta de Andalucía y a Extremadura les tiene que interesar evacuar ovejas de sus territorios en verano a los puertos del norte», subraya.

La Unesco declaró la trashumancia como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en la reunión del Comité llevada a cabo en Kasene (Botsuana). La candidatura de la trashumancia, a nivel internacional, estaba liderada por España y reconoce esta modalidad de pastoreo también en Albania, Andorra, Croacia, Francia, Luxemburgo y Rumanía, según ha informado el Ministerio de Cultura. Este reconocimiento ya existía en Austria, Grecia e Italia, por lo que ya son 10 países los que comparten este patrimonio.

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