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Benancio López, de Carrizo. DAVID CAMPOS, 2024

Publicado por
ALBERTO FLECHA

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Entre sus manos hay un paño de lino con unos lirios bordados; hay una labor que sorprende a los que hemos llegado para conocer su trabajo; hay, poco después, un bargueño que se abre ante nuestros ojos mostrando la amplitud inesperada de sus cajones secretos, su madera labrada con formas y dibujos, algunos abstractos, otros dibujando sobre las vetas rincones de Carrizo; hay azulejos de colores que él, Benancio López, rescató un día de las paredes de antiguas cocinas que desaparecían, de aquellas de chapa y gancho de la lumbre, y con los que hizo cuadros de caleidoscópica fantasía.

Hay entre sus manos un trabajo oculto, escondido por otras labores que hizo cuando era más joven, cuando recorría con su tienda sobre ruedas los pequeños pueblos de Omaña y de Cepeda, por el Órbigo arriba, vendiendo de todo en cada aldea, a la vuelta de cada curva. Hay entre sus dedos el poso del comercio, pero también el de la gubia y de la aguja. Hay, junto a un reloj antiguo y algunas facturas, dragones calados en los cajones de un escritorio, figuras que él un día talló en boj y marfil, milagro de la taracea. Hay faisanes que se entrelazan y estrellas, estrellas que bailan unas dentro de otras, como en un sueño, prodigio de su arte para muchos desconocido. Hay maravilla en lo que nos muestra.

Hay en sus ojos una mirada profunda y un hablar pausado, midiendo cada palabra, con la voz baja para contar cosas de antes, historias de este pueblo del Órbigo en el que vive. Entre los que lo visitamos hay asombro, miradas en todas direcciones. Hay también tapices, hechos por sus manos, por los que desfilan leones heráldicos. Y hay cuadros pintados por él, y hay animales fantásticos tallados al cabo de unas vigas. Pensamos que hay una inspiración sobrenatural en tanta artesanía, en tantas disciplinas que dominan sus manos. Y nos preguntamos cómo hay tanto desconocimiento de este trabajo inmenso.

Y, siguiendo el gesto de sus manos, hay miradas y hay asombro, hay ojos que se alzan hacia los artesonados y otras que se posan en tejidos de estameña. Hay susurros y hay reconocimiento hacia el trabajo de Benancio, Nanci para todos en Carrizo. Y, entre los visitantes, hay una voz que resume lo que todos pensamos:

—¡Hay que ser artista...!

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