«Ramón y Cajal era un auténtico genio que aún no ha sido superado»
El catedrático de Anatomía y Embriología Humana, el leonés José A. Vega Álvarez, inaugura el 2 de abril en la Fundación Sierra Pambley el II Ciclo dedicado a Ramón y Cajal
El leonés José A. Vega Álvarez (Santa Marina del Rey) inaugura el 2 de abril en La Fundación Sierra Pampley el II ciclo que la ULE dedica a Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón 1852-1934), una actividad organizada por el Instituto de Biomedicina (Ibiomed) y la Fundación Leonesa Pro-Neurociencias. En esta segunda edición, los organizadores se centran en la labor humanista del científico, que cultivó distintas disciplinas. Todas ellas estarán representadas en la exposición Ramón y Cajal: su obra artística, científica y literaria , que podrá visitarse en la Fundación Sierra Pambley del 2 al 30 de abril. Vega Álvarez es catedrático de Anatomía y Embriología Humana del Departamento de Morfología y Biología Celular de la Universidad de Oviedo y dirige el grupo de investigación Sinpos (Sistema nervioso periférico y órganos de los sentidos) dentro del Cluster de Biomedicina del Campus de Excelencia Internacional, y coordinador del programa de Doctorado de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Oviedo. Su especialidad es el sentido del tacto.
—Usted va a hablar del Cajal científico y humanista. ¿Qué es lo más relevante de Ramón y Cajal?, ¿se ha conseguido superar sus descubrimientos?
—Se trabaja sobre lo que hizo Cajal. Su obra todavía no ha sido superada a pesar de que no tenía las técnicas que tenemos ahora mismo, pero sus conceptos básicos no han sido superados. Es un científico que está a la altura de Newton o de Galileo, de los científicos más grandes de la historia. Era muy particular, hizo genialidades y su obra está totalmente vigente. Sigue siendo el autor español más citado y casi cien años muertos.
—¿Por qué era particular?
—Como buen sabio, además del laboratorio, era un dibujante excepcional, un buen escritor que podía haber sido perfectamente Premio Nobel de Literatura sino hubiera sido Premio Nobel de Medicina en 1906. Tenía un carácter endiablado. Es más desconocida su faceta de político. Fue senador y renunció dos veces a ser ministro. Severo Ochoa ganó el Nobel en 1959, pero lo hizo nacionalizado norteamericano.
—Tuvo una infancia complicada. Esa biografía puede ser un referente para la juventud que no encuentra su camino.
—No tuvo una infancia complicada, el complicado era él. No sabía lo que quería, le gustaban muchas cosas. Después fue relativamente dócil a los dictados de su padre, que enseñaba anatomía en la Universidad de Zaragoza. Con él aprendió anatomía y a dibujar. Cajal no es sólo la obra histológica dibujada, también tiene paisajes increíbles. Inventó la fotografía a color, que es una faceta desconocida. Hay grandes tratados sobre sus fotografías, y sus dibujos eran excepcionales. Yo creo que debía de ser un poco narcisista porque se hizo cientos de autorretratos.
—Esa buena mano con el dibujo fue lo que le llevó después a plasmar con exactitud todo lo que veía en el microscopio.
—No había otra opción. No existían cámaras fotográficas acopladas a los microscopios. Los microtomos que utilizaba eran casi navajas barberas, con lo cual eran cortes muy gruesos y tenía que hacer muchos planos de enfoque y dibujaba todo lo que veía en los diferentes planos. Se han hecho estudios después, se ha reanalizado y revaluado las preparaciones que dibujó con microscopía frontal, y son idénticos. Sabía muy bien lo que dibujaba. Hay una frase suya que resume todo ese trabajo: «Pensar sin ver es tan peligroso como ver sin pensar». Era un observador excepcional. Comparte el Premio Nobel con Camillo Golgi y él utiliza la técnica de Golgi para llegar a otras conclusiones a las que Golgi no había llegado. El gran sabio del ese dúo es, sin lugar a dudas, Ramón y Cajal.
—¿Alguna vez visitó León?
—Conservo muchas fotos de Cajal en Asturias, Cantabria, Galicia y en el resumen de su vida cuando él habla de las provincias que no visitó no menciona a León, así que sí que estuvo alguna vez. Y hay una calle dedicada a él.
—¿Si hubiera nacido en Estados Unidos estaríamos hablando de otra manera de Cajal?
—No. Cajal es insuperable. En Estados Unidos existen un montón de clubes que llevan su nombre. La Sociedad de Neurociencias Norteamericana hace todos los años teatrillos representando la biografía de Cajal.
—¿Cree que su aportación es suficientemente conocida en España fuera del mundo de la ciencia?
—No. Ni su aportación ni él. Si salimos a Santo Domingo y preguntamos lo que sabe la gente de Ramón y Cajal dirían que es la calle donde está el instituto, y poco más. A la gente le suena porque para la España de la Institución Libre de Enseñanza, cuando España tenía el mayor nivel científico y cultural de su historia, Cajal pitaba mucho. Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera se ocuparon en dar a conocer a Cajal, pero ahora la gente no sabe muy bien cuál es su obra.
—¿Qué ha cambiado en neurociencia desde Ramón y Cajal?
—Las técnicas y los enfoques son diferentes. Cajal no sospechó que pudieran existir las técnicas que tenemos ahora. Lo importante de Cajal es que planteó una filosofía del cerebro, cómo tenía que funcionar, y eso sigue totalmente vigente. Lo que hacen las técnicas sofisticadas es demostrar que tenía razón. Aunque la doctrina de Cajal postula que nacemos con un número fijo de neuronas que se pierden a lo largo de la vida, él postuló que podía haber zonas del cerebro que mantuvieran la neurogénesis, es decir, células madre capaces de formar a posteriori neuronas. A finales de la década de los noventa se demostró que aquello que Cajal sospechaba es verdad.
—¿Cuáles son las patologías que surgen hoy y que no se trababan hace cuarenta años, cuando usted empezó?
—Muchas veces son neuropatías tóxicas de fármacos que se utilizan en tratamientos como el cáncer, o las producidas por otros compuestos tomadas en dosis inadecuadas, y por encima de todo el alcohol, como la neuropatía alcohólica periférica y que aparece cada vez más. Y otras que antes no se diagnosticaban como las asociadas al envejecimiento y otras dentro de las Charcot-Marie-Tooth, un conjunto de patologías que dañan el sistema nervioso.