Apedreados con pan y queso en Palencia
Miles de palentinos han sido ‘apedreados’ este domingo, día de Santo Toribio, a los pies del Cristo del Otero con 4.000 bolsas de pan y quesillo, renovando una tradición que se remonta al siglo VI y que tiene la declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional, acto central de las fiestas del Barrio del Cristo.
A la una de la tarde, desde sus más de 21 metros de altura, el Cristo más alto de España, obra del escultor Victorio Macho, ha contemplado un año más, inalterable e impasible, cómo la multitud renovaba una tradición que ha ido pasando de generación en generación y que viaja en el tiempo hasta el año 447, cuando Santo Toribio de Astorga visitó Palencia para predicar contra las doctrinas priscilianistas y fue apedreado por los vecinos.
Una fiesta «multitudinaria» que tiene muchísimo arraigo en la ciudad y que cada año es más grande como ha manifestado la alcaldesa de Palencia, Miriam Andrés: «Lo que no se conoce no se quiere, y esta fiesta se conoce y se quiere cada año con más intensidad».
Junto a ella la alcaldesa infantil, una niña de once años, Miriam, que en representación de todos los niños de Palencia también ha lanzado bolsas de pan y queso desde el balcón de la ermita y ha confesado «la ilusión» que le hacía poder participar por primera vez de esta tradición. Además de las 4.000 bolsas con pan y queso lanzadas desde el balcón de la ermita, se han repartido otras mil entre los colegios de la ciudad y se han vendido al precio de 1,5 euros otras 3.500 bolsas en la caseta situada en el barrio del Cristo, todas preparadas por la Fundación Personas Aspanis.
Cada bolsa, con la leyenda de Santo Toribio impresa, recoge la historia que da origen a esta fiesta y que recuerda cada año a los palentinos cómo santo Toribio, obispo de Astorga, llegó a la Pallantia del siglo VI para combatir la herejía y fue apedreado por los lugareños.
Los palentinos respondieron y apedrearon al santo, que tuvo que refugiarse en la cueva que hoy es la ermita, porque no querían renunciar a las doctrinas de Prisciliano, lo que ocasionó unas lluvias torrenciales que inundaron la ciudad.
Estas lluvias fueron interpretadas por los habitantes de la ciudad como un castigo divino, por lo que los palentinos subieron al Cerro del Otero para pedir perdón a Santo Toribio.