Diario de León
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Publicado por
León

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sergio andreu

Cuando parece que todos los formatos están ya delimitados llega una novela gráfica como El color de las cosas, de Martin Panchaud, un prodigio visual a vista de dron que juega con infografías, mapas y diagramas en un thriller fábula sobre el poder del azar y el dinero. Sobre el papel, existirían muchas vías, convencionales y eficaces, para contar la historia de Simon, un adolescente inglés que se refugia en la comida para huir del acoso que sufre en el colegio y del mal ambiente en casa —con un padre alcohólico y violento— y que por un giro del destino y con la ayuda de una pitonisa de barrio gana 16 millones de libras en una carrera de caballos.

Con esos mimbres, que enlazan momentos de drama cotidiano, humor, violencia doméstica y escolar, secretos de familia y el complicado tránsito del protagonista a la adolescencia, Panchaud (Ginebra, 1982) opta por una sorprendente fórmula narrativa: convertir a los personajes en simples puntos de colores que se mueven por una trama de calles y casas en un alejado plano cenital.

Una distancia a priori insalvable para que el lector pueda empatizar con esos ¿seres? que deambulan como fichas de parchís en un tablero, como células en la plaqueta de cristal de un microscopio.

Pero ahí aparecen los diálogos y sobre todo la increíble pericia gráfica de Panchaud, que obra el milagro: de repente, esos círculos cobran vida y sus conversaciones consiguen sumergir al lector más perplejo en la historia. «Estudié cómic y grafismo. Con la covid no había trabajo y tenía mucho tiempo. Decidí aunar estas dos formaciones para crear un cómic con la visión de un grafista, una visión pura, sin florituras a la hora de transmitir», explica. «Yo era un gran disléxico. Un niño normal que no conseguía ni escribir ni leer bien. Casi por casualidad entré en el mundo del cómic».

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