La anomalía de fumar en las unidades psiquiátricas
Las personas con trastornos mentales graves fuman tres veces más que la población general y se les deja tabaco en sus internamientos
Según las estadísticas, las personas con trastornos mentales graves fuman tres veces más que la población general, y en las unidades de hospitalización de psiquiatría esas tasas son aún más altas con el agravante de que en esos espacios aún se permite fumar si se trata de ingresos de media o larga duración.
El psiquiatra del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del hospital Gregorio Marañón, Carlos Parro, explica que en las unidades de media estancia (de seis meses a un año) y en las de larga estancia (sin fecha de alta prevista) se puede fumar, si bien está prohibido en las de hospitalización breve, es decir, ingresos cortos por una descompensación temporal.
Parro advierte de que esto lo contempla la ley y no responde a lo que piensan los sanitarios, si no más bien tiene su origen en «el paternalismo» de pensar que las personas con trastorno mental no pueden estar sin tabaco: «La ley se atrevió a prohibir el tabaco en el entorno sanitario, pero no se aventuró en los centros de media y larga estancia».
Parro reconoce que existe miedo, incluso entre los médicos, de que los pacientes con trastorno mental no sean capaces de tolerar una vida sin tabaco, «cuando la realidad demuestra que no es así».
A juicio de este experto, los estudios confirman que estos pacientes tiene una motivación por dejar de fumar «igual o mayor a la población general fumadora».
«Se trata de pacientes con un gran tasa de desempleo, donde el tabaco supone un impacto económico, más cuando el consumo por día es muy elevado, hasta tres cajetillas».
No obstante y al hilo del Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo (2024-2027), que pasará a debate parlamentario, Parro cuestiona que se incluya la prohibición en las unidades de media y larga estancia y apuesta por «recomendaciones desde la evidencia, más que desde el moralismo y los prejuicios».
Este psiquiatra insiste en que «prohibir es el último recurso» y aboga por ofrecer tratamientos para dejar de fumar. «Prohibir al final es limitar la libertad de elección, y si a la población general no se le prohíbe fumar, no tiene menos derecho una persona que vive mucho tiempo en un centro de rehabilitación».
Parro insiste en que estaría a favor de todo lo que reduzca los riesgos asociados al tabaco, pero si se prohíbe se opta por una actitud paternalista. Fumar reduce la utilidad de algunos antipsicóticos. Este experto recuerda que la evidencia científica demuestra que la salud de la gente mejora cuando deja de fumar, sobre todo desde el punto de vista afectivo: mejor ánimo y más calidad de vida. «A largo plazo fumar es muy mal negocio, y así hay que indicarlo a los pacientes».
Este psiquiatra, que es miembro de la Sociedad Española de Patología Duall (SEPD), también explica que «las sustancias que se detectan con la combustión del tabaco producen una inducción enzimática que se traduce en que las vías por las que los fármacos salen del cuerpo se ponen a funcionar más rápido».
Y para alcanzar eficacia hay que utilizar dosis más altas. Por tanto, «fumar reduce a la mitad la utilidad de algunos antipsicóticos».
El presidente de la sociedad vasco navarra de psiquiatría, Iñaki Zorrilla, explica que en las unidades psiquiátricas de media y larga estancia del País Vasco y Navarra no está permitido fumar desde hace ocho años, y se ha llegado a ello tras una reflexión.
Según Zorrilla, «permitiendo fumar se estaba estigmatizando al paciente».
Este psiquiatra admite que en torno al tabaco y la salud mental hay una serie de mitos que se han ido perpetuando como que la gente fuma para aliviar los síntomas y mejora la ansiedad y la depresión, «y no hay evidencia científica de que eso sea cierto».
Zorrilla precisa que lo que dice la evidencia es que el tabaco provoca adicción: «Se entra en un circuito de recompensa que produce un alivio momentáneo, pero la nicotina libera dopamina».