Historias de superación
Eugenia Román: «La música hace que no vean en mí solo la discapacidad»
Nació con atrofia óptica dominante, una mutación genética que impide a su nervio óptico enviar bien la información visual al cerebro. Al principio no se dieron cuenta y no tuvo ayuda. A los cinco años empezó a tocar el violín, ahora hace el grado profesional de Canto.
Eugenia Argentina Román Alonso tiene 20 años y ha encontrado en la música un lugar donde desarrollar su vida con normalidad pese a la discapacidad visual. Una vocación que brotó en un ambiente familiar propicio: «Mi abuelo siempre nos cantaba y a mi abuela le encantaban los bailes regionales». apunta. Su bisabuelo, Antonio Alvarado que, con 110 años llegó a ser el hombre más longevo de España en 2022, se lanzó a cantar de mayor y hasta formó un coro.
«Después del Bachillerato no tenía muy claro qué hacer y no me veía haciendo otra cosa que no fuera música. Fue cuando me plantearon hacer Canto», relata la joven leonesa que deslumbró las pasadas navidades en la actuación que realizó en la sede de la Once con dos compañeras del Conservatorio Profesional de Música de León.
La flauta mágica de Mozart, su compositor favorito, y el rock metal de Dire Straits sonaron en las cuerdas de su violín y en sus cuerdas vocales en una tarde de música en la que le propusieron hacer lo que quisiera y contar su experiencia vital. «Mis padres escuchaban música celta y me me gustaba mucho cómo sonaba el violín, muy limpio y muy bonito». Recuerda que los primeros años con el instrumentos «fueron terribles». «Hacer sonar un violín de verdad es muy difícil, pueden pasar años», comenta.
«Me costó admitir que no veía, hasta que me dije: ‘O lo acepto, o sigo viviendo a ciegas’»
En el ambiente musical se encuentra como pez en el agua. «Es una satisfacción cuando conoces a alguien que no te trata diferente. En mi familia siempre me han tratado como si fuera más niña de lo que soy o a veces piensan que no puedo hacer cosas básicas y de pronto te cruzas con alguien que te trata exactamente igual y te motiva para hacer cosas que crees que puedes hacer. Esto te hace ver que tu discapacidad no es lo único que ven en ti», explica. A partir de ese momento es cuando «te das cuenta de que puedes hacer más cosas de las que crees», añade.
Eugenia reconoce que le costó aceptar su situación. A los diez años es cuando se dan cuenta que el problema de visión «era importante». La parte buena es que pudo afiliarse a la Once, que, desde entonces, «me ha ayudado muchísimo». «En el colegio, con los libros, era una movida, no veía nada en la ESO», apunta.
Atravésó por un proceso de asimilación de la discapacidad visual. «Primero no lo admites y te niegas a pedir ayuda porque crees que no la necesitas». Poco a poco se dio cuenta de que «o lo aceptaba o seguiría viviendo a ciegas». Se preguntó qué era lo mejor si «pedir ayuda o seguir perdida». Asimiló que para hacer las cosas «necesito un poco de tiempo más o que me ayuden». La vida empezó a fluir de otra manera. «Cuando lo aceptas, puedes vivir igual», señala. Su futuro lo visualiza dando clases en un Conservatorio o una academia, sin descartar que pueda llegar a ser cantante de ópera, que sería lo máximo. En el Conservatorio toma las clases individuales y también se juntan para hacer colectivas y eso da pie a una vida social más estimulante: «Conoces a gente que tiene tus mismas inquietudes». Además de la música, dibujar es otra de sus actividades preferidas.
En León se encuentra se mueve bien. «Es una ciudad pequeña y es cómoda andando o en autobús». Valora que cada vez hay más señales pododáctiles, esas rugosidades de las aceras a las que mucha gente no ve sentido y facilitan la vida a las personas con discapacidad visual. Adaptarse a los obstáculos de una gran ciudad es lo que más miedo le da de cara a sus estudios, pues tiene puesta la vista en una escuela en Madrid.