El primer anticuario que abrió tienda en León cumple cien años
Inauguró el primer comercio en la carretera de los Cubos, espacio que se convirtió en un centro comercial abierto de antigüedades con varios locales en los que se podían encontrar muebles de todas las épocas. Por su tienda pasaron Manuel Fraga, Calvo Sotelo, Mario Conde o Anthony Quinn, entre otros.
La casa de Félix Álvarez Pascual es como un anticuario. Está decorada con muebles y objetos de los siglos XVI y XVIII, que bien podrían formar parte de una feria de coleccionismo y vintage. Félix es parte de esa historia que atesora en su casa. Los únicos objetos discordantes en este hogar museo son los globos de una celebración reciente. El 11 de abril cumplió cien años.
Félix Álvarez fue el primer anticuario que abrió en 1962 una tienda en la carretera de los Cubos. Esta calle de León se convirtió en un referente en España y en el mundo en el comercio de antigüedades. Félix reconoce que el éxito se debió al auge de los muebles antiguos en esa época y a la búsqueda incansable por toda España de los mejores artículos. La carretera de los Cubos se convirtió en un centro comercial abierto artesanal que llegó a contar con nueve tiendas de antigüedades, un lugar obligado para los coleccionistas y amantes de los muebles históricos. Entre su hijo, Félix Álvarez García —también anticuario—, y él, recuerdan, entre otros, a Manolo El Barbas, Andrés, Justino, Tino, y García. Ya no queda ninguno de esos negocios. Félix ahora es un hombre de pocas palabras. Prefiere que su hijo relate los recuerdos más destacados de una época que le convirtió en un referente en toda España. «Todo eso se acabó, tuvo su tiempo», dice mientras el otro Félix, su hijo, recuerda cómo llegaban a la tienda anticuarios de todos los países y clientes de diferentes puntos de España y fuera del país. «Llegaban tráilers y anticuarios de todas partes a cargar, sobre todo muebles». Entre los más valiosos recuerda un armario del siglo XVI con seis puertas, un buró de dos cuerpos del siglo XVII procedente de una farmacia de Ardón, un oratorio de los siglo XVII y XVIII, o aquel despacho del obispo Almarcha que vendieron las monjas... En busca de esas joyas llegaban clientes procedentes de todo el mundo, principalmente de España, EE UU, Canadá y México. «Clientes habituales eran Manuel Fraga y su mujer, Calvo Sotelo, Mario Conde, La collares —como se llamaba a la mujer de Franco—, Mario Conde... muchos», recuerda su hijo.
Este anticuario centenario nació en una finca en el término municipal de Mayorga en 1924 y con apenas 10 años se trasladó a vivir a Gordoncillo, de donde siempre se ha considerado originario. Probó suerte en su juventud en el ejército, estuvo en África, regresó y se casó a los 23 años con Gema García. Tuvo cinco hijos. Viven tres mujeres y un hombre. Antes de instalarse en León trabajó en una fábrica de minas en Valencia de Don Juan, donde el matrimonio conoció a La Tabaresa, una mujer que regentaba un negocio de antigüedades en el mismo edificio en el que vivían. Allí se familiarizó con el oficio y entabló contactos con los anticuarios que frecuentaban el negocio. Guardaba toda la colección que adquiría en una nave en Trobajo del Camino.
«Lo primero que compré fueron unas pistolas antiguas del siglo XVII que se vendieron muy bien». Después vinieron años de mucho trasiego y viajes por toda España, Portugal y Francia. «Nos avisaban para que fuéramos a valorar y comprar muebles de palacios, joyas, cuadros, de todo. Algunos eran muy valiosos pero otros no tanto. En cuanto los veíamos ya sabíamos si tenían valor porque la demanda entonces de esos artículos era muy grande. Todo eso ha cambiado ya. Los jóvenes no quieren esos muebles, es muy raro que les gusten, y quieren tener en sus casas cosas más modernas».