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Luis García Jambrina ante la escultura de Unamuno en Salamanca

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León

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José antonio guerrero

Luis García Jambrina (Zamora, 63 años) inicia con El primer caso de Unamuno (Alfaguara) un serial de novelas de corte histórico y detectivesco, en la línea de sus Manuscritos, cambiando, eso sí, de época y de protagonista. Del pesquisidor Fernando de Rojas, el autor de ‘La Celestina’ que protagoniza la saga ‘manuscrita’, salta a don Miguel de Unamuno, al que pone a investigar un crimen en la Salamanca rural de 1905 partiendo de un hecho real, el protagonizado por el pueblo de Boada cuando sus vecinos anunciaron su intención de emigrar a Argentina al quedarse sin tierras que labrar tras la decisión del Gobierno de vender los bienes comunales a un rico terrateniente. La novela arranca con su asesinato a puñaladas.

—Pone a Unamuno a investigar un crimen como antes hizo con Fernando de Rojas, ¿y este cambio de pesquisidores?

—Llevaba tiempo con ganas de hacer una novela con Unamuno de protagonista y esa idea surgió cuando en 2021 publiqué el ensayo con Manuel Menchón sobre su posible asesinato (La doble muerte de Unamuno). Pensé en escribir una novela de Unamuno en París en el que él sería la víctima de una conspiración para matarlo. Hay cierta base real en ese hecho, pero luego le di la vuelta para hacer una serie, porque el personaje me parece tan complejo que no basta con una novela. El proyecto se plantea como una serie de novelas en diferentes momentos de la vida de Unamuno y de la historia de España en los que, llevado por las circunstancias, Unamuno se convierte en investigador.

—¿Qué rasgos de sabueso ve en un intelectual como Unamuno?

—Unamuno se pasó la vida buscando la verdad por encima de todo. Su lema era ‘Antes la verdad que la paz’. Por buscar la verdad sufrió destierros, querellas criminales y hasta la muerte, según la hipótesis de su asesinato que mantenemos Menchón y yo. Y luego era una persona muy dotada y con gran capacidad de observación. Tenía rasgos que comparte con Sherlock Holmes, que además es un estricto contemporáneo de don Miguel.

—En la novela cuenta que Unamuno leía a escondidas a Conan Doyle.

—Era una persona con una curiosidad tan grande que no me extrañaría. ¡Y podía leerlo en inglés!

—¿Qué le ha enseñado Unamuno?

—Es un referente moral, ético y político, la persona insobornable que no se casa con nadie, que busca la verdad por encima de todo. Es el gran intelectual español del siglo XX y en este momento echo en falta un intelectual de su talla y valentía.

—En una pareja imaginaria entre Fernando de Rojas y Unamuno, quién llevaría la voz cantante.

—¡Unamuno! El carácter indomable de don Miguel no lo tenía Fernando de Rojas, que por su condición de converso debía ser una persona mucho más discreta. Formarían una pareja imbatible en ese terreno. Se complementarían muy bien, como Holmes y Watson, y como Don Quijote y Sancho. Unamuno tiene mucho de Holmes y de Don Quijote, los dos personajes más universales de la literatura. Su complementario en mi novela es el abogado Manuel Rivera.

—¿Qué averiguaría Unamuno de su posible asesinato?

—Unamuno anticipó su propia muerte y fue dejando pistas muy claras en las cartas que escribió en los últimos meses de su vida. Tenemos la resolución reciente del caso de Pablo Neruda, que parece confirmar que murió asesinado tras un estudio forense de sus restos. Si se hiciera algo similar con Unamuno se podría ver si sufrió algún tipo de envenenamiento o de estrangulamiento, porque no cabe duda de que en su muerte hubo una intervención ajena.

—Unamuno hoy. sería un agitador de las redes sociales, ¿tendría más ‘haters’ que ‘followers’?

—Todo eso. El siempre trató de remover las conciencias, de hacernos pensar. No sería una figura cómoda. No daba respuestas. Hacía preguntas porque lo cuestionaba todo, algo que echamos de menos hoy cuando vemos discursos ideologizados y mentirosos.

—¿Qué le preguntaría si pudiera?

—Por la existencia de Dios. Y a partir de ahí entraríamos en otro tipo de preguntas como qué postura política mantendría hoy.

—¿Militaría en algún partido?

—No. Sería un agitador, y para serlo hay que estar fuera de la política. No se casaba con nadie.

—La novela aborda un caso real, el ocurrido en Boada en 1905, que también refleja la despoblación del campo por la falta de oportunidades. Hoy, 119 años después ¿seguimos igual?

—Hemos empeorado. En 1905 Boada tenía mil habitantes y ahora no llega a 300. Ahí está la prueba. Lo interesante es que Unamuno en aquella época era rector y se plantó en Boada, se interesó por el caso y se implicó en campañas que le costaron el rectorado. Ahora no tenemos personajes así, que se preocupan y tratan de remediar esta situación.

—Hay un momento en el que Unamuno dice que España es el reino de la farándula, la injusticia y la mentira. ¿Seguimos ahí?

—Esas palabras tienen ahora más vigencia que nunca. La farándula y la mentira se han instalado en la realidad social y política hasta extremos que ni siquiera Unamuno fue capaz de imaginar.

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