Diario de León

Las carbajalas de León recuperan el huerto gracias al voluntariado

Más manos para ayudar a las monjas. La petición de las hermanas del Monasterio de Santa María de Carbajal, en la Plaza del Grano, surte efecto. Una treintena de personas acudieron a la llamada y algunas se han incorporado como voluntarias.

María Gallego, Sonia Andrés, Mateo Pulgar, Julieta, Jessica y Pedro Álvarez, en el huerto. MARÍA FUENTES. 

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Los 3.000 metros cuadrados de huerto del convento de las carbajalas de León vuelven a lucir cuidados, con flores, árboles frutales y verduras. La llegada de un grupo de personas voluntarias para ayudar a las monjas ha permitido construir hasta un pequeño estanque y un camino interior. Sonia Andrés, Mateo Pulgar y María Gallego acudieron para echar una mano en las labores de jardinería tras la llamada realizada por las hermanas en la última feria organizada por la Plataforma del Voluntariado, a la que se ha sumado la congregación religiosa con la Fundación Santa María de Carbajal, que tiene como objetivo atraer al voluntariado y compartir espacios con la comunidad.

Las personas voluntarias ayudan a otras dos hermanas que están encargadas del trabajo en esta parte del convento, y a otra encargada del mantenimiento de las instalaciones, con Pedro Álvarez, hermano de la madre abadesa, Ernestina, al frente.

Forman parte del grupo de personas voluntarias que han apostado por ejercer el voluntariado en distintos trabajos del monasterio, como los talleres de costura, de iconos, la venta en la tienda o en el albergue de peregrinos.

«Me enteré por el Diario de León». Sonia Andrés tiene 49 años y desde septiembre colabora cada viernes en las labores de jardinería en el convento. Hasta hace unos días se han dedicado a desbrozar, limpiar y poner a punto un espacio que llevaba abandonado más dos años por falta de manos. «Resulta muy caro mantenerlo», aseguran las hermanas. Con la llegada de los voluntarios se han puesto manos a la obra.

«Me puse en contacto con la madre abadesa por correo electrónico y nos convocaron a una reunión». En ese encuentro había una treintena de personas interesadas en recibir más información sobre el tipo de voluntariado que ofertaban las monjas, que siempre han contado con la ayuda de algún vecino y que ahora quieren fidelizar los apoyos con un voluntariado más estable. «Vivo en un piso y me encantan las labores de jardinería y horticultura y vengo un día a la semana de 4 a 6 de la tarde, por ahora», asegura Sonia.

Desde hace dos semanas el grupo ha empezado a plantar tomates, lechugas, pepinos, puerros, jengibre y flores, que se utilizarán para decorar la iglesia. La cosecha será para consumo propio. Durante el otoño, también se han recogido los frutos de los manzanos, perales y avellanos, además de cortar el césped, limpiar las hojas y preparar el campo para plantar las verduras.

A sus 15 años, Mateo Pulgar González es el voluntario más joven que tiene la congregación. «Una amiga de mi madre me dijo que las monjas buscaban voluntarios para el huerto y no lo dudé. Vine con mi prima a la reunión, ella está en el taller de iconos y yo entré en la huerta. Es el primer voluntariado que hago y me lo paso muy bien». En el equipo de jardinería están también Serafín y Viki «y tenemos muy buen rollo».

No es el primer voluntariado para María Gallego, que a sus 74 años ha realizado diferentes actividades también en Estados Unidos. «Me enteré por el Diario de León. Siempre me ha gustado trabajar con las plantas, es muy bonito tener un jardín cuidado. Me aporta mucha satisfacción ayudar a la comunidad y crear un jardín bonito».

Un espacio de recreo

La hermana Klara Cinerova asegura que para ellas es muy importante tener un espacio como el huerto. «No solemos salir a la calle a pasear y a las monjas les hace mucha ilusión tener una huerta propia y espacio para rezar y leer. A las más jóvenes también nos gusta trabajar al aire libre». Además del huerto, el voluntariado a echado una mano para poner a punto las plantas que adornan el claustro.

Los voluntarios que se comprometen firman un acuerdo de incorporación y eligen actividad según el horario que más se ajusta a sus intereses.

A sus 76 años, Ángeles Rodríguez se ha sumado como voluntaria en septiembre para atender la tienda, que cuenta con seis voluntarios, y los talleres de artesanía. «Yo me enteré por la página de los amigos de los monasterios de Facebook y no lo dudé. Es la primera vez que ejerzo el voluntariado. Esta semana he venido todos los días, pero a veces no puedo porque soy viuda y tengo que cuidar de los nietos». En la tienda se venden pastas elaboradas por las monjas en el obrador, rosarios, pulseras, conchas para los peregrinos, icono... «todo lo hacemos nosotras». La gestión de la tienda depende de las hermanas Cristina, Jessica y Julieta.

La huerta y el albergue son los servicios que más manos necesitan y son los que se han reforzado tras la petición de ayuda de las hermanas. El albergue de peregrino, por el que el año pasado pasaron 24.000 peregrinos, dispone de 96 plazas y cuenta con el apoyo de cuarenta personas voluntarias que se turnan, dos de ellas viven en el monasterio durante durante un periodo de una semana aproximadamente. Esta semana están Florencia, procedente de Argentina, que es seglar, y Nadia, que llega de Italia.

«También incorporamos una persona para ayudar en la administración, otra al taller de iconos y otra para la costura, que ahora está de baja porque ha dado a luz. Sin la ayuda externa no podemos manejarnos».

En el monasterio de Santa María de Carbajal, situado en la Plaza del Grano, viven quince monjas, «y estamos a la espera de que llegue otra». Doce son españolas y tres de la República Checa, Ecuador y República Democrática del Congo. La mayor tiene 92 años y la más joven 37. «Nosotras también ofrecemos la posibilidad de que vengan a hacer prácticas, no es una novedad, pensamos que lo que no se conoce no se ama».

«Nos estamos abriendo, no sólo en lo clerical sino también a la sociedad leonesa, como fue el principal centro Benedictino en el siglo VI, para la atención a la pobreza, la apertura a la cultura y el diálogo a toda forma de pensar, a toda relación humana y al enriquecimiento mutuo. Queremos visibilizar el compromiso d la vida monacal», asegura Ernestina Álvarez.

Klara Cineroba, Julieta, Pedro, Jessica y María Gallego, voluntaria de la tienda de las monjas. Sentada,  la abadesa Ernestina Álvarez.FERNANDO OTERO

Florencia atiende a los peregrinos en el albergue.Fernando otero

Jessica, María y Sonia podan y repasan las hojas de los arbustos que crecen en el un espacio de 3.000 metros cuadrados rodeado de la muralla medieval.María Fuentes

Julieta utiliza la azada para trabajar la tierra del jardínMaría Fuentes

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