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El conde Drácula no fue el primer vampiro

El médico de Lord Byron publicó ‘El vampiro’ en 1816, ochenta años antes de la famosa novela del escritor inglés Bram Stoker

El castillo de Bran en Rumanía y Dracre Stoker, sobrino-nieto del autor de ‘Drácula’. CIVITATIS / MATTEO BAZZI

Publicado por
amaia osuna
León

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Pese a la creencia de que la novela Drácula de Bram Stoker fue el primer relato de vampiros, estos misteriosos seres ya habían aparecido antes. Su antecedente El vampiro (1816) lo escribió un desconocido John Willian Polidori, médico de Lord Byron, del que se burlaba constantemente el poeta inglés, y que se suicidó a los 25 años, pese a su prometedora carrera. Pero al famoso vampiro, Drácula, lo dio a conocer el escritor irlandés Bram Stoker, quien a finales del siglo XIX recreó una peculiar versión del verdadero príncipe Vlad Tepes, en su novela gótica, la novela de terror y romántica más hermosa jamás escrita, Drácula. Desde entonces no ha dejado de publicarse, ha sido traducida a más de cincuenta idiomas y vendido alrededor de doce millones de libros.

Sin embargo, la obra permaneció en el terreno marginal y solo en 1983 fue incorporada ya entre los clásicos por la Universidad de Oxford. Su protagonista el conde Drácula se volvió el arquetipo del vampiro occidental por antonomasia. Stoker pudo inspirarse para la recreación del personaje, al menos así lo aseguran los estudiosos del tema, en el príncipe rumano, Vlad III de Valaquia, conocido como Vlad el Empalador, famoso por su crueldad con sus enemigos a los que torturaba y mataba por empalamiento. Su hijo, Vlad Tepes se convirtió en la inspiración para los vampiros debido a sus prácticas violentas para castigar a sus enemigos, sobre todo su preferencia por empalar sus cuerpos. Más de dos siglos antes de que Bram Stoker inundará la cultura popular con Drácula, un vampiro croata llamado Jure Grando ya sembraba el terror entre los aldeanos de Istria, hasta el punto de que sus andanzas le han valido el título de primer muerto viviente de Europa. El legado de este vampiro sigue hoy vivo como atracción turística en Kringa, la semidesierta localidad croata donde vivió, murió, se levantó de la tumba y fue finalmente de nuevo muerto por sus paisanos.

Pero la historia del conde Drácula entraña toda una apasionada historia romántica, la de un noble que pierde al amor de su vida y consigue transformase en un ser inmortal, sanguinario, seductor de mujeres con la intención o como medio de encontrar en ellas a la amada que perdió. Y es cierto. Drácula no solo infunde terror; su figura también otros sentimientos desde el deseo a la ternura. La imagen del vampiro seductor que transforma a sus víctimas en amantes inmortales ha perdurado a través de los años, manteniendo su atractivo tanto en la literatura como en el cine.

Eso es precisamente lo que llevó muchos escritores a dejarse seducir por este personaje. Es el caso de Francisço Pérez Ayrault, autor de varias novelas inspiradas en este personaje, como La cruz bizantina, la última batalla de Drácula (2018).

El castillo de Bran en Rumanía y Dracre Stoker, sobrino-nieto del autor de ‘Drácula’. CIVITATIS / MATTEO BAZZI